Políticas

8/7/2004|858

El “problema piquetero” de la izquierda

Ya se ha mencionado desde estas páginas que la izquierda argentina visualiza al movimiento piquetero como un ‘problema’ cuya ‘solución’, diferente a la que postulan el gobierno o los partidos oficiales, pasa por la superación de la desocupación. Los términos en los que polemiza la izquierda democratizante con el capital y sus representantes es el siguiente: “Admitimos que los piqueteros son un ‘problema’, lo mismo que las interrupciones que provocan en el tránsito. Lo admitimos con tanta o más complacencia que la molestia que producen al desplazamiento de los automóviles nos puede afectar a la hora de las elecciones. Pero la salida al ‘problema’ no es la represión ni tampoco la hostilidad permanente. La ‘salida’ es crear trabajo”.


La revolución permanente


A pesar de la impresión que da de un planteo progresista, o quizás precisamente por eso, el mencionado planteo de la izquierda es contrarrevolucionario. Esto es lo que explica que, cada vez con mayor frecuencia, los voceros izquierdistas se manifiesten a la defensiva en los programas de televisión. El domingo pasado, Majul logró imponer una discusión acerca de “cuál es el límite de los piqueteros”, visto el asalto a la comisaría de La Boca luego del asesinato del “Oso” Cisneros. Castells y Basteiro respondieron gustosos que el límite era evitar el ejercicio de la violencia contra personas y bienes. De modo que en un escenario de saqueo sin límites de personas y de bienes por parte del capital financiero, se logra imponer a la izquierda una discusión que gira sobre la ‘contención’ de los piqueteros y no sobre los límites que habría que imponerle al capital y sobre los métodos para hacer valer esos límites efectivamente. Pero, ¿y el ‘límite’ de los piqueteros? Interrogante falaz, pues la posibilidad de que el movimiento piquetero triunfe en la realización de sus objetivos depende, precisamente, de que, en lugar de ponerse límites, supere los propios constantemente. En esto consiste el proceso histórico de la “emancipación de los trabajadores por los trabajadores mismos”. Carlos Marx fijó, en su momento, el único límite admisible, que es “tomar el cielo por asalto”. El núcleo de la cuestión en los debates nacionales, en este momento, es que la propia izquierda se viene prodigando desde hace mucho por imponer ‘algún’ límite al movimiento piquetero, debido a la preocupación de que la lucha piquetera le arruine el ‘free lunch’ democratizante.


Capital y trabajo


La burguesía no tiene interés en suprimir la desocupación, pues necesita de un “ejército de reserva” para disciplinar a la clase obrera. Tampoco tiene condiciones para reducir realmente su carácter masivo; en toda la historia del capitalismo, la reversión de la desocupación en masa fue la consecuencia de guerras y revoluciones, de ningún modo del “libre juego de las fuerzas del mercado”, incluidas las timoratas “intervenciones” estatales. De modo que afirmar que “la creación de trabajo”, en los marcos capitalistas, suprimiría el fenómeno piquetero, como afirma el MST, expresa simplemente una indecente ilusión en el capital. Para “crear trabajo” es necesario, en definitiva, derrocar al capital, lo cual supone la victoria del movimiento piquetero (en el marco de una victoria histórica del proletariado), de modo alguno su eliminación. Una destrucción del movimiento piquetero agravaría la desocupación y la superexplotación –lo que demuestra, al revés de lo que dice el MST, que existe la posibilidad de un desempleo en masa sin piqueteros, como ocurre, por otra parte, en la mayor parte del mundo. La patronal capitalista apunta a acabar con el movimiento piquetero sin poner fin a la desocupación, y la izquierda colabora con esta empresa contrarrevolucionaria al plantear la ‘cuestión’ de una desaparición del movimiento piquetero. La única forma consecuente de acabar con la desocupación es con la victoria piquetera, no con la supresión de los piqueteros. Tendríamos en este caso lo contrario de lo que postula el MST: el cese de la desocupación y el desarrollo piquetero entre toda la clase obrera e incluso la mayoría del resto de los sectores oprimidos. Cuando se estudia con un mínimo cuidado las posiciones izquierdistas sobre el movimiento piquetero, se descubre fácilmente que su estrategia es hostil al gobierno de los trabajadores, a la revolución y al socialismo.


Programa e historia


Sorprende, en cierto modo, la hostilidad al movimiento piquetero por parte de una izquierda que dice inspirarse en el marxismo, cuando se tiene en cuenta que, desde la Circular de la Liga Comunista de Alemania, de 1850, el movimiento obrero y el socialismo internacionales han inscripto al piquete en sus programas, al que han caracterizado como el embrión de la milicia obrera. El programa de transición de la IV Internacional lo desarrolló ampliamente, como lo había hecho antes la Internacional Comunista hasta, por lo menos, finales de los años ‘20. Es claro que no se puede hablar de un gobierno de trabajadores sin una fuerza armada que lo defienda y que actúe como un instrumento seguro para combatir al capital, y también es claro que esa fuerza no puede surgir sino en el proceso de lucha que lleva al gobierno de los trabajadores. Es cierto que ni la izquierda ni a veces los simples demócratas rehúsan a valerse de los piquetes como medio de lucha; pero está claro que se trata de una concesión circunstancial a las condiciones que impone la lucha; después de todo, quien más apeló a los piquetes, más allá del anarquismo de las primeras décadas del siglo pasado, fue el movimiento obrero peronista. El recurso circunstancial no es, sin embargo, una línea estratégica, y esto está confirmado por la hostilidad de los democratizantes hacia el movimiento que organiza piquetes en forma sistemática, o sea, el movimiento piquetero.


