Políticas

25/5/2000|666

En las vísperas del congreso

El XI Congreso del Partido Obrero tiene lugar en el marco de lo que es claramente un nuevo agravamiento de la crisis mundial.


Nuevo derrumbe


El derrumbe generalizado de las Bolsas de los principales países, en los últimos tres meses, ha puesto en evidencia el límite alcanzado por la recuperación de la llamada crisis asiática, que debutó en Tailandia a mediados de 1997 y culminó con la devaluación brasileña de los primeros meses de 1999. Es que la cadena de devaluaciones monetarias que provocó la crisis en Asia, sólo ha servido para acentuar la competencia internacional y para poner de manifiesto el enorme capital excedente que, a nivel mundial, tira hacia abajo la tasa de beneficio del capital, esto a pesar de la reducción de los salarios, del alargamiento e intensificación de la jornada laboral, de la racionalización de los métodos de producción aplicados en las principales ramas industriales y a pesar de las grandes fusiones capitalistas, es decir de una mayor centralización del capital. El principal motivo del fracaso de las llamadas fusiones y adquisiciones de empresas obedece a que fueron por sobre todo operaciones dirigidas a la obtención de ganancias financieras y a que sólo marginalmente afectaron a la industria, toda vez que la mayor parte de ellas involucró a los grandes grupos económicos de servicios y financieros.


La acentuación de la competencia capitalista internacional provocada por las devaluaciones asiáticas ha frustrado las expectativas de que la racionalización productiva protagonizada por el capitalismo norteamericano pudiera restablecer en términos duraderos el nivel de su tasa de beneficio, así como su nivel internacional. Ha dejado al desnudo, otra vez, el carácter mundial de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia capitalista. El déficit comercial norteamericano alcanza ya la cifra de los 400.000 millones de dólares al año y la sobreoferta de mercancías extranjeras ha comenzado a afectar la rentabilidad de los grandes pulpos de los Estados Unidos. Esta situación pone un límite a la posibilidad de proseguir con la gigantesca especulación en Wall Street, cebada por una política de emisión monetaria, del 6 al 8% anual en un marco de precios estables, y una reducida tasa de interés. Pero sin esta especulación, el mercado norteamericano se reduciría como cuero a la interperie, eliminando lo que es en la actualidad el principal mercado para el comercio internacional. Asimismo, como gran parte de esta especulación fue financiada por los capitales ociosos de Asia y de Europa, que son la contrapartida del déficit norteamericano, la acentuación de este déficit provocaría una huida de capitales de Estados Unidos y la devaluación del dólar –lo que a su turno desataría una gran deflación mundial toda vez que la moneda norteamericana se ha transformado en la única medida (ficticia) de valor del mercado mundial.


Las pérdidas multimillonarias sufridas por los mayores fondos especulativos, como el Quantum de Soros o el Tiger Management (el segundo en importancia de Estados Unidos), constituyen apenas un anticipo de la perspectiva de derrumbe de la presente crisis. Los especuladores internacionales han comenzado a especular a la baja de las cotizaciones de Wall Street, lo que no dejará de afectar la valuación del dólar, porque tal cosa entraña una salida de capitales. Pero incluso con independencia de esto, afectará profundamemente a la sociedad norteamericana, cuyo consumo e inversión están fuertemente condicionados por las ganancias de la Bolsa, al extremo que las llamadas empresas de Internet no se financian con capital propio sino mediante emisión de acciones; que las fusiones se realizan no con dinero, sino mediante intercambio de acciones; y a que el endeudadamiento de las familias se aproxima al 150% de sus ingresos; un 50% de ellas tienen inversiones en fondos de Bolsa. Quienes habían enterrado, por enésima vez, a la ley del valor a partir de los milagros de la ‘nueva economía’, hoy asisten azorados al derrumbe bursátil del 90% de las empresas tecnológicas y al inicio de quiebras en cadena. El valor de las empresas no está determinado por las llamadas ‘expectativas’ o por preferencias subjetivas, sino por la capitalización de los beneficios, en última instancia a la tasa media del mercado.


