Políticas

20/8/2009|1096

EXCLUSIVO DE INTERNET | 17 de agosto

José de San Martín tenía seis años cuando se fue a España con su familia. Su padre había sido enviado por el gobierno de Buenos Aires a hacerse cargo de un batallón de voluntarios argentinos en las filas del ejército español. Regresó, luego de su instrucción escolar, su actuación militar destacada y su paso por Inglaterra, a los 23 años a la Argentina. Se puede decir que pasó fuera de su país los años de arraigo social y cultural más importantes en el hombre.

Su visita a Inglaterra lo acercó a la masonería y a las ideas del liberalismo económico (ni los Estados ni los reyes debían influenciar el comercio) que propició un enriquecimiento exuberante a las naciones imperialistas, en este caso, a Inglaterra. Allí estrategas político-militares planificaban la manera de expandir el imperio inglés a otros continentes. Uno de ellos -Thomas Maitland – se concentró en Latinoamérica (en época de virreinatos españoles); ideó lo que después se conocería como el “Plan Maitland”:

 Ganar el control de Buenos Aires;
 Tomar posición en Mendoza;
 Coordinar acciones con un ejército en Chile;
 Cruzar los Andes;
 Derrotar a los españoles y controlar Chile;
 Continuar por mar a Perú;
 Liberar al Perú;

La idea de la conquista inglesa del Perú era tan brillante como el oro y la plata de sus minas. Las pampas argentinas y las costas caribeñas en manos de los españoles no hacían más que actuar de alambrado para resguardar la riqueza del centro de Latinoamérica.

El gobierno de Buenos Aires se encontraba preocupado por la amenaza de avances de los “realistas”. Le encarga, entonces, a San Martín en su retorno la creación de un regimiento de defensa: nace Granaderos a caballo. El general se reúne con los opositores al Primer Triunvirato y organiza lo que se podría caratular como el primer golpe de estado argentino. Llevó a sus Granaderos a la Plaza de Mayo en un clima convulsionado y presionó para que se renovara el poder político (tomó el control de Buenos Aires). Se encarga, luego, de la misión que llevaba adelante Belgrano en el Norte, pero no está de acuerdo con atacar Perú por allí. Se retira a pensar y organizar su estrategia en Mendoza. Sin el apoyo económico y logístico necesario (el que había pensado el inglés Maitland), coordina con los “criollos” chilenos su entrada al país y la formación de un ejército, cruza la Cordillera, libera Chile de los españoles, continúa por mar a Perú y libera Perú. Esto que hoy resumo en humildes oraciones fueron siete años de batallas, acuerdos y sangre derramada hasta proclamar la independencia de Perú en 1821.

Luego vino el título de Protector de Perú, porque se temía que los realistas intentaran la reconquista, el encuentro con Simón Bolívar (que estaba haciendo lo mismo que San Martín de arriba hacia abajo), la renuncia del General a continuar con la lucha y el ofrecimiento a Bolívar de todo su ejército, la indiferencia del gobierno de Buenos Aires para con el general por temor a su poder popular y el exilio y muerte en Europa (su vieja casa).
Un hombre apasionado por un ideal cuestionable, que no fue iluminado por la ninguna magia divina para cruzar los Andes ni por la patria de sus amores para realizar acciones heroicas. Pero un hombre apasionado al fin, que colaboró con la limpieza final de los residuos de monarquía en Latinoamérica, para dar lugar a un nuevo sistema político-económico. El medio no, el fin, eso es lo cuestionable.

Los ingleses no creyeron que fuera factible una incursión propia con motivo del Plan Maitland. San Martín no fue tampoco un enviado inglés al servicio de la corona. Aunque sí sirvió su actuación libertadora para terminar con un comercio monopólico y, de esta manera, pasar a un libre comercio (pero implícitamente también monopólico, porque el poder de la industrialización y el mayor comprador de materia prima era el imperio inglés). Esto ejemplifica la fuerza y la representatividad de las ideologías. San Martín no hablaba inglés con los argentinos, pero favoreció, a través de sus hechos, a la expansión del imperialismo naciente.

Franko Krí