El XVIII Congreso: ‘Congreso Marcelo Martín’

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El 7 de junio de 1969 moría en Córdoba Ernesto Foix (Marcelo Martín, para sus compañeros de lucha y de partido) en “un accidente de características poco comunes, pero terriblemente fatal”. La frase es de Adán Vega, un luchador incansable de IKA Renault, fundador de una de las primeras agrupaciones que en el país enarboló con orgullo la palabra “clasista”: Vanguardia Obrera Mecánica-VOM.

Casi cuarenta años después, Ernesto es el presidente honorario del XVIII Congreso de nuestro partido.

La militancia política de Ernesto comenzó en la Universidad del Sur, Bahía Blanca, en la Liga de Estudiantes Humanistas. Nacida a instancias del clero, la Liga había sido parte del movimiento nacional de apoyo a la creación de “universidades libres”, privadas y confesionales, impuesta por el gobierno de Frondizi. En la década del ’60, sin embargo, la radicalización provocada por la Revolución Cubana produjo una crisis profunda en el seno de la juventud católica, base militante del Humanismo. Se puso en discusión el apoyo del clero a la Libertadora. En Bahía Blanca, los curas jóvenes y los seminaristas dejaron sus hábitos en masa y se volcaron apasionadamente a la búsqueda de un canal militante y al estudio de los clásicos del marxismo. Se pretendía realizar una síntesis entre la teoría de la evolución y el principio de Dios, esbozada por Theilhard de Chardin.

(En la vieja residencia para estudiantes en que vivíamos, dos enormes altoparlantes de cara a la Avenida Colón difundieron la Segunda Declaración de La Habana, proclamada por Fidel Castro en febrero del ’62, durante días y días.)

Confusamente, la batalla contra el “reformismo” en las universidades nos había llevado (antes) al estudio de las obras de Trotsky y al vínculo efímero con Palabra Obrera (morenismo). En 1964, Ernesto tomó contacto con el núcleo fundador de Política Obrera, abrevamos en las primeras revistas teóricas y elaboramos nuestra primera definición política: el rechazo a la disolución política que significó el entrismo en el peronismo y en las 62 Organizaciones llevada adelante por el morenismo.

El marxismo era aún una batalla pendiente. Ernesto era, en ese entonces, “editor director” de un periódico inspirado en una de las vertientes del “social cristianismo”, inspirada en Emmanuel Mounier, autor del Manifiesto Personalista, que vastos sectores del clero pretendieron oponer al Manifiesto Comunista.

Nadie como Ernesto para rechazar la ambigüedad. Convocó a la mejor propagandista de un grupo de jóvenes marxistas de Bahía Blanca, que había roto por la izquierda con la Federación Juvenil Comunista, para exponer sobre el mito de las religiones y de la idea de Dios. Luego de un plenario en que no quedó piedra sobre piedra de antiguas convicciones, la inmensa mayoría de los “personalistas” cristianos (¿25, 30?) abrazó el ateísmo y, en definitiva, el marxismo revolucionario.

Junto a otros compañeros, Ernesto Foix ingresó en Política Obrera el 1º de mayo de 1965. La primera regional del naciente partido se constituyó sobre tres vertientes: jóvenes de la Acción Católica, “social cristianos” y marxistas provenientes de aquella escisión de la FJC, que actuó por un breve período como Vanguardia Revolucionaria.

Bahía Blanca fue el primer gran escenario de Ernesto como dirigente. Empeñó la batalla por la conquista del proletariado industrial a través de la agitación constante y la proletarización. Es de aquel tiempo la penetración en la Carne (frigorífico Cuatreros) y, por sobre todo, en la Uocra, que dio origen a la primera agrupación orientada por el PO en la zona y a los primeros obreros (chilenos politizados en varios casos) que ingresaron en el partido.

Córdoba en las vísperas

En junio de 1966, las FFAA derrocaron al débil gobierno de la UCR e instalaron una dictadura militar que se propuso crear una Segunda República. Ernesto Foix se instala en Córdoba con la misión de fundar una regional en la provincia, donde se encuentra con el proletariado industrial más concentrado del país. Al poco tiempo, ingresa como operario en la fábrica Transax (actualmente VW), una de las siete plantas organizadas en el Smata. Estas fábricas van a constituir el laboratorio de lo que sería la huelga política de masas más importante de la historia argentina.