La tendencia alcista de la tasa de interés norteamericana, para contener el desborde especulativo, que ya es de un 50% desde mediados del ‘98, cuando fue reducida para rescatar al LTCM y a la decena de bancos que lo sostenían; esta tendencia tendrá un efecto depresivo enorme, no sólo a escala de los Estados Unidos sino especialmente en los países periféricos, que cargan con una deuda externa de proporciones confiscatorias.


El capitalismo, tomado en su conjunto, ha llegado hace bastante tiempo a un punto tal de madurez que el valor, o sea la producción para el cambio y para el beneficio comercial, se ha transformado en una base definitivamente estrecha para desenvolver las fuerzas de producción. Esta es la razón histórica de la falta de salida para la crisis que se arrastra desde hace más de un cuarto de siglo.


Europa y Japón


La perspectiva de la crisis mundial tiene su espejo en Japón, que ha entrado en su duodécimo año de depresión, esto a pesar de una inyección de fondos del Estado en la economía, del orden de los dos billones de dólares, y de una tasa de interés negativa. La alternativa a esta depresión habría sido que Japón hubiera permitido la quiebra en gran escala de sus monopolios capitalistas para de este modo eliminar del mercado el capital excedente y restablecer la tasa de beneficio y la motivación de la inversión; pero esto simplemente habría adelantado la depresión mundial. Ahora Japón agrega a su continua sobreacumulación de capital, una virtual quiebra financiera de su Estado, que acumula una deuda de 10 billones de dólares contra un producto interno de 4 billones. Si para rescatar al Estado, Japón repatriara su capital en el exterior, con ello sólo aceleraría el derrumbe financiero en Estados Unidos y Europa. Japón se ha visto obligado a abrir su propio mercado, por la presión en especial de Estados Unidos, y permitir el desplazamiento de algunos de sus monopolios en beneficio de los norteamericanos, en especial en el sector financiero y de servicios, lo que constituye un duro golpe para su expectativa de jugar un papel decisivo en la competencia mundial. Al mismo tiempo, sin embargo, su reciente decisión de crear un sistema de protección financiera asiático, con el apoyo de Corea del Sur y de China particularmente, demuestra que la crisis acentúa la rivalidad internacional entre Estados Unidos y Japón y con ello la inestabilidad de toda Asia.


Ninguno de los países golpeados por la crisis del ‘97-‘98 ha vuelto a su posición precedente. Tailandia, Indonesia y Filipinas han empeorado y se encuentran a las vísperas de un nuevo estallido económico; Corea del sur ha visto caer la autonomía de sus pulpos autóctonos, en especial los poderosos Hyundai y Daewoo; China enfrenta una quiebra generalizada de sus empresas estatales y una ola de luchas gigantescas contra los despidos que resultan de ella.


Uno de los síntomas más poderosos de la tendencia disgregadora del capitalismo mundial lo constituye la continua devaluación del euro, que sin embargo había sido concebido para equilibrar el sistema monetario internacional. Esa devaluación refleja la pérdida de competitividad de la burguesía europea frente a la fuerte racionalización económica de Estados Unidos, lo que acentúa la dislocación de la Unión Europea, debido a los diferentes lazos de sus países con el mercado internacional. Esta dislocación se acentúa, a nivel político, con el definitivo empantanamiento que reconoce la integración de los países del Este y la decisión de constituir un directorio político europeo comandado por Alemania y Francia, pero en definitiva por la primera. La crisis mundial ha vuelto a poner de manifiesto la utopía de los Estados Unidos capitalistas de Europa, así como su carácter reaccionario. Ni qué decir que ha dejado a contramano a todo el charlatanerismo izquierdista, tanto de origen staliniano como seudo-trotskista, acerca de una democratización de Europa. La restauración capitalista en el este de Europa se enfrenta ahora a su mayor crisis, ya que para avanzar hacia la integración al mercado internacional deberá ceder todas sus estructuras, admitir un vaciamiento económico, y en el caso de algunos de ellos (Polonia), enfrentar la confiscación en masa de sus agricultores.


