Políticas

16/2/1995|438

El turno de Argentina

Nadie refutó todavía la información de que Argentina ha perdido reservas desde la crisis mexicana por más de 7.000 millones de dólares, lo que equivale nada menos que a un 40% de las reservas disponibles antes de la crisis. Unos 4.500 millones fueron “graciosamente” otorgados por Cavallo a los bancos, para que sustituyan sus encajes en pesos, y otros 2.500 millones fueron retirados por los depositantes. Pre­tender negar que estos datos están indi­cando que Argentina marcha a una cesa­ción de pagos, es decir a la quiebra, es querer tapar el cielo con un paraguas.


Esto es sólo una parte del problema, porque menos conocido es el hecho de que Argentina está primera, delante de Brasil y de México, en el nivel de su endeuda­miento público con respecto a las exporta­ciones. Es del 416.2% contra el 314.4% del primero y230.5% del segundo (The Financial Times, 27.1). Pero según un informe del Banco de Basilea, la parte de la deuda argentina “difícil de posponer o rene­gociar” es de más de 30.000 millones de dólares, o sea alrededor del 30% de su deuda total y dos veces y media por encima de las reservas que dispone. Esta es otra manifestación de la tendencia a la cesa­ción de pagos.


La pérdida de reservas del Banco Cen­tral ha estado financiando la fuga de capi­tales del país, lo cual ha liberado a los grandes bancos de su responsabilidad de traer dólares del exterior para hacer frente a los retiros de los depósitos de sus clientes. A la hora de pagar las cuentas, el mundo capitalista, en lugar de “globalizarse” se “nacionaliza”. Pero este rescate de los bancos por parte del Estado no ha elimina­do en absoluto la perspectiva de bancarro­ta de los propios bancos, afectados por la caída de la cotización de los títulos públicos y privados que tenían en su cartera y por la dificultad de repago de los préstamos por parte de sus clientes. De acuerdo a infor­maciones fidedignas, esta morosidad llega al 35% y es ya del 13% en los bancos considerados más fuertes. La tentativa del gobierno de minimizar la crisis, alegando que los bancos que ya han quebrado son pequeños, ha quedado desmerecida por la información de que dos grandes pagos al exterior que debían hacer Sevel y Zanella quedaron bloqueados como consecuencia de la caída del banco Extrader y de la no devolución del dinero que allí tenían depo­sitados esos grupos. Incluso, el Citibank es uno de los mayores acreedores del Extra­der, así como del Finansur, lo cual explica la Recuperación” de este último (El Eco­nomista, 13.1).


La confusión que reina en el gobierno en tomo a todo este asunto está demostra­da por el hecho de que primero afirmó que no dejaría caer a ningún banco y luego pidió al público que deposite en los bancos “serios”. Otra metida de pata fue el anun­cio de que se intentaría prolongar los pla­zos de los depósitos bancarios. Esto último está advirtiendo que el gobierno se dispone a congelar los depósitos en los bancos, lo cual debería ir acompañado naturalmente por una devaluación de la moneda.


Esta situación debe necesariamente agravarse como consecuencia de la rece­sión que ya provoca el retiro de capitales y de la caída de la recaudación de impuestos que uno y otro hecho también están crean­do. La consecuencia deberá ser una’ acen­tuación de la morosidad de los clientes de los bancos, una mayor suba de las tasas de interés y una menor capacidad del gobier­no para financiar los gastos públicos. No debe asombrar entonces que la prensa chilena, colombiana, brasileña y norte­americana esté anunciando el tumo de Argentina en la próxima volteada.


Lejos de diferenciarse” de México, Cavallo ha tomado el camino de este últi­mo al salir a pedir prestado a noventa días a altas tasas de interés. El proceso que precedió a la caída de México se caracteri­zó precisamente por el veloz crecimiento de la deuda pública a corto plazo. Pero al igual que en México, Cavallo recurre a esta política suicida porque necesita fondos para cubrir las pérdidas que han sufrido los grandes bancos, los cuales han culpado al gobierno por la presente situación, acu­sándolo por no haber mantenido y aun acrecentado el “superávit fiscal”. El des­tino de Cavallo y del gobierno depende de la superación de esta crisis con los bancos, en especial con el Citi, lo cual explica las nuevas deudas que está contrayendo. La incapacidad de socorrer a los bancos o una devaluación provocarán con seguridad “un golpe de mercado” y la caída del gobierno.


Hasta ahora estuvo actuando una lla­mada “red de seguridad” constituida fundamentalmente por el Banco Nación, la cual ya ha prestado más de mil millones de dólares a los bancos en dificultades contra la garantía de la cartera de présta­mos de éstos. Como difícilmente este dine­ro pueda recuperarse en un plazo previsi­ble, es inevitable que los bancos que inte­gran la red reclamen un resarcimiento al Banco Central, lo cual entrañará un im­pulso inflacionario. La lucha por quedarse con las mejores carteras de los bancos en dificultades ya ha desatado varias crisis del Banco Central y en el ministerio A Economía, los cuales pretenden evitar una liquidación de bancos que los grandes ban­cos están reclamando en su beneficio. Las contradicciones insalvables del capitalis­mo constituyen la miga y el grano de toda la crisis.


Es posible asegurar que las afirmacio­nes de Cavallo, de que responderá con “más de lo mismo” a una fuga de capita­les, no pasa de una fanfarronada o, más importante, un intento de justificar los millones de dólares que ha entrega do a los especuladores desde el comienzo de la crisis. El Estado no puede renunciar a la moneda nacional y a la posibilidad de emitir moneda precisamente en medio de una crisis bancaria que le reclama que actúe como salvaguarda del conjunto de los intereses capitalistas. Una “dolarización” completa, con un nivel interno de precios superior al internacional, conduci­ría al país a un derrumbe industrial inme­diato. La política de Cavallo es dolarizar las tenencias de los bancos para luego devaluar los pesos que queden en los bolsi­llos de los trabajadores y los salarios en general.


La nacionalización sin pago del siste­ma bancario y el desconocimiento de la deuda externa, son dos medidas inevita­bles para frenar una crisis de alcances incalculables para el pueblo. El intento de rescate de la dase capitalista a costa de las masas debe ser desbaratado por la confis­cación de los explotadores y especulado­res. No hay que olvidar que los banqueros, los capitanes de la industria y los terrate­nientes ya han ganado y trasladado verda­deras fortunas al exterior. Confiscarlos no sería más que expropiar a un expropiador.