Ernesto lideró un inmenso proceso de preparación política del Cordobazo. Desde 1966, IKA (luego Renault) fue el centro de sucesivas batallas contra las patronales empeñadas en rebajar los “costos laborales” y aumentar la “productividad”. Desde 1966 a 1968 el rendimiento hora del trabajador mecánico había aumentado entre un 60 y 80% por medio del incremento de los ritmos de producción. La agrupación VOM creció al calor de una agitación intensa contra la superexplotación. Un texto que quizá tiene la autoría de Ernesto, una semana antes del Cordobazo, informa sobre “la gigantesca influencia que ha alcanzado la agrupación clasista VOM en los últimos cuatro meses. Las principales secciones de la fábrica han seguido las orientaciones prácticas de la agrupación en el 90% de los conflictos, en especial en la lucha contra la ‘racionalización’…”; una influencia que “no es sindical sino también política”, desde el momento en que para construir la agrupación “se discutieron los problemas tácticos del movimiento obrero y revolucionario, la lucha contra la represión, la unificación con el resto de las luchas… y la construcción del partido” (Política Obrera Nº 51, 21/5/69).

Bajo la dirección de Marcelo Martín, Política Obrera fue una corriente viva y actuante en el Cordobazo. En el periódico anterior al 29 de mayo, se vaticina la insurrección obrera y se traza una orientación: “Por un inmediato paro nacional… Ni recambio burgués, ni salida burguesa, ni planteos tácticos burgueses. Córdoba indica el camino: derrocar a la dictadura, imponer un gobierno obrero y popular que expropie a los monopolios y llame a una Asamblea Constituyente” (ídem anterior).

La jornada del 29 de mayo nace por mandato del plenario de delegados (con barra) del Smata Córdoba, que exige un paro de 48 horas con movilización, en primer lugar contra la derogación del ‘sábado inglés’ (que permitía trabajar 44 horas y cobrar 48), y supera todas las previsiones de la dirección de la CGT. Al mediodía, los trabajadores han derrotado a la policía y son dueños de la ciudad sin que la dirección sindical (Torres, del Smata, bajo la dirección de la CGT de Vandor; Tosco y Ongaro, de la CGT de los Argentinos) atine a nada. Con el transcurso de las horas, sus emisarios llaman al repliegue. A las 15 horas, el Comité Regional Córdoba de PO se reúne de emergencia en el Hospital Rawson, en la Bajada Pucará, bajo la dirección de Ernesto y, a las 17 horas, se hace público el Comunicado Nº 1 “dado en territorio ocupado por el pueblo”, que llama a organizar “comités de barrio y de barricada que junto a las CGTs se constituyan en el gobierno provisional, obrero y popular de Córdoba. Por el inmediato desarme de todas las fuerzas de la represión (a esas horas varios policías se habían rendido y entregado sus armas a los piquetes obreros concentrados en las barricadas), por el levantamiento inmediato del estado de emergencia en todo el país, por el armamento de los trabajadores, estudiantes y el pueblo, por el derrocamiento revolucionario de la dictadura y la implantación de un gobierno obrero y popular” (Política Obrera Nº 52, 4/6/69).

“Córdoba alumbró la semana pasada la huelga política de masas más extraordinaria del país en los últimos cincuenta años… se ha puesto a luz el fenómeno fundamental de todo el proceso político y social del país: el nacimiento de una vanguardia revolucionaria obrera” (ídem). Ernesto o Marcelo fue actor, no partenaire, de este alumbramiento.

Muchas cosas más podrían plantearse. “No conocí otro tipo que pudiera demoler literalmente una posición y, a la vez, lograr que el derrotado saliera con más empeño que nunca a su nueva batalla”, fue el reconocimiento inmenso de uno de sus compañeros en Córdoba.

Ernesto fue “todo esto”, en sólo cinco años. Una contribución enorme, valiosa, rica, pasional a la lucha por la emancipación humana. Hubo luego que asegurar la continuidad. Sin Marcelo Martín, fue mucho más difícil.