El desequilibrio financiero y monetario internacional está haciendo estragos en Inglaterra, donde la sobrevaluación de la libra, sometida al mismo proceso especulativo del dólar, ha desencadenado una ola de quiebras industriales de las principales firmas internacionales. La noticia de que la Bolsa de Frankfurt va en camino de absorber a la Bolsa de Londres, en lo que se anuncia como la pérdida del último bastión de la burguesía inglesa, anticipa que el balanceo del Reino Unido entre Estados Unidos y Europa, antes de inclinarse hacia algún lado desatará una enorme crisis nacional.


Para colmo de males, la burguesía europea teme, más que a la desvalorización de su moneda, a una devaluación del dólar, que iría naturalmente acompañada por una crisis financiera. Esta alternativa haría saltar de inmediato a la mayoría de los frágiles gobiernos centro-izquierdistas y pondría a la orden del día a los gobiernos de unión nacional con un Haider adentro. En Europa, el enorme debilitamiento político sufrido por la derecha en los últimos años, incluidos sus sectores fascistizantes, plantea en algunos países la posibilidad de una acentuación de la tendencia al frente popular, que esta vez contará con el apoyo de los trotskistas que se han pasado al campo democratizante.


La periferia, por la pendiente


Un verdadero proceso de ruina ha tomado cuenta de los países periféricos. En América Latina, los llamados ajustes exitosos se han simplemente derrumbado; mencionemos a Bolivia y Perú, a los que se añaden Ecuador, Colombia, Paraguay, Argentina y, contra las apariencias, Brasil, cuya deuda externa como porcentaje del producto bruto ha crecido todavía más como consecuencia de la devaluación.


La catástrofe de Africa es claramente una expresión aguda y extrema de la crisis mundial. Así lo demuestra el derrumbe de las monedas de Sudáfrica y Zimbabwe, dos economías consideradas modernas en su sector de exportación. Pero lo mismo vale para todo el continente al sur del Sahara y para Etiopía-Eritrea, cuyas guerras civiles e internacionales no responden sino a una despiadada lucha internacional por la apropiación de minerales y materias primas, determinada por la necesidad de controlar un mercado mundial saturado y por el temor a caídas de precios que pueden provocar la ruina de poderosísimos pulpos internacionales (De Beer, la Anglo). Se ha producido en Africa una verdadera pulverización de sus ficticios aparatos estatales, lo que a su turno ha provocado una verdadera calamidad social de hambrunas y enfermedades. La burguesía mundial querrá poner en la cuenta del atraso de los negros lo que no es otra cosa que una manifestación despiadada de su propia crisis mundial y de sus propias tendencias destructi vas. El nacionalismo negro de contenido burgués o pequeño burgués, como se ve en la conducta de todos sus líderes, desde Mandela a Kabila, ha sido barrido por la crisis mundial; sólo una vasta alianza independiente desde el proletariado de Sudáfrica y Angola, junto al muy minoritario de otros países y a las masas de desheredados, podrá producir un renacimiento africano, en el marco de una movilización socialista a nivel mundial.


El incremento de la tasa de interés norteamericana ha liquidado para siempre las posibilidades de las políticas de ajuste deflacionario en América Latina. A pesar del enorme incremento que permitieron en la tasa de explotación de las masas latinoamericanas, no sirvieron en absoluto para abrirles a sus economías y a sus burguesías un espacio en el mercado mundial. Han sido esencialmente un negociado para los grandes pulpos internacionales de servicios. Es decir que fueron una vía limitada para contrarrrestar la tendencia al derrumbe del gran capital internacional en su conjunto. La devaluación brasileña y la dolarización ecuatoriana han sido la manfiestación más aguda de esta completa crisis del mal llamado modelo neoliberal. Ahora se encuentran en vías de desenlace las crisis de esas políticas económicas en Argentina, Colombia y Perú, y en los tres casos combinadas con crisis políticas que se encuentran en diferentes estadios de desarrollo. De conjunto, la crisis ha comprometido la experiencia del Mercosur, que las burguesías latinoamericanas miraban como una perspectiva de desarrollo continental. Un sector creciente de la burguesía norteamericana quiere obtener una nueva posibilidad de inversiones y de especulación transformando al Mercosur en un apéndice monetario de los Estados Unidos, para lo que impulsa una moneda única del Mercosur bajo un régimen de convertibilidad. Una expresión de la presión que se ejerce en esta dirección lo constituye el reclamo para dolarizar la economía argentina. Pero una dolarización inmediata de Argentina, cuando comienza una política deflacionaria en Estados Unidos y en el medio de una fuerte recesión interna, podría llevar a una crisis de características revolucionarias. Sería una variante, a escala muchísimo más grande, de lo que ocurrió en Ecuador a principios del 2000.


