Políticas

19/6/2008|1042

El "no" irlandés

El rotundo rechazo de los votantes irlandeses al llamado "tratado de Lisboa" ha confirmado que cada vez que un electorado europeo es llamado a pronunciarse sobre los distintos "tratados" de la Unión Europea, el resultado es "no". Podría volver a ocurrir con el que está previsto para la República Checa. La Unión Europea no consigue un status ‘democrático’ y sus pueblos votan en condiciones de crisis, inflación y desempleo creciente.Por eso, luego de los fracasos de los referéndums en Holanda y Francia en 2005, la mayor parte de los gobiernos establecieron que el "Tratado de Lisboa" (que venía a reemplazar a la fracasada "Constitución europea") fuera aprobado en los parlamentos. Aquí prevalece sin rivales el capital financiero, mayoritariamente ‘europeísta’.

En Irlanda, constitucionalmente obligada a realizar un referéndum, la totalidad de los partidos parlamentarios (con la excepción del nacionalista Sinn Fein) apoyaban su aprobación. Aunque Irlanda ha experimentado un enorme crecimiento económico desde su ingreso en la UE hace quince años, el malestar de los votantes pudo más que las presiones del "establishment" político y económico europeísta.

Ocurre que más aún que el PBI crecieron la flexibilización laboral, la tercerización, el empleo basura, el retroceso de los sistemas jubilatorios y de salud. Paralelamente, ha comenzado a crecer también un descontento en diferentes sectores de las clases dominantes, como ya ocurriera en Francia y Dinamarca, en 2005.

En Irlanda, los sectores patronales partidarios del "no" fueron fogoneados por los opositores británicos, que ahora han salido a reclamarle al primer ministro Brown que también convoque a un referéndum. Esta oposición patronal se extiende por toda Europa. "No hay que dar por segura la ratificación del tratado por el parlamento checo", advierte el Financial Times (17/6). En Italia, el ministro de Economía, Giulio Tremonti, expresa una política proteccionista cuyo declarado fin es "ponerle un límite a la globalización". Precisamente en Italia se registraron "las palabras de júbilo más entusiasta, las del ministro Roberto Calderoli, según el cual ‘los pueblos han demostrado tener mayor sabiduría que los gobiernos y los parlamentos" (Corriere della Sera, 14/6).

La gran cuestión es que el estallido de la crisis mundial ha puesto de manifiesto que solamente los Estados nacionales han tenido la capacidad para salir al rescate de cada burguesía. Es lo que ha ocurrido en Gran Bretaña y Alemania con el salvataje a los bancos y en España a las compañías inmobiliarias; la banca central europea se ha limitado a mover las tasas de interés y a respaldar al euro. 

La crisis mundial, al agudizar la lucha por la supervivencia de las burguesías nacionales, pone a prueba la consistencia del edificio artificial que es la Unión Europea.

 

Luis Oviedo