Entramos a la Legislatura
Las libertades democráticas en cuestión
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El jueves 22 de julio, el centro de Buenos Aires era el de una ciudad en estado de sitio. Centenares de efectivos de Infantería esperaban la marcha que las organizaciones piqueteras habían convocado para la tarde, contra la reforma del Código contravencional y por la libertad de todos los presos. Como destacó Clarín al día siguiente (23/7), entre los efectivos represivos se contaban “los policías de civil, inconfundibles y camuflados al mejor estilo piquetero, que entraban y salían de la zona vallada”. La tarea de infiltración y provocación contra las organizaciones populares tenía lugar, como corresponde a este gobierno, con completa “transparencia”. A la Legislatura, cercada, sólo ingresaría “el personal de la casa, la prensa y el público que llegue al recinto de sesiones con invitación especial” (Clarín, 22/7). Aunque no estaba previsto para ese día el tratamiento del Código, el operativo de “seguridad” anticipaba lo contrario. Mientras tanto, el Polo Obrero había hecho saber a todo el país que pretendíamos culminar la marcha con el ingreso de una delegación a la Legislatura, para presentar nuestra posición sobre el Código contravencional, lo cual es un derecho.
Con el correr de las horas, decenas de carros de vendedores ambulantes, a los cuales el Código les niega el derecho a ganarse el pan, se fueron sumando a la columna. También organizaciones de derechos humanos, la Fuba, y compañeros “sueltos” de hoteles y pensiones que también viven de la venta callejera. A las dos de la tarde, un informe desde la Legislatura nos advertía: “Los recibiremos, pero en la puerta, y ustedes podrán entregarnos un petitorio”. Hacia las tres y media, una gruesa columna desafiaba la intimidación policial y el clima de terror instalado por los medios desde los días anteriores. A esa altura, la decisión de “clausurar” la Legislatura se había venido abajo: desde “adentro” llegaba la decisión de hacernos entrar.
La más pública de las sesiones
El ingreso de los piqueteros a la Legislatura fue rodeado de la calidez de sus trabajadores, que se acercaban para saludar y alentar a la delegación. La junta interna de ATE se hizo presente en la puerta para darnos la bienvenida. La única excepción, claro, fueron algunos burócratas de Sutecba que, insultos mediante, ganaron la interesada atención de los canales de Hadad y de la Noble.
Ya en el interior, veinte representantes piqueteros explicamos, ante todo el país, el sentido de nuestra lucha contra el Código contravencional. Denunciamos la tentativa de restringir y regimentar la movilización y las expresiones de lucha, nada menos que en el centro político del país. Los vendedores ambulantes denunciaron las restricciones que se les pretende imponer y las extorsiones que resultarán en beneficio de las mañas municipales y de los grandes comerciantes. Denunciamos la intervención de agentes clandestinos del Estado en la provocación del viernes 16, así como de la propia Legislatura. Caracterizamos a los 17 presos políticos de ese día como las víctimas de esa conspiración estatal y exigimos su inmediata libertad.
La cuestión del Código contravencional ha quedado en el centro de la crisis política. Afecta las libertades democráticas a las que el pueblo no renunciará.