El significado de la ocupación de fábrica

Una polémica en la izquierda


Entre las consignas de convocatoria al 1° de Mayo por parte del Frente de Izquierda, ni el PTS ni Izquierda Socialista aceptaron la consigna “Por la ocupación de las fábricas que cierran”, propuesta por el PO. Se trata de un hecho político que no conviene dejar pasar porque, claramente, importa a la intervención del clasismo en una etapa marcada por numerosos cierres de fábrica y despidos masivos.


 


El año comenzó, para ser más precisos, los días previos a la Navidad de 2016, con la ocupación del Conicet, donde los Jóvenes Científicos Precarizados y la AGD jugaron un gran papel impulsando la ocupación, resistida por sectores del sindicalismo kirchnerista que luego se plegó a la medida. No pasaron muchos días y el 16 de enero los gráficos de AGR Clarín ocuparían la planta durante 80 días, hasta el desalojo por parte de un descomunal operativo policial con orden judicial, un día después del paro nacional del 6 de abril. La lucha sigue en un acampe al frente de la planta.


Los compañeros del FIT pusieron como argumento que la ocupación de fábrica “es un método más como hay muchos otros, la huelga, la movilización, el piquete, etc.”. Nuestra divergencia es enorme.


 


La ocupación de fábrica es el método de clase por antonomasia que desafía la propiedad capitalista de los medios de producción y al Estado capitalista estructurado en su defensa, y él mismo constituido en patrón de todos sus empleados. La huelga conlleva también un principio de insurrección ante el poder patronal, aunque no alcanza aún el dominio del medio de producción en esa lucha. En el caso de la ocupación de fábrica, los trabajadores bloquean el uso de esos bienes por parte de la patronal y la posibilidad de que sean empleados para introducir otros trabajadores, para destinarlos a otros fines o para enajenarlos.


 


Se trata de un método fundamental en la lucha de clases contra los cierres de empresas y contra despidos masivos, más aún en tiempos de enorme desocupación y disponibilidad de un ejército de reserva de desocupados, precarizados y trabajadores en negro disponible para enfrentar a los trabajadores entre sí. Por otro lado, cuando de cierres de plantas se trata, la huelga con todo su enorme potencial como medida de lucha, se transforma en pólvora mojada porque la propia patronal ejercita el cierre o en otros casos el lock-out. Los piquetes sirven a una y a otra como medida de apoyo.


 


La clase obrera argentina tiene una riquísima tradición de lucha en este sentido. La ocupación de los 9.000 obreros del frigorífico Lisandro de la Torre marca una etapa histórica de la resistencia obrera frente al plan Conintes, del gobierno de Frondizi, que subió con el voto de Perón. En 1975 fueron decenas y decenas las fábricas ocupadas en el marco del movimiento de las coordinadoras fabriles que desembocaron en la huelga general de 1975 contra el gobierno de Isabel Perón. En 1985 se ocupó la Ford, en defensa de 50 activistas, en lo que constituyó una ola de una docena de ocupaciones simultáneas entre ellas Volcán, Frigorífico Tres Cruces, Viplastic, Minetti, Banco Cooperativo, regional Córdoba y otras; el método se repetiría ante el cierre de los diarios “Tiempo Argentino” y “La Razón” en el gremio gráfico, entre las experiencias más resonantes de grandes luchas de esa década.


 


Con la Ford en el ‘85, constituimos un atisbo de coordinadora de cuerpos de delegados con Editorial Atlántida y Terrabussi entre las plantas más importantes. Esa coordinación, junto a sindicatos de base docentes, fue convocante de un gran acto en la puerta de Ford el 1° de Mayo, dos meses antes de la ocupación del gigante automotriz. Editorial Atlántida, diez años después, ocuparía su planta en medio de la década menemista en una acción que tuvo enorme repercusión internacional por enfrentar la ola de flexbilización laboral mundial de la etapa.


 


El debate tiene enorme actualidad. Alrededor de la ocupación de AGR, se produjeron maniobras de la burocracia de la UOM para evitar la ocupación de Banghó, al igual que por parte de la burocracia de Sanidad contra el cierre de Roux. El tema fue motivo de debate en Baradero, por los cierres de plantas como Germaíz, Atanor y otras. En ATE, donde hubo miles de despidos y pueden venir muchos más tras las próximas elecciones, la dirección kirchnerista de Capital se opuso a las ocupaciones en un plenario de delegados planteando que el debate era el “modelo”. O sea que eludieron la lucha directa por revertir los despidos masivos y, en cambio, colocaron la “resistencia” y las movilizaciones en función del “volveremos” del kirchnerismo.


 


Es conocido que en lugares donde el PTS y otros grupos de izquierda tuvieron responsabilidad sindical y hubo conflictos como Mafissa, Alicor, Gestamp, Lear y Donnelley, entre otros, no hubo ocupación de fábrica y, por caso, medida alguna por parte del colectivo fabril. En algún caso, se sustituyó la acción obrera por el petardismo mediático. En el caso de Donnelley, y durante el período de vaciamiento previo al cierre, no hubo una medida de acción directa antipatronal y luego se pasó a una ocupación consentida por la propia patronal que abandonó a los trabajadores a su suerte, con anuencia del Estado, para empezar la actual experiencia cooperativa.


 


Que el colectivo de trabajadores de un lugar determinado no acepte una medida de esta profundidad tiene que ver con su nivel de conciencia, organización y preparación. Pero todos esos factores se enlazan decisivamente con el carácter de su dirección gremial.


 


La ocupación de AGR, aislada por la burocracia sindical, ha cumplido un papel en la etapa, marcando un rumbo. Fue una respuesta a la altura del ataque patronal de cierre contra 380 trabajadores para flexibilizar y arrasar la organización sindical clasista, una acción a fondo, al igual que Atlántida en los duros años ’90, con un colectivo de trabajadores que tenían la indemnización a disposición. Eso requiere un alto grado de conciencia y organización. Es resultado de una vasta preparación política y programática de los trabajadores, precisamente el papel que tiene que jugar el clasismo y la izquierda obrera y socialista. Por ello, más que nunca ante la ofensiva de fondo de la coalición del ajuste: por la ocupación de toda fábrica que cierre.


 


 


 


Foto: Ocupación del Frigorífico Lisandro de la Torre en 1959