El proyecto Massa-Stolbizer y los precios de los alimentos


El tándem Massa-Stolbizer acaba de presentar en el Congreso un proyecto de eliminación del IVA y otros impuestos en once productos de la canasta básica, lo que supondría, para el Frente Renovador, “reducir en un 20% el costo de los alimentos”.


 


En su reportaje del 25 de mayo, la ex presidenta CFK criticó la propuesta del Frente Renovador: “Bajando los impuestos no se bajan los precios, la diferencia se la queda el empresario”. Opuso, como alternativa, la reconstrucción del programa Precios Cuidados que supondría intervenir toda la cadena,“desde la producción a la góndola”.


 


 


Una alternativa inocua


 


El razonamiento del Frente Renovador se presenta de manera simple: si se le saca el IVA al asado, en lugar de los 130 pesos que hoy se paga por kilo, lo podríamos comprar por algo más de 100, al descontarle el tributo. Aparentemente, una mejora que, además, tendría la virtud de no afectar interés alguno, porque los recursos para cubrir la caída de los ingresos se cubrirían con recursos disponibles del Presupuesto 2017. Pero, ¿acaso una reducción de impuestos al consumo implica el abaratamiento de la canasta familiar (y, en esa medida, un aumento del salario real)?


 


Lo fundamental es que la eliminación del IVA choca con la resistencia de los industriales y comerciantes a una reducción de los precios.


 


Por eso la experiencia fracasó cuando se quiso aplicar.


 


En 1998 hubo una reforma impositiva que redujo el IVA al 10,5% para la carne, el pan, los alimentos frescos, algunas frutas y legumbres. ¿Cuál fue el resultado? Mientras el nivel general de precios fue del 0,9 en ese año, la inflación de alimentos y bebidas fue casi el doble, 1,7%. La baja de impuestos se convirtió en ganancia para los empresarios.


El gobierno de Cambiemos planteó la reducción del IVA sobre los alimentos en su campaña electoral y jamás la llevó adelante. Es más, a fines del año pasado dejó sin efecto la devolución del IVA para las compras con tarjeta de débito, una medida que había sido implantada en 2001. En los estudios llevados a cabo por la Afip cuando la reducción del IVA todavía estaba en estudio, “los asesores de Abad consideraron que la baja no necesariamente debía derivar en una reducción de precios”, sino en un auxilio a las empresas de alimentos para proporcionales “un mayor colchón para soportar incrementos de otros costos sin aumentar los valores de los productos”. ¡Es decir que la reducción del IVA no estaba concebida para reducir los precios, sino para subsidiar a las empresas a cambio de que no impusieran nuevos aumentos! (Ambito, 4/1/16).


 


Hasta el propio Mendiguren, del Frente Renovador, ha debido reconocer “que una propuesta similar se dispuso durante la gestión de Roberto Lavagna como ministro de Economía, que fracasó porque el comerciante en vez de bajar el IVA se quedaba con esos tres puntos”de rebaja del impuesto (El Cronista, 1/5).


 


Lo del Frente Renovador es un verso para la campaña electoral.


 


 


Qué salida fueron los Precios Cuidados


 


¿Acaso la salida que propone CFK -volver a los Precios Cuidados, lo que considera “intervenir desde la producción a la góndola”- es una alternativa superior?


 


La inflación real en los años 2014 y 2015 -que van desde los precios congelados de Moreno hasta los Precios Cuidados- fue del 24 y 26,9% y supuso el mayor ataque al salario en el conjunto de la “década ganada”. De paso, esto reveló que el gobierno CFK no se propuso tocar interés social alguno de los actores capitalistas que dominan el mercado de alimentos, desde la producción a la comercialización. Los Precios Cuidados se correspondieron con el intento del gobierno CFK de fijar un techo salarial, para lo que Kicillof hizo suyo el discurso neoliberal, presentando a los salarios como causantes de la inflación. En la fase final de su descomposición, el gobierno “nacional y popular” montó una bicicleta financiera sobre la base de tasas de interés altas, dólar planchado y reducción del salario real.


 


 


Programa


 


La sola modificación de la estructura de los impuestos no lleva a la baja de los precios ni a la mejora del salario real. La reivindicación de la supresión del IVA  debe ir acompañada del planteo de la apertura de los libros de las empresas y del control obrero, que supone una intervención genuina en toda la cadena. De otro modo, es sólo un espejismo.


 


En la era de la declinación capitalista, los monopolios y su Estado instrumentan el régimen impositivo no sólo para sostener los gastos de funcionamiento del sistema capitalista, sino para convertirlo en un instrumento de la burguesía en la lucha por rebajar el nivel del salario real y expropiar el trabajo de los sectores medios. No es por casualidad que en los últimos treinta años el trabajador argentino haya sido sometido al IVA -implantado por el tercer gobierno peronista para compensar la rebaja o anulación del aporte patronal a las cajas de jubilaciones, por lo que pasó a aportar dos veces a su jubilación, mediante su aporte personal y el IVA- y que luego continuara el saqueo con el impuesto a las Ganancias sobre el salario. Lo que ha llevado a que, aldía de hoy, casi la mitad del sueldo bruto del trabajador se lo lleva el Estado a través de los aportes patronales, el IVA, el impuesto a las Ganancias y el llamado impuesto inflacionario.


 


La lucha por la derogación del IVA y los impuestos indirectos supone enfrentar al Estado y librar una lucha claramente política, que debe conducir “inevitablemente más allá de los límites de la propiedad capitalista y del Estado” (Programa de Transición).