‘Ocupados’ y ‘desocupados’


Se ha dicho que los desocupados organizan piquetes sobre las rutas porque no pueden apelar al recurso propio de los obreros, que sería la huelga. Esta monumental falsedad apunta a describir a los desocupados y a los piqueteros como una especie de género especial, o sea como un desvío de la lucha ‘correcta’ de clases o como algo ajeno a la clase obrera ‘real’. Cualquiera sabe, sin embargo, que una huelga consecuente lleva al piquete y a la ocupación de las empresas. En los dos últimos años se ha producido, en particular en Italia, la combinación de huelga, ocupación y corte de rutas; por ejemplo, hace dos años, cuando hubo amenaza de cierre de Fiat, y de nuevo, hace pocos meses, en el establecimiento de Fiat en Melfi. Los trabajadores de Alitalia y de Air France han cruzado rutas y pistas, repetidamente; como, entre nosotros, cuando la gran lucha de Aerolíneas (recientemente, una protesta contra una especie de Ceamse, en Nápoles, provocó un corte de vías férreas que paralizó el tráfico de trenes en gran parte del sur de Italia y obligó a la intervención del presidente de Italia, Ciampi). Es que la desocupación no afecta solamente el método de lucha de los desocupados: también afecta el de los “ocupados”. Dada la tendencia al cierre de empresas que engendra la crisis capitalista mundial, incluso la ocupación de los lugares de trabajo resulta una acción limitada; con los cortes de ruta los obreros quieren involucrar a toda la población en una situación que amenaza con llevar a una ruina económica regional o zonal (como ocurrió en Argentina con los pueblos servidos por el ferrocarril). El pasaje de una huelga parcial o económica a una huelga política de masas, se caracteriza por la lucha callejera, es decir por las famosas barricadas. ¿Existe algo más viejo en la historia de lucha de los explotados que el corte de ruta de una barricada? En definitiva, todo el macaneo izquierdista acerca de ‘cómo terminar con los piqueteros’, simplemente pone al desnudo una superlativa ignorancia de los programas y de la historia obreras y de la lucha de clases, pero por sobre todo una hostilidad, tanto más profunda cuanto que es instintiva, hacia la expresión real que asume la tendencia revolucionaria en el seno de los más explotados y de los más humillados.


El terror estatal


¿Quiere decir, todo lo anterior, que la burguesía no puede terminar con el ‘problema piquetero’ como consecuencia de que no podría poner fin a la desocupación?


De ningún modo. Quiere decir que el método del capital contra el movimiento piquetero no es atenuar el desempleo sino aplastarlo políticamente, mediante la intervención del Estado, o sea combinando presión, cooptación, corruptela, manipulación ideológica y represión. En esta línea metodológica se inscriben el Parque Norte de D’Elía y Kirchner; la próxima ‘unidad’ de la burocracia sindical; el ‘gatillo fácil’, o sea el terror, sí, el terror policial; y, por último, aunque de ningún modo menos importante, el macaneo izquierdista y su labor de división con referencia al movimiento piquetero. Es obvio que una derrota piquetera como consecuencia de una combinación de esta metodología política, no pondrá fin a la desocupación (constantemente mentada por los ilusos democratizantes) sino que agravará la miseria.


El nacionalismo y sus cómplices


En el escenario de la lucha contra los piqueteros ocupa un lugar fundamental el acceso al gobierno del llamado nacionalismo burgués (aunque la mayor parte de los funcionarios fueron menemistas y cavallistas). El nacionalismo burgués se presenta como una tentativa de pelear una participación mayor de la nación en cuestión, en el reparto del ingreso o riqueza mundiales. Alegando ese propósito reclama para sí la representación de todas las clases sociales y, por lo tanto, se opone a la independencia de la clase obrera. La izquierda del nacionalismo opera como una correa de transmisión de ese propósito de la burguesía. Esto es lo que expresan con mayor descaro los D’Elía, los Moyano o grupos como Patria Libre; el resto de la izquierda se ha convertido en un canal de estas presiones. Es que el movimiento piquetero nació con independencia de los nacionalistas y de la burocracia sindical, por lo cual tendió a ser la expresión de la independencia obrera. Cuando se escindió a principios del 2002, el motivo fue ese, porque la CCC y la FTV, primero le dieron la espalda al Argentinazo y luego apoyaron a Rodríguez Saá y Duhalde. El desenvolvimiento político independiente del movimiento piquetero ha actuado como un revulsivo en todas las clases sociales, es decir que ha trascendido su condición de partida entre los desocupados. De este modo, el movimiento piquetero es el síntoma de una lucha de alcance histórico en Argentina y, al mismo tiempo, es la conciencia creciente de ella.


Hasta la victoria, siempre


Es en estos términos que hay que defender, apoyar y desarrollar al movimiento piquetero.