Políticas

8/11/2007|1016

El “pacto social”

Empresarios nacionales e internacionales y el conjunto de la burocracia sindical han comenzado a debatir una de las principales promesas electorales del gobierno: el establecimiento de un “pacto social”


El corazón del llamado “pacto social” es un acuerdo de por lo menos cuatro años coincidente con el propio mandato de Cristina Kirchner. Consistiría, en lo esencial, en dos acuerdos salariales bianuales con una pauta de inflación previamente estimada, a lo que se sumarian dos o tres puntos por “productividad” del trabajo.


Los grandes grupos cerealeros aceptarían como “contribución” al pacto que se aumenten de 20 al 27% las retenciones por la exportación de la soja y del 26 al 35% las del trigo, en momentos en que ambos cereales han trepado a los precios más altos de la historia. Las empresas ligadas al transporte “aceptarían” una rebaja en los escandalosos subsidios que hoy les da el gobierno, a cambio de un ajuste en las tarifas del orden del 20%. Por su parte, los pulpos de la salud “aceptarían” este pacto social con la concesión previa de un aumento estimado en un 24% de la medicina prepaga. Las empresas de la alimentación no han reclamado nada, simplemente se han adelantado a la remarcación de precios en forma más anticipada que nadie y lo seguirán haciendo hasta fines de febrero-marzo, cuando “aceptarán” el eventual “congelamiento de precios” que provenga del “pacto”.


La primera conclusión que salta a la vista es que cualquiera sea el devenir de este “pacto”, antes de que se oficialice todos habrán incrementado considerablemente los ya grandes beneficios que vienen obteniendo de la “reactivación” K. Todos, claro, menos los trabajadores.


La burocracia sindical, profundamente dividida en su lucha interna por la dirección de la CGT, acuerda también con el “pacto” pero se apresta, igual que las patronales, a consolidar previamente su caja con un reclamo inmenso de subsidios gubernamentales para las obras sociales que hoy constituyen el gran botín del aparato sindical. Moyano, además, reclamó que se mantenga otra "caja": abogó por la continuidad de De Vido y todos sus secretarios, entre los que se cuentan funcionarios provenientes del sindicalismo.


Sin embargo, mientras han comenzado una pelea fuerte por el reclamo de las obras sociales, ya hablan de que aceptarían un aumento de alrededor del 16% correspondiente a la inflación pautada para 2008, algo similar a lo que ya pautaron en las paritarias de este año. A esta altura de noviembre, el acuerdo salarial que pautaron es un inmenso cepo salarial, pues, como ya han reconocido hasta las patronales automotrices, el aumento de las paritarias ha sido largamente absorbido por la inflación cuando todavía no llegan las fiestas, momento en el que históricamente crece la remarcación de precios.


La iniciativa de Cristina K de un “pacto social” no es sólo de consumo interno. Los grandes pulpos españoles con injerencia fundamental en la energía, las comunicaciones y el transporte exigen lo que ellos llaman “reglas claras de juego”; son los más osados en reclamar este “pacto social”. Algunas declaraciones están cercanas al chantaje abierto. “Sin paz social no traeremos los cuarenta aviones que prometimos para Aerolíneas”, declaró Gonzalo Marsans, dueño de Aerolíneas (El Cronista, 5/11).


El futuro de este pacto social no lo delinearán los políticos del parlamento ni la burocracia sindical; ellos sólo serán un instrumento para garantizar lo que verdaderamente importa: las cuantiosas inversiones en Argentina y las grandes ganancias de los pulpos industriales y cerealeros internacionales.


La presidenta electa aspira, con el “pacto social”, a jugar el papel de árbitro que no pudo imponer Kirchnner en una situación financiera internacional más favorable.


La crisis financiera internacional que se extiende en todo el mundo le quitará rápidamente márgenes de maniobra.


El otro escollo será la propia intervención de los trabajadores que se levantarán contra otra estafa a sus salarios y a sus condiciones de trabajo. Algunos economistas ya señalan que la inflación pautada para 2008 no va a estar por debajo del 20%. El pacto social contiene un ataque adicional a los trabajadores: significa la liquidación de las paritarias por cuatro años. Es decir que seguirán sin reconocerse las categorías “chupadas y achatadas” por más de tres reconversiones tecnológicas; que seguirán los contratos basuras, los encuadramientos truchos, los contratados sin pasar a planta permanente, y también el trabajo en negro.


A pesar de la enorme autoridad que tenía Perón sobre los trabajadores, el pacto social que diseñó en 1973 terminó en una rebelión popular: la enorme huelga general de 1975 y el estallido de la propia burocracia sindical. La grandiosa movilización de los trabajadores que terminó con aquel pacto social sólo fue parada a sangre y fuego por la dictadura militar. Con mucho menores posibilidades de arbitraje sobre las masas, los Kirchner se van a meter en un callejón que posiblemente no tenga salida.


No vamos a esperar nada de los acuerdos con los pulpos internacionales, los banqueros y la burocracia. Hay que comenzar a quebrar el pacto ya. Salir a pelear por el doble aguinaldo frente a la inflación que nos devora, por un salario igual a la canasta familiar y para terminar con el trabajo en negro, los contratos basura y los encuadramientos truchos. Esa es la perspectiva para el movimiento obrero, que debe estar íntimamente ligada a la acción directa, al ejercicio de la democracia sindical y a la construcción de una herramienta política de la clase obrera. Su propio partido.