La experiencia democratizante en América Latina en los últimos veinte años se ha dado en el marco de un entreguismo económico sin precedentes, lo cual ha consumido todo el capital político que aún quedaba en los movimientos nacionalistas e incluso izquierdistas, y ha consumido todavía más y a una velocidad impresionante las tentativas pequeño burguesas de remediar ese agotamiento. La experiencia de Chávez, en Venezuela, que para defender el ingreso nacional y poder pagar la deuda externa ha reducido la producción de petróleo, despedido a miles de obreros y desactivado parte del capital estatal en existencia; como las experiencias izquierdistas del Frente Amplio, en Montevideo, o del PT, en Porto Alegre, o del FMLN, en San Salvador, y en general todas las que se encuadran en el Foro de San Pablo, que se caracterizan por su servilismo hacia el gran capital y su absoluta incapacidad para satisfacer las más elementales reivindicaciones de las masas; más la del Frepaso en Argentina; todas se consumen, aunque a diferente ritmo, bajo el impacto de la crisis mundial; todas estas experiencias llevan a la misma conclusión de que ninguna tendencia burguesa o pequeño burguesa podrá dar una salida a la crisis histórica en curso y, por lo tanto, que no podrá bloquear la tendencia a una crisis revolucionaria generalizada, en la que sólo les quedará actuar como bomberos contrarrevolucionarios, que es su única función histórica posible, es decir su función antihistórica inevitable.


La salida del capital


La larga duración de la crisis capitalista, que con estallidos cada vez más intensos se arrastra desde principios de los ‘70, a la par que muestra los límites de la burguesía mundial para encontrar una salida, señala las grandes líneas de ésta. Se trata de alcanzar una completa reestructuración de la división del trabajo internacional, bajo la conducción de un directorio de grandes capitales, bajo la hegemonía de Estados Unidos. Pero este proceso de reestructuración entraña, para ser precisamente una salida, una destrucción masiva de los capitales excedentes, la reapropiación de la masa mundial de beneficio por parte de los monopolios restantes, una elevación sin precedentes de la explotación de la fuerza de trabajo mundial y ‘naturalmente’ una internacionalización del mercado a escala colosal. Esto no solamente significa la completa absorción del viejo espacio anticapitalista representado por la ex URSS, China y sus ex bloques; no solamente la liquidación de los restos de autonomía de la perfieria; sino por sobre todas las cosas una modificación radical de la relación capital-fuerza de trabajo en las propias metrópolis. O sea un período de crisis políticas excepcionales y de luchas inmensas.


Lo que la crisis en curso pone de manifiesto (como ya lo pusieron de manifiesto las mayores crisis mundiales precedentes), es que la reapropiación de los ex Estados obreros y aún la colonización completa de los grandes espacios semi-independientes (Brasil, India, Sudáfrica, Indonesia, Australasia), no puede llevarse a término sin la previa reestructuración de las relaciones EE.UU.-Europa-Japón. Es ilustrativo que el alargamiento de la UE hacia el Este se encuentre condicionado ahora por la previa necesidad de modificar políticamente a la propia UE.


