Políticas

29/10/2015|1387

El que gana conduce (a la derrota); el que pierde, dinamita


“Fuego amigo”, dijo Aníbal Fernández para referirse a su derrota. Apuntó a Casal, futuro ministro de Scioli, y “a los intendentes que tuvieron su castigo, porque perdieron”. El fuego amigo empezó por arriba, porque fue de conocimiento público el reparto de boletas cortitas de parte de Scioli en múltiples distritos bonaerenses cuando advirtió que la candidatura de Aníbal lo hundía, entre otros lugares, nada menos que en Lomas de Zamora. Pero por abajo, fue un sálvese quien pueda, tanto de los intendentes del FpV como de Massa. Estos últimos, con autorización de su jefe repartieron boletas cortas y tijeras para defender sus kioscos y así, y sólo así, el massismo defendió una decena de intendencias. El macrismo ganó 65 intendencias bonaerenses, de manera que el peronismo oficial quedó con menos ante la gobernación de Vidal.


 


Otro afluente del fuego amigo fue la Iglesia. Según la revista “Crítica”, con monseñor Arancedo a la cabeza, desde los púlpitos de las parroquias se impulsó “detener al narcotráfico con la voluntad popular”. Nadie desconoce los vínculos de Julián Domínguez -otro ministeriable-, tanto con el clero de cabotaje como con el romano. Otro que llamó en provincia a votar a Felipe Solá fue La Alameda, que aunque sin votos en la provincia, es un indicativo directo de las posturas de Francisco.


 


El corte de boleta no ha sido reflejo de la “madurez del peronismo”, sino de un salto en su descomposición. Es interesante ver que, con la buena votación que logra Massa compitiendo con sus propuestas fascistizantes por derecha con el macrismo, no está en condiciones de colocarse como candidato a una reorganización del peronismo. Sus votos fueron netamente opositores y negociará con Macri, lo que agravará la crisis del peronismo y la disgregación de sus filas de punteros. Por otro lado, el massismo tiene nueve diputados dispuestos a retirarse del Frente Renovador, con Roberti a la cabeza (su mujer ya se fue), pero hacia Scioli.


 


¿Seguirán ese curso?


 


Interesan, en este marco, los movimientos de la burocracia sindical. El balotaje vuelve a complicar la estrategia de unidad sindical peronista de Moyano, que con seguridad acentuará el apoyo a Macri puesto que por primera vez en varios años su olfato habría funcionado un poquito. La trenza de Caló se aferra más todavía a Scioli. La “unidad para garantizar la paz social”, como marcó Maturano, deberá esperar y luego deberá pasar por el tironeo de prebendas con el nuevo gobierno para garantizarla, contra los trabajadores que deberán enfrentar el ajuste.


 


El triunfo macrista tiene en provincia dos vertientes claras de fondo. Un voto democratizante, digamos de orientación progresista, contra la tenebrosa candidatura del responsable político de los crímenes de Kosteki y Santillán y del territorio liberado del crimen de Mariano. Contra el hombre de vínculos directos con las fuerzas de seguridad represivas y los servicios corruptos de espionaje. Contra “la morsa”.


 


Por otro lado, el interior bonaerense se pintó de amarillo por el vuelco en masa del capital agrario devaluacionista a Vidal. El debate de gobernadores que no hubo fue en el Congreso de Carbap, al que Aníbal pegó el faltazo, por razones bien distintas que nosotros, desde luego. Stolbizer firmó todo tipo de compromisos con los reclamos del capital agrario, pero se votó el original, ante una copia sin destino.


 


Sectores de trabajadores han votado a Macri. No sólo por repudio a la confiscación impositiva e inflacionaria. También pesa la creencia de que la devaluación y el levantamiento del cepo liberarán una economía en recesión y con perspectivas de agravamiento de suspensiones y despidos. Lo vimos en los ferrocarriles, en las siderúrgicas y gráficas y también en porciones enormes entre docentes y aún estatales.


 


El macrismo se ha dotado en la provincia de no pocos aparatos de Estado, el provincial y la mitad de las intendencias, y, muy probablemente tenga el nacional como viene la ola. Pero se trata de un rejunte político heterogéneo y que siendo la derecha, ha tenido que vestirse de “progre”. “La revolución del amor” del macrismo termina el 11 de diciembre cuando empiecen a gobernar las fabulosas contradicciones sociales de la provincia de Buenos Aires.


 


El macrismo ha sido el vehículo electoral en la apertura de esta nueva fase de la crisis del peronismo y el radicalismo. El hundimiento de Stolbizer y nuestra victoria sobre ella en su provincia, marca otro aspecto que es el fin de la centroizquierda, en línea con la jubilación de Binner en Santa Fe. Sabbatella, aliado a Aníbal y a Scioli, perdió hasta Morón.


 


Resistimos esta ola, por la decidida campaña del Partido Obrero, en soledad en la provincia por parte del FIT, con una clara agenda de clase, marcando una perspectiva a los trabajadores ante los verdugos de la clase obrera, caracterizando la crisis y el ajuste que preparan y denunciando a las izquierdas kirchneristas, unas aliadas a Aníbal -como La Cámpora y Nuevo Encuentro-, las otras, como el Evita, nuevos sciolistas fanáticos.


 


Allí, nuestros 400 mil votos son un lugar político conquistado formidable, preparatorio de las grandes batallas en el movimiento obrero, contra el ajuste y contra la promesa macrista de limpiar los sindicatos de troskos. La madre de las batallas empieza ahora en la provincia y pondrá a prueba al clasismo y al Frente de Izquierda para dar otro salto político en el nuevo período de lucha de clases que se avecina y para intervenir como construcción política histórica en la crisis del peronismo.