Ernesto

A pedido de su compañero y amigo Christian Rath, escribo esta breve biografía de mi hermano Ernesto, que es un poco parte de la historia de mi generación.

Ernesto nació en Bahía Blanca el 8 de junio de 1941 y falleció el 7 de junio de 1969 en un desgraciado y doloroso accidente1 en Córdoba, un día antes de cumplir 28 años, una semana después del Cordobazo que lo tuvo como integrante destacado. En ese momento trabajaba en la fábrica Transax, del complejo Ford, parte de los obreros industriales que protagonizaron el Cordobazo junto a los de Ika Renault.

La Revolución Cubana trajo cambios enormes y consecuencias en los jóvenes que éramos en esa época: el proceso de cambio estaba en marcha para todos y trabajaríamos para él desde diferentes espacios. Los sectores cristianos nos fuimos radicalizando cada vez más. También coincidía con las reformas en la Iglesia Católica con el papa Juan XXIII. El diálogo entre católicos y comunistas era cosa de todos los días. Las ideas sobre el hombre nuevo del Che Guevara se unían al personalismo de Mounier. La universidad era un polvorín y se comenzaba a hablar de la unión entre obreros y estudiantes.

Ernesto no fue ajeno a este cambio y formó parte de los grupos del Humanismo que en la Universidad del Sur, donde comenzó a estudiar ingeniería industrial, derrotaron al reformismo que había perdido sus principios de lucha. Formó parte de un grupo personalista que tenía una publicación, algunos de cuyos números todavía conservo. Cada universidad conservaba características propias y nuestra incipiente Universidad del Sur mostraba la discusión permanente, acalorada, pero también respetuosa entre los diferentes sectores. Sería largo y complejo estudiar la riqueza de esa década del ‘60. Los hijos desafiábamos a nuestros padres para tomar un camino propio. Lo mismo se repitió en nuestra familia, donde algunos de nosotros tomamos nuestro propio camino de militancia. Las rupturas familiares no fueron fáciles sino dolorosas y enconadas.

Ernesto trabajó en el Instituto de Economía y prácticamente dejó su carrera de ingeniería para dedicarse a su trabajo de militancia. Así, eligió formar Política Obrera en esta ciudad. En 1966 nace su única hija, Vera, de su matrimonio con Silvia Amorín2 que era estudiante de Letras (fuimos compañeras de carrera) y también militante con él. Ese año fue el del golpe de estado del general Onganía que derrocaba al presidente Illia. Las consecuencias son conocidas por todos: la noche de los bastones largos en Buenos Aires, las universidades intervenidas al igual que los sindicatos combativos, jóvenes militantes obreros y estudiantes fueron presos políticos. En uno de sus viajes a Buenos Aires, donde vivíamos ya con el resto de nuestra familia, Ernesto cae preso junto con Jorge Altamira. Inmediatamente nos movilizamos para conseguir la libertad de ambos. Estaban a disposición de un juzgado (otra diferencia con el ‘76: quedaban jueces, el Poder Judicial no estaba totalmente corrompido como después y como ahora). Acudimos así a amigos y parientes. No quiero dejar de mencionar a una militante popular, Lucía Cullen, proveniente de grupos cristianos que jugó un papel fundamental en la liberación de los dos. Su padre era secretario del Juzgado donde estaban ellos y logró “convencerlo” (él era un hombre nefasto) de que “eran jóvenes cristianos”. Situación que puede resultar absurda e incomprensible, hasta risible, pero fue así. Esos eran los tiempos. El régimen se desorientaba mucho cuando le hablaban de jóvenes cristianos, por su constitución misma.3

La aparición de la CGT de los Argentinos, opuesta a la CGT burocrática, traería también un espacio donde acudiríamos todos los militantes. En Buenos Aires era liderada por Raimundo Ongaro y Rodolfo Walsh, entre otros. En Córdoba, por Agustín Tosco, del sindicato de Luz y Fuerza. Ernesto se trasladó a Córdoba por su militancia y vivió allí con su familia hasta su muerte. En sus continuos viajes a Buenos Aires, hablábamos de política todo el tiempo, discutíamos acaloradamente, esto no fue nunca motivo de ruptura. Nos respetábamos y nos queríamos mucho, nos ayudábamos en todo, aunque no compartiéramos el mismo espacio político.4
Solamente quiero decir, para finalizar, que para todos nosotros la militancia era una forma de vida, que se oponía a lo que nosotros llamábamos pequeña burguesía o clase media de la cual proveníamos.
A los jóvenes de hoy les parecerá casi que hablamos de una época muy lejana, sin embargo en la historia de los pueblos 40 años son muy pocos. Para cada uno de nosotros son muchos, claro está. Y para los que sobrevivimos no fue fácil mantener la ética y los principios. Sin embargo, si Ernesto viviera podría mostrarle con orgullo que, silenciosamente y muy modestamente, he tratado de ser una sobreviviente con aquellos principios que algún día compartimos.


1. Digo accidente, porque después de lo sucedido a partir de 1976, se hubiera tratado de algo más claro e indubitable. Sé que hay quienes dudan de ver esto como accidente, pero el régimen militar todavía no había sido adiestrado por los asesinos de la OAS y no se había armado el plan Cóndor.
2. Silvia Amorín falleció en 2002 de una dolencia aparentemente intestinal. Militó hasta su muerte en el PO.
3. Lucía Cullen figura entre los 30.000 desaparecidos desde 1976.
4. Milité en Cristianismo y Revolución y luego en el Peronismo Revolucionario de la Resistencia peronista.

Marita