La guerra de la Otan contra los Balcanes ha sido muy instructiva en este sentido, porque la ocupación militar establecida se encuentra empantanada en todos los aspectos debido, por un lado, a las contradicciones entre Europa y Estados Unidos, que tienen intereses y objetivos diferentes, incluso para Europa, el Medio Oriente y Asia Central; y por el otro lado, debido a la contradicción entre los recursos políticos que hay que poner en marcha para alcanzar esos objetivos y las relaciones políticas democráticas, constitucionales y de organización popular imperantes en los Estados Unidos y en los países europeos. El rechazo por parte del Pentágono a comprometer tropas de tierra en las zonas en guerra; la oposición de Europa y dentro de Estados Unidos a las iniciativas de defensa antimisiles propuesta por el Pentágono; la nueva rivalidad entre Europa y Estados Unidos en las cuestiones de defensa; y de un modo general la oposición que se ha desarrollado con relación a la crisis económica mundial, los derrumbes bursátiles y las crisis monetarias; todo esto marca un límite insalvable para cualquier tentativa de recolonización mundial en la vieja y en la nueva periferia de las metrópolis capitalistas. No existe tal cosa como un frente único contrarrevolucionario mundi al. Lo mismo vale para las fantasías geopolíticas de conquistar el Asia Central para el dominio yanqui o de rodear con un anillo político-militar a Rusia y China; o más aún frente a la fabulación de crear una Otan donde las funciones de las viejas legiones romanas serían ejecutadas en el futuro próximo por ejércitos nacionales provistos de armamento standarizado e interconectado por un centro operador de satélites de comunicación. El imperialismo mundial no tiene más capacidad de iniciativa que aquella a que lo obliga el desarrollo de la crisis mundial, lo condiciona el nivel de lucha y organización de las masas, y que le permite el grado de crisis de dirección de la clase obrera internacional.


En esta etapa de la crisis mundial el imperialismo no puede dis pensar de las burocracias reconvertidas al capitalismo, ni para avanzar en la restauración capitalista en los ex Estados obreros, en disolución, ni en las crisis internacionales. La Otan solamente logró evitar el trauma de una invasión a Yugoslavia cuando logró la intervención del régimen de Yeltsin para obtener la capitulación de Milosevic; ha apoyado igualmente a Putin en la masacre de las aspiraciones nacionales chechenas, porque el régimen restauracionista ha mostrado vocación de estabilizador en la convulsiva región del Cáucaso. Esto explica la refinanciación de la deuda rusa por parte del club de Londres, que ha siginficado para la oligarquía rusa un perdón por parte de los principales bancos occidentales de decenas de miles de millones de dólares. Se ha establecido un acuerdo de principios para la firma de un ‘pacto de estabilidad’ del Cáucaso, en el marco de la OCDE, réplica del ‘pacto de estabilidad’ para los Balcanes; es decir, la implantación al costo que sea de la economía de mercado. Las aspiraciones nacionales de los pueblos del Cáucaso no tendrán vía de realización sino mediante una lucha común contra los imperialismos occidentales y contra la burocracia y la oligarquía rusas. Para el proletariado de Rusia, es deseable la derrota de su nuevo régimen explotador a manos de los movimientos realmente nacionales de la periferia.


La crisis de agosto de 1998 marcó los límites de la penetración capitalista en Rusia y ocasionó fuertes pérdidas a la banca mundial, como quedó revelado en la quiebra del LTMC y en los fraudes financieros descubiertos en el Republic Bank of New York, en el The New York Bank y en los principales bancos suizos. Las relaciones entre la oligarquía rusa y la burguesía mundial aún enfrentan un período de crisis, del que se busca salir ampliando las fronteras de la restauración capitalista y pasando a la privatización del gigantesco campo ruso. La nueva etapa restauracionista, que tendrá lugar en forma simultánea con una nueva crisis financiera internacional, amenaza crear en Rusia una convulsión milenaria. El destino de las transformaciones sociales inauguradas por la Revolución de Octubre de 1917 aún no ha quedado decidido; será objeto todavía de una gigantesca lucha de clases, incluso en el plano internacional. Como explicó Trotsky en La Revolución Traicionada, la Revolución de Octubre sigue viviendo en la crisis mortal del capitalismo.


Lo mismo vale para China, donde la restauración capitalista está provocando huelgas, manifestaciones y ocupaciones de fábricas en una escala nunca vista en el mundo. La crisis capitalista mundial, con los métodos que le son propios, ha alargado el espacio histórico de la revolución socialista mundial en una escala que no guarda ningún precedente. En este sentido, el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio significa el principio de una tendencia a convertirse en semicolonia y a sufrir una de sintegración similar a la que provoca en Rusia la penetración del capitalismo internacional.


