Políticas

27/1/2005|885

Estaciones de servicio: Otro legado del lucro capitalista


La crisis de inseguridad planteada en la Capital ha reflotado las múltiples denuncias existentes sobre las estaciones de servicio de la Ciudad y su proximidad a estaciones de subte, centros comerciales o, sencillamente, conjuntos de viviendas. Aunque las denuncias se circunscriben a algunos casos puntuales, las situaciones de riesgo potencial podrían aplicarse al 90% de las estaciones de la Ciudad.


 


La raíz de este peligro no debe buscarse en “defectos de habilitación”, sino en una política de Estado. La proliferación indiscriminada de estaciones estalló con la “desregulación petrolera” de comienzos de los años ‘90. En ese momento, el gobierno menemista canceló las anteriores licencias de los concesionarios (buena parte de las cuales pertenecían a la estatal YPF), al tiempo que eliminó todos las restricciones geográficas para la radicación de nuevas estaciones. El propósito de estas medidas era habilitar a un nuevo reparto del mercado de combustibles líquidos, así como a modalidades comerciales que aumentaran los beneficios de los monopolios de la refinación. Mientras los pulpos reducían al mínimo el margen económico de los propietarios de las estaciones, les ofrecían en compensación la instalación de “minimercados” para vender alimentos y otros productos.


 


Al calor de esta lucha por el mercado, la extensión de las redes de las grandes petroleras no respetó ninguna norma ambiental. Más aún, las propias estaciones, con sus bares y comercios, se transformaron en centros de aglomeración de un público que, en rigor, consume “sentado” sobre grandes tanques de motonaftas o gas natural. El espacio de la ciudad ha sido depredado, no por “inspectores inescrupulosos”, sino por una política deliberada de los privatizadores.


 


En el mejor momento de este negocio, Telerman era el embajador de Carlos Menem en Cuba, y Alvarez el intendente menemista de Hurlingham.