Políticas

11/6/1998|588

Este si que es un mundial

En 1978, la Copa del Mundo se jugó en un país sitiado, en el que sus mejores hombres y mujeres y sus más valiosos jóvenes y viejos estaban sometidos a los ‘pozos’ de la muerte por una dictadura militar financiada por los privatizadores de hoy, es decir, por los que luego financiaron a Alfonsín y a Menem.


Veinte años después, el contraste calienta el espíritu. Las obreras y los obreros de Francia enfrentan a su versión local de un gobierno de la Alianza, que quiere reducirles los salarios para hacer más atractivas las privatizaciones! Los hermanos de clase de Francia no son candidatos a la copa Fifa, pero qué duda cabe que son un ejemplo mundialista. Porque, en el fondo, todo lo que hay que hacer es lo que hacen los franceses: en lugar de dejarse chantajear por su patronal, vestida para la ocasión de gobierno de centro-izquierda, la emplaza brutalmente con la amenaza de arruinarle sus negocios turísticos y sus cometas.


No a la reducción de los salarios; no a la flexibilización; no a la liquidación de la seguridad social para privatizar las jubilaciones —dicen los franceses. ¿Pero no son éstas, acaso, reivindicaciones mundiales?


Algo similar a lo de Francia ocurre en la General Motors de Estados Unidos, donde los trabajadores de una planta están provocando la paralización del gigante capitalista por todo el mundo. ¿Pero no era que la clase obrera había desaparecido como ‘sujeto social’?


Junto a la lucha de los obreros coreanos, indonesios, rusos y chinos; junto a las sublevaciones nacionales en los Balcanes y Palestina; junto a las luchas estudiantiles y docentes en Neuquén, mineras en el Turbio, o del conjunto de los trabajadores de Córdoba y La Rioja, o de las movilizaciones en Cipolletti, Berazategui y Cruz del Eje contra la violación y muerte de niños y de jóvenes por mafias capitalistas que gozan del encubrimiento radical-menemista; junto a todas estas luchas, los acontecimientos francesas nos muestran que 1998 es diferente. Es el año en que la clase obrera mundialista empieza a pararle la chata a los saqueadores y se prepara para darles vuelta la tortilla.