O movimientismo contrarrevolucionario o Partido Obrero y IVª Internacional


En las vísperas de nuevas y mayores convulsiones económicas y políticas a nivel internacional, el imperialismo no cuenta ni remotamente con el auxilio de burocracias obreras o de izquierda de la fuerza y de la autoridad que éstas tenían en el pasado. La socialdemocracia es una palídisima sombra de lo que fue; el stalinismo es un cadáver defectuosamente sepultado; los nacionalismos de distinto signo se han convertido en bandas de depredadores. Por este motivo el imperialismo dedica gigantescos recursos para prevenir la polarización política. Mientras se ve obligado a ir a la guerra o a dejar que la represión haga su trabajo sucio de despeje, mantiene en cartera la política democratizante, que bien se adapta a la situación internacional que va paralela con la disolución de la URSS y a la circunstancia de que concentra un tesoro monetario sin precedentes en la historia de los Estados. También es la que mejor se adapta aún a su control de los medios de comunicación y de las distintas iglesias y cofradías, y a la completa falta de una dirección revolucionaria del proletariado. Esto último le permite al imperialismo contemporizar incluso frente a los movimientos guerrilleros más desarrollados. Ningún movimiento auténticamente revolucionario puede ignorar la importancia que tiene el recurso democrático como instrumento de contención, control y disipación del movimiento de masas por parte del imperialismo. Es necesario ayudar a los trabajadores a superar este obstáculo en el curso de su experiencia cotidiana, siguiendo a rajatablas la regla de que la historia puede saltarse etapas pero el partido revolucionario no puede saltarse las etapas de la evolución de la conciencia de los explotados.


El medio democratizante y la aguda diferenciación social entre una fracción de la pequeña burguesía, de un lado, y las masas desesperadas, del otro, constituye el ámbito en que ha progresado el movimientismo de izquierda, que se nutre del stalinismo, del nacionalismo, en parte de la socialdemocracia y en mucha mayor parte del intelectualismo académico. El movimientismo resume todas las lacras contrarrevolucionarias que se anidaron en el movimiento obrero en el pasado; una, el movimiento práctico lo es todo, el objetivo estratégico no es nada; otra, la lucha de partidos y de tendencias debe ser sustituida por el pluralismo recíprocamente cómplice; otra más, la voluntad popular es el 51% de los votos, no el proletariado arrastrando en la lucha a las capas medias; una cuarta, abajo la dictadura del proletariado –dentro de la democracia todo, fuera de la democracia nada–; finalmente, el movimientismo se declara a favor de una organización sin contornos, por lo tanto en contra de una organización centralizada para el combate. Desde que Engels advirtió que la democracia pura sería el bastión último de la contrarrevolución, pasando por el frente popular, el movimientismo es el programa contra la independencia de clase, contra la construcción de una dirección política de la clase obrera, es decir que es el programa contra la revolución socialista y contra la salida socialista a la crisis mortal del capitalismo.


En América Latina, el movimientismo se expresa con mayor fuerza porque aquí la descomposición de las viejas fuerzas del movimiento obrero y de la izquierda es más acentuada. Se manifiesta en el Foro de San Pablo, que está unido por múltiples lazos al imperialismo. Pocos años atrás reunió en México a Lula, al Chacho Alvarez, a Cuhautemoc Cárdenas y a varios ex guerrilleros, bajo la égida del mexicano Castañeda pero fundamentalmente por inspiración del partido demócrata norteamericano. Los principales partidos del Foro sostienen a los gobiernos de turno de la región, se trate del uruguayo Battle, del brasileño Cardoso o del derechista nicaragüense Aleman. En Brasil la dirección oficial del PT ha salido a enfrentar las ocupaciones de edificios por parte del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra. En Argentina, Alvarez y gran parte de quienes estuvieron en el comité central del PC hasta la formación del Frepaso, integran el gobierno represor y proimperialista de la Alianza. El Foro de San Pablo ata con un cordón umbilical al Secretariardo Unificado de la IVª Internacional con el imperialismo, lo que hoy se revela en forma desvergonzada en su participación en el gobierno de Rio Grande do Sul en Brasil. La sección oficial del Foro en Argentina es Izquierda Unida, que tambien está integrada por el trotskista MST.


