Políticas

25/4/1996|491

El negociado de la deuda pública para evitar el colapso bancario

La reciente suba de la Bolsa hacia arriba y la suscripción de nuevos bonos por parte de los bancos han sido tomadas como un síntoma de la salida de la recesión. Los bancos y fondos del exterior se estarían anticipando a una mayor recaudación de impuestos, al achicamiento del déficit fiscal y a mayores beneficios de las empresas.


En verdad, la ‘euforia financiera’ no tiene nada que ver con la reactivación, sino por el contrario, con el agravamiento de la situación económica en su conjunto. Esta contradicción la puso de manifiesto El Economista (19/4), al señalar que “en momentos en que el gobierno está pasando por una época de vacas flacas en lo que se refiere a noticias alentadoras provenientes de cualquier ámbito, la exitosa colocación de las Letras del Tesoro a 90 días, Letes, le otorga una bocanada de aire fresco en el frente financiero”. El gobierno pudo juntar 250 millones de pesos que los bancos le prestaron al 6,92% anual, luego de recibir ofertas por casi 2.000 millones. Si le prestan al gobierno, razonaron varios ‘especialistas’, es porque los banqueros apuestan a una inminente salida a la recesión y a la salud de la convertibilidad.


Pero el gobierno salió a endeudarse, ante todo, porque tiene un déficit fiscal de 500 millones mensuales, equivalente al 15% de la recaudación. “En lo que va del año Domingo Cavallo recaudó 3.500 millones de dólares emitiendo bonos en el mercado internacional” (Página 12, 21 /4), una suma que se había previsto para todo 1996. Se estima “que a lo largo de 1996 la deuda del sector público subirá en más de 14.000 millones”, cuando se preveía “un endeudamiento neto de 9.200 millones” (Página 12, 20/4).


Los bancos están aprovechando la crisis fiscal para hacer negocios con la deuda pública, en momentos en que no prestan al comercio o a la industria debido a la insolvencia de estos. “El número de morosos se multiplicó alarmantemente durante el último año y el pánico cunde entre las entidades financieras, comerciales e industriales”, puntualizó La Nación del viernes 19. El monto de los créditos irrecuperables “pasó de 786,2 millones a 3.841,3 millones”, de enero 1995 a enero 1996. Los créditos normales pasaron del 71.86% a sólo el 54.64% de la suma total, en sólo un año. “Esto significa que casi la mitad de los fondos correspondientes a la cartera de créditos del sistema financiero registrada se encuentran en situaciones cuyas calificaciones van de riesgo potencial a irrecuperable” (La Nación, ídem).


En esta circunstancia, “era lógico que los bancos —con la cantidad de fondos excedentes que tienen invertidos a 5,5 % anual en el mercado interbancario— aprovecharan esta operación para hacer una ganancia interesante” (El Cronista, 18/4).


La reciente emisión de títulos, o sea deuda pública, en pesos, descolocó a muchos ‘analistas’ cuando recibió la calificación máxima de parte de Standards and Poor‘s, una importante calificadora de riesgos norteamericana. Pero esta calificación responde a que se ha comprobado que Cavallo emite pesos cuando lo necesita, sin respetar el régimen de la ‘convertibilidad’, lo cual dignifica una garantía de que no se dejará de cumplir con los vencimientos. “Hasta hoy el Banco Central emitía pesos sin respaldo”, ratifica Clarín (17/4), el cual agrega que “Hacienda colocaba deuda nueva en el exterior para que las reservas formales no quedasen bajo el 80% legal de la masa monetaria”.


Lo que surge de esta ‘bicicleta financiera ’ es que Cavallo está obligado a ofrecer negocios a los bancos para evitar que éstos incurran en fuertes pérdidas… como consecuencia de la falta de negocios. Fuera del ‘sector público’, los bancos no tienen dónde meter la plata. De manera que se puede concluir que las ‘dificultades’ de Cavallo para bajar el gasto público y el déficit fiscal, no son tales, sino una necesidad para evitar el colapso bancario.


Esta política tiene sin embargo límites muy precisos. Con una deuda externa pública y privada superior a los 120.000 millones, con una recesión profunda (“no nos engañemos, vivimos el peor ciclo recesivo de los últimos 10 años”, según Broda en Ambito Financiero, 12/4), un déficit fiscal anual de 6.000millones (“hay que descreer de las cifras oficiales. En marzo inventaron un ingreso de 120 millones de dólares el último día”, nuevamente Broda), la política cavallista se asemeja a la ruleta rusa.



El contexto latinoamericano estrecha aún más los márgenes cavallistas. “Las perspectivas mexicanas son negativas… pero la nerviosa mirada de los consultores no está colocada sobre México sino sobre Brasil”, que podría “entrar en una crisis bancaria y en un default (cesación de pagos) con su deuda” (El Economista, 19/4).