Políticas

18/11/2004|877

El verdadero “cuento chino”

Aunque los voceros del régi­men lo atribuyen a “desprolijidades” o “errores de comunicación”, los anuncios y des­mentidas en tomo de un “megaacuerdo" con China retratan una im­passe más profunda del gobierno.


Con menos centimetraje que el dedicado al “cuento chino", pero en forma simultánea, circuló la noti­cia de que el FMI, violando los acuerdos vigentes, habría decidido no reembolsarle a la Argentina los millones de dólares pagade­ros por el país entre junio de 2004 y marzo de 2005. Si el FMI no rein­tegra esos recursos, incorporados a los ingresos del Presupuesto 2005- la Argentina debería realizar “aho­rros” equivalentes. El FMI dejaría caer el acuerdo actual, para “discu­tir un nuevo arreglo con “sus con- dicionalidades” (Clarín 9/11). Es decir que a la salida del “túnel” de arreglo con los bonistas, lo que le espera a Kirchner es una nueva crisis con el Fondo.


China, ¿“tercera vía”?


Es este cuadro el que “puede haber alentado la posibilidad de un megacrédito con China que le permitiera salir al país de la tutela del organismo” (Ídem). Como el enfer­mo que sueña con curaciones qui­méricas, Kirchner pretendió ver en el acuerdo con China una salida a la impasse de la deuda externa.


En el poco tiempo que duró el cuento chino”, los nacionales y po­pulares no perdieron la oportuni­dad de señalar que Kirchner esta­ba abriendo paso a un “tercer ca­mino entre los yanquis y Europa’’. El problema es que China misma no pertenece a ninguna tercera al­ternativa. En el rubro de los hidro­carburos, por ejemplo, que concen­tra los mayores anuncios de inversiones, las compañías estatales chinas “abrieron su capital… a Ex­xon Mobil, British Petroleum y Shell” (Clarín, 7/11). Una enajena­ción de la plataforma del Mar Ar­gentino al imperialismo, mediante la asociación de Enarsa con las “Enarsas” chinas, seria como un caballo de troya de las grandes pe­troleras en Argentina. La “tercera vía China” es, por lo tanto, un mi­to de escribas.


Lo cierto es que mucho antes de viabilizar una “corriente de inver­siones”, China ha planteado un re­clamo ‘clásico’ de “Europa y EE.UU”: una apertura comercial irrestricta. La penetración del capi­tal imperialista en China exige “li­bertad de comercio”. En su escala previa a la Argentina, el presidente Hu Jintao firmó un acuerdo con Brasil por el cual el gobierno de Lu­la reconoce a China como “economía de mercado”, desestimando cual­quier acción protectiva contra las importaciones de manufacturas desde ese país. A cambio de esta dis­posición, Lula logró una apertura del mercado chino a la carne porci­na y aviar brasileña. “Si la Argenti­na otorga ese reconocimiento, ter­minará afectando precisamente a los sectores más beneficiados por el modelo postdesvaluación”, (Página 12,13/11). Las inversiones chinas se orientan, dice La Nación (13/11), “no sólo a los recursos, sino que tam­bién buscan el abastecimiento de mercados y… la producción en na­ciones de mano de obra barata”. En la industria pesquera patagónica, China reclama contra la “rigidez” de las leyes laborales argentinas, es decir que consideran demasiado be­néfica para el trabajador a la legis­lación “bandeo”.


La restauración capitalista en China ha arrojado a la competencia mundial a la clase obrera más impor­tante del planeta. El régimen chino actúa a cuenta del imperialismo con­tra la clase obrera internacional, contra sus conquistas y condiciones laborales. Los progresistas Kirchner y Lula tampoco le hacen “asco” a es­ta perspectiva catastrófica.


Fracaso en puerta


El gobierno de Hu salió a desmentir, sin embargo, la “envergadura” del alardeado acuerdo. Es que la buro­cracia china se mueve en los marcos que el FMI y sus consortes han es­tablecido para Argentina. Estos no rechazan la posibilidad de una co­rriente “exportadora de productos primarios” desde América Latina a China, pero en la perspectiva de con­tribuir a pagar la deuda externa.


Con o sin megaacuerdo con China, la crisis planteada en torno suyo sacó a la luz que la pretensión de reconstruir a la nación sobre las viejas bases sociales, repudiadas por el Argentinazo, es el fondo del verdadero “cuento chino”.