Políticas

11/9/1998|600

El programa de Patria Libre y del Peronismo de la Resistencia

¿"Salvar a la Nación" o a sus dueños?

El “Plan de Salvación Nacional” que acaban de dar a conocer Patria Libre y el Peronismo de la Resistencia comete la enorme torpeza de proponer nada menos que la devaluación del peso, bajo la rúbrica del “Sinceramiento del tipo de cambio”.


Sería una falta de respeto hacia los autores del “Plan” suponer que no saben que la devaluación monetaria sería otro golpe terrible para el costo de vida de los trabajadores. El que una ley hecha a la medida de los especuladores internacionales haya establecido una paridad inamovible del peso con el dólar, no quiere decir que sea revolucionario proceder a una devaluación. Incluso si se devaluara quedaría establecida una nueva paridad, lo que demuestra que la devaluación no resuelve ninguna cuestión fundamental.


Es sorprendente que una corriente política popular haga este planteo cuando la devaluación del peso no forma parte de las reivindicaciones de ningún sector obrero, aunque sí de un sector de la gran patronal, como el que encabeza Claudio Sebastiani, el presidente de la UIA, el mismo que completó el quórum para que saliera la ‘reforma laboral’. También se queja por el tipo de cambio el pulpo Techint, quien consiguió recientemente algo equivalente a una devaluación, como lo es que se establecieran aranceles a la importación de productos siderúrgicos, con el pretexto de que los capitalistas de Asia y de Brasil estaban vendiendo por debajo del costo. Con el mismo pretexto de mejorar su competitividad con el exterior, Techint exige que se eliminen los aportes patronales a la seguridad social o que se establezcan convenios de trabajo por empresa.


A los redactores del documento en cuestión no se les pasó por la cabeza que la posibilidad de que los productos de Asia puedan entrar a Argentina a un precio cada vez más bajo, obedece a la devaluación de sus monedas. Estas ‘devaluaciones competitivas’ que propone un sector de la burguesía internacional constituye un ataque contra toda la clase obrera mundial. La estrechez nacionalista del planteo devaluatorio conduce a los autores de la propuesta a integrar un bloque agresivo contra los trabajadores de las diferentes naciones. Otra cosa que olvidan quienes proponen la devaluación, es que ella nos enfrenta a las restantes naciones latinoamericanas y que, por lo tanto, es contraria a la unidad de América Latina. Estamos frente a un nacionalismo de parroquia que conspira contra el nacionalismo revolucionario latinoamericano.


Patria Libre y el Peronismo de la Resistencia proponen, en la misma línea de pensamiento, “una financiación al endeudamiento interno en dólares en préstamos personales, hipotecarios y a la pequeña y mediana industria”, o sea convertir a pesos la deuda privada en dólares. Es decir que mientras que el consumidor deberá sufrir la devaluación a pleno con el aumento correspondiente de los precios, el capitalista o el pequeño burgués endeudados serán rescatados por el Estado mediante la conversión de sus deudas en dólares a pesos devaluados. Es precisamente lo que están haciendo los gobiernos proimperialistas de Asia en este momento, que apelan para ello incluso a la nacionalización temporal de algunos bancos para rescatar a los deudores capitalistas con fondos públicos. El texto que estamos examinando no plantea, curiosamente, la confiscación de la gran banca y cree suficiente para enfrentar la crisis, “fortalecer… a la banca pública” existente, suponemos que incluyendo en este ‘fortalecimiento’ a las AFJP de la ‘banca pública’ y, por lo tanto, a todas las AFJP en general. Para quienes fueron otrora partidarios de la “patria socialista”, la renuncia a nacionalizar sin pago a la banca y mantener el régimen confiscatorio de la jubilación privada, constituye un claro ‘aggiornamiento’ político, es decir un retroceso. El “Plan de Salvación Nacional” no plantea en ningún momento las dos grandes medidas que servirían auténticamente a esa salvación: el desconocimiento de la deuda externa y la unidad política inmediata de América Latina. En estas condiciones, el documento podrá reclamar para sí un nacionalismo de carácter ideológico, es decir, un nacionalismo que exalta al país propio en detrimento de las demás naciones, pero nunca un nacionalismo de carácter revolucionario, que es aquel que tiene por objetivo eliminar al imperialismo, contribuyendo así a su desaparición en el plano internacional.


