Políticas

24/4/2014|1311

El peronismo, con la línea de flotación perforada

Peleas de camarillas

Los intentos de unir al PJ, congreso mediante, han fracasado. Allí donde se produjo, la Capital, La Cámpora fue por detrás de Santa María. Salvo los jóvenes nac&pop, nadie quiere el rótulo de kirchnerista.

Martín Insaurralde, cabeza de campaña del kirchnerismo en las elecciones del año pasado, ahora está entre las primeras espadas de Daniel Scioli en Diputados y, según parece, aspira a ser candidato a la gobernación de Buenos Aires en 2015. Antes que él, comenzó a transitar ese mismo camino Miguel Pichetto, alejado también de la Casa Rosada. Colaboradores del gobernador han tomado contacto con Facundo Moyano, aunque el pequeño burócrata, al menos por ahora, cree encontrar (¿como su padre?) un mejor abrigo en proximidades de Sergio Massa. Además, muchos recuerdan la foto veraniega de Insaurralde con Massa, que abrió especulaciones sobre un posible acuerdo de Scioli con el ex intendente de Tigre.

Los intentos de unir al Partido Justicialista, congreso mediante, han quedado archivados. Sólo en la Ciudad de Buenos Aires se produjo algo parecido, y La Cámpora debió rendirse para ir detrás del burócrata Víctor Santa María. Los jóvenes nac&pop quedaron relegados a puestos menores. Entretanto, la “liga de gobernadores” es una conspiración permanente, pero los caciques provinciales no logran ponerse de acuerdo. El que pretendió unificarlos para un acuerdo con el gobierno, Jorge Capitanich, es un cadáver político.
En definitiva, la bancarrota económica del país se traslada al gobierno y se pone de manifiesto en un proceso acelerado de dispersión, de disgregación política. Del “nunca menos” y el “vamos por todo”, la camarilla K solo busca, casi desesperadamente, que los centros de poder del capital financiero accedan al ruego de Scioli en Wall Street: que le den oxígeno hasta 2015, que le permitan hacer el trabajo sucio del ajuste y le den a cambio los préstamos usurarios que se piden para completar el mandato, mientras muchos funcionarios se preparan para interminables recorridas por tribunales.

El juego a la derecha

El secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini (su segundo, Carlos Liuzzi, tiene buenas posibilidades de terminar preso), trata de integrar a los gobernadores díscolos. Lo ha logrado, por ahora, con el santacruceño Daniel Peralta, y habla con el cordobés José Manuel de la Sota, quien, a vez, procura un acuerdo difícil con Scioli y con Massa. El apoderado del PJ, Jorge Landau, pide en vano un “tinglado” que pueda cobijarlos a todos.

En definitiva, allí donde el peronismo logró algún tipo de unidad precaria, sostenida con alfileres, la camarilla kirchnerista -La Cámpora- se entregó a los “barones” del conurbano, a la mafia de los intendentes. Por otra parte, salvo los “camporistas”, ya nadie se dice kirchnerista, y aún entre ellos empezaron los problemas internos (según versiones periodísticas, ni siquiera dentro de la familia Kirchner las cosas están en paz).

Por su lado, Hugo Moyano, después del naufragio de su aventura con Francisco de Narváez ha dicho, cuando le preguntaron si respaldará a Scioli o a Massa, “te contesto cuando falten 15 días para las elecciones”. El gran burócrata está en subasta y verá, una quincena antes de los comicios, quién le hace la mejor oferta. Solo una cosa queda fuera de duda: irá detrás de un candidato de la derecha. Los trabajadores deben tener en cuenta esa postura de Moyano, porque cada paso que da marcha en el sentido de llevar a los trabajadores a la rastra de una variante patronal.

En cuanto a los jóvenes nac&pop, agitan la banderita de otros candidatos más afines a su palo (Sergio Urribarri, Axel Kicillof, Agustín Rossi y hasta Aníbal Fernández), con una particularidad: son inviables. Esas “candidaturas” sólo persiguen el propósito de negociar algún lugarcito en lo que armen otros. La camarilla K depende de sus enemigos internos; es decir, su suerte está echada.

Este desmadre tiene consecuencias políticas de primer orden para la política revolucionaria, porque afecta y acelera el proceso de transición que vive la política argentina. Como señaló Jorge Altamira en su informe al XXII Congreso del Partido Obrero: “La parte de la población que tiene una tendencia al seguidismo al nacionalismo burgués se ha quedado sin referencia política”. Los realineamientos dentro del PJ no son tales, son aglutinamientos de camarilla, provisorios, inestables, entre intereses a menudo contrapuestos, casi siempre delictivos. Ideológicamente, abrevan de la vieja UCeDé, del liberalismo rancio de Alvaro Alsogaray, que viene a obtener así su victoria, póstuma y patética.


A. Guerrero