Políticas

4/8/2008|892

En nombre del Papa Rey


El caso del cura Baseotto ha puesto de relieve que en el comando político-ideológico de las Fuerzas Armadas argentinas se encuentra un grupo de provocadores, organizados para justificar la abolición de los derechos humanos, bendecir la desaparición de personas, asegurar la defensa de genocidas y proclamar el antisemitismo y toda porquería oscurantista y reaccionaria que les venga en gana. Todo esto bajo la dirección del Vaticano, un Estado foráneo, monárquico y jerárquico.


 


Baseotto no es un fascista aislado: el “Obispado castrense” es todo un aparato con sueldos de más de 25.000 pesos mensuales, que salen del presupuesto nacional –por lo que se sabe hasta el momento–, según informa de pasada y en forma incompleta Clarín del domingo pasado. Entre los sacerdotes “militares” que integran el servicio “espiritual” de los uniformados, están quienes militaron en el campo de concentración de la Esma, de acuerdo con los “currículums” de esta gente, publicitados por Página/12.


 


Como este comando “espiritual” está bajo la dirección de una potencia extranjera, para el nombramiento de Baseotto ni siquiera pudo tallar el Episcopado argentino. Fue impuesto por una trenza de la curia romana asociada a un ex embajador menemista en el Vaticano y luego secretario de Culto de Duhalde, Esteban Caselli. A la cabeza de esta camarilla estaría el secretario de Estado del Papa, cardenal Angelo Sodano, y su hombre en estas tierras sería el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, el mismo que puso un palo verde para que liberaran a un banquero contrabandista que manejaba los fondos de la Iglesia.


 


“Sodano, Caselli, Aguer, Baseotto, son grandes enemigos del cardenal Bergoglio, que aparece en más de una lista de papables, para suceder a Juan Pablo II. (Claro que) … Bergoglio tiene buenos amigos… como el cardenal Joseph Ratzinger, que aparece hoy como el papable favorito y es el ministro de la Doctrina de la Fe” (Clarín, 19/3).


 


 


Una vieja podredumbre


 


Nada de lo que ahora ocupó las primeras planas periodísticas es novedad. Hace muchas décadas que los capellanes uniformados tienen el mismo perfil e ilustran una larga historia de actividad a favor del terrorismo de Estado, de apoyo a las dictaduras militares, de cobertura de los crímenes de los servicios de seguridad y parapoliciales. Son los que recorrían con la cruz los campos de concentración de los Videla y Massera para reconfortar… a los torturadores.


 


Con este aparato de Torquemadas se revela el fundamento medieval clerical sobre el cual reposa el núcleo duro del Estado argentino. Algo que tomó la forma definitiva de un “tratado” con el Vaticano en 1957, firmado por Aramburu y Rojas, que creó el Vicariato castrense, y que luego Menem elevó al rango de Obispado hace diez años.


 


Después de haber expuesto todo este pus, el gobierno salió a asegurar que las “funciones eclesiásticas” de Baseotto están plenamente vigentes y que podrá seguir subiendo al púlpito. Es decir que el gobierno que ahora le cortó el sueldo y el cargo no puede hacer nada por controlarlo: somos un Estado colonial y el hombre goza de una suerte de “extraterritorialidad” para su odiosa prédica en el corazón mismo de los aparatos estatales.


 


Basta. Hay que suprimir el “Obispado castrense”, recordar que el planteo de juicio y castigo a los genocidas y sus cómplices está vigente, denunciar el tratado del ´57 con el Vaticano y todos los acuerdos de sostenimiento político y económico al aparato eclesiástico. Es decir, algo tan simple como plantear el laicismo y la independencia nacional.