El planteo de devaluar el peso y rescatar a la burguesía endeudada constituye un aval anticipado que da el ‘peronismo revolucionario’ a la salida que ya tienen en carpeta los capitalistas para el momento en que la crisis actual llegue a su punto más alto. Se trata, por lo tanto, de una descomunal concesión ideológica a la oligarquía capitalista argentina. Este alcance del programa de ‘salvación’ es lo más grave de todo el planteo.


“Democracia participativa”


Es también interesante la posición del documento frente al actual régimen político y, por lo tanto, al Estado. No plantea por supuesto un gobierno de trabajadores, aunque reivindique el “socialismo nacional” sino que “convoca a todas las organizaciones intermedias” a la “Utilización plena de un sistema de democracia participativa”. El documento parece desconocer el hecho notorio de que ‘organizaciones intermedias’ como el Consejo Empresario, la UIA, la Rural, etcétera, tienen mucho más que una “participación” en el actual régimen político y que lo mismo ha ocurrido desde 1955 en adelante. En función de esto, lo menos que cabía esperar de un programa revolucionario es que planteara la expulsión de esas ‘organizaciones intermedias’ del poder del Estado, lo cual sólo es posible mediante la expropiación de los grandes capitalistas.


El planteo de la “democracia participativa”, sin embargo, pretende resolver una vieja cuadratura del círculo, o sea cómo conciliar un régimen político popular con el Estado burgués; es un intento de superar la separación entre la llamada “sociedad civil” y el Estado. Pero esta separación (contradicción) es inherente al capitalismo y al Estado burgués. Bajo el capitalismo la “sociedad civil” está dividida en clases, es antagónica y tiende a la guerra civil, por lo cual necesita un Estado que arbitre ese conflicto en el marco de ese antagonismo social. El Estado, para cumplir su función de árbitro, debe estar por encima de la “sociedad civil”. La democracia parlamentaria perpetúa esta división mediante la ficción de que la “sociedad civil” está representada, no por clases antagónicas, sino por individuos con iguales posibilidades, que se expresan mediante el voto.


La aspiración a conciliar sociedad y Estado expresa el interés social de conservar a una y al otro, la cual es propia de la pequeña burguesía que quiere mantener este sistema, de un lado, con una mayor injerencia política, del otro. Esta pequeña burguesía no se ha dado cuenta de que, históricamente, ya ha fracasado en esta tentativa. Todas sus creaciones partidarias, o sea el radicalismo, el peronismo y el frepasismo han terminado como agencias de la burguesía pro-imperialista. En lugar de sacar las conclusiones de esta realidad y luchar por la formación de un gran partido obrero, los autores del documento nos proponen seguir en el pantano vicioso de la reconciliación entre la sociedad y el Estado. La contradicción que Patria Libre y el Peronismo de la Resistencia quieren conciliar, solamente puede ser resuelta por la supresión del antagonismo entre las clases, lo que en definitiva llevará a que el Estado sea reabsorbido por la sociedad. De otro modo, queda abierta la ‘salida’ de la supresión de la sociedad civil por parte del Estado, que es lo que ha hecho el fascismo o la integración de las organizaciones populares al Estado, o sea la “comunidad organizada” de Perón, que no es más que una versión atenuada del fascismo. La “democracia participativa” es una contradicción en sus propios términos, esto porque donde hay ejercicio del poder por los explotados no hay Estado en el sentido clásico de la palabra, y donde hay Estado no puede haber gobierno de los explotados. Propugnar la integración de las organizaciones populares al Estado constituye un planteo reaccionario en momentos en que las masas necesitan más que nunca independizarse de los partidos patronales y de la tutela del estado capitalista.