La importancia que se le debe asignar al Foro de San Pablo obedece a que es también en América Latina donde se siente más la proximidad de las convulsiones revolucionarias. Por eso ha servido como el laboratorio más claro para las posiciones políticas que sustenta, tanto el Foro como sus diversas tendencias pluralistas.


En Argentina, la mayor parte de IU sostiene a la burocracia político-sindical de la CTA, que tiene fuertes compromisos con el gobierno de la Alianza, al que ayudó considerablemente a afianzar con el levantamiento de la Carpa Docente. También lo defiende en la tentativa de fraccionar los sindicatos y las convenciones de trabajo. Pero esto ocurre cuando se ha llegado a un punto de crisis nunca antes alcanzado en las dos últimas décadas, entre la clase obrera y el peronismo, y que se manifiesta distorsionadamente en la actividad de la CGT de Moyano. La oposición a la formación de un partido de la clase obrera, en nombre del movimientismo izquierdista, se manifiesta aquí en la oposición a llamar a los activistas obreros en crisis con el peronismo a formar un partido de trabajadores. De la mayor o menor rapidez con que penetre la consigna de romper con la burguesía y formar un partido propio depende el ritmo de hundimiento del gobierno aliancista.


El movimientismo es realmente el último recurso de la contrarrevolución; cuando fracasan las contenciones del estado burgués queda la última variante de la disipación de la energía de la clase obrera – falta de programa, falta de política, falta de organización y de dirección. Un pronóstico es seguro: el movimientismo no vacilará en transformarse en organización vertical cuando deba enfrentar a una dirección revolucionaria con apoyo popular (es lo que ocurrió con todo el movimientismo nacionalista en América Latina desde 1930 en adelante), aunque es más probable que se desintegre antes como consecuencia de sus contradicciones, de la crisis política y, por supuesto, del avance del socialismo revolucionario. Entre el movimientismo y el partido, oscilan en forma centrista los que proclaman la necesidad de construir el partido revolucionario y la IV Internacional, pero nunca ven la necesidad de concretar el propósito.


En las vísperas del XI congreso


El XI congreso del PO se reúne en medio de una crisis gubernamental, que concentra todos los problemas acumulados y las salidas pendientes. Esta crisis ya ha metido en la agenda pública la devaluación, la dolarización, la hiperinflación, el estallido social, el derrumbe del Mercosur y, aunque todavía no se lo ha mencionado a pesar de los acuerdos que ya existen, la emergencia de un gobierno aliancista-peronista de unión nacional. El rápido agotamiento del gobierno aliancista, que se manifestó a su modo en las recientes elecciones de la ciudad de Buenos Aires, sólo puede ser encarado por las masas si asume el carácter de una lucha unificada, por un lado, y política, del otro. El Partido Obrero llama a convocar a un congreso de delegados de base para estructurar esta respuesta política y de lucha. Ninguna salida burguesa tendrá un carácter ordenado, será además de antiobrera, caótica. Llamamos a que ese congreso estructure una alternativa a la crisis económica, sobre la base del control obrero y la renacionalización sin pago de los recursos fundamentales para una política económica.


El XI Congreso tendrá lugar tambien en la víspera de la cuarta reunión internacional para la refundación de la IV Internacional. A los compañeros y organizaciones cuartainternacionalistas que deliberarán en los próximos días, les proponemos avanzar más enérgicamente en la refundación de la IV Internacional: primero, resumiendo las conclusiones estratégicas de todas las reuniones habidas en un documento-programa; lanzando una campaña internacional organizada para atraer a nuevas organizaciones y militantes a la tarea de refundar la IV Internacional; a organizar con métodos claros nuestras propias filas; a preparar una conferencia internacional con delegados elegidos por las bases de cada uno de los partidos intervinientes, que sirva para elaborar definitivamente el programa y los métodos de organización y de intervención en la lucha de clases internacional de nuestros partidos, como un verddero partido mundial, como una verdadera internacional, como la IV Internacional.