Políticas

19/2/2009|1072

EXCLUSIVO DE INTERNET | Crisis económica y política en Japón

No es sólo una borrachera

La renuncia del ministro de Finanzas de Japón, Soichi Nakagawa, luego de presentarse borracho a una conferencia de prensa posterior a la reunión del G-7, dio lugar a la asunción en su cargo de Kaoru Yosano, quien en su momento compitiera por el cargo de primer ministro con quien hoy lo ocupa, Taro Aso. El margen de aprobación de Aso no superaría, según las encuestas, el diez por ciento entre la población de Japón.

De esta forma, “Yosano, de 70 años, reviste ahora el cargo de superministro económico, al concentrar las funciones de políticas económicas y fiscales de su cartera a las nuevas de Finanzas, incluyendo la supervisión del sector bancario. El ministro designado es el quinto en dos años en esa cartera.” (Ambito Financiero, 17/2).

Se trata, por lo tanto, de un cambio de gabinete obligado para sostener a Aso en el poder y desarrollar una política frente a la enorme crisis económica y social que atraviesa el país.

Efectivamente, la crisis política tiene su determinación fundamental en el hecho de que Japón sufrió, en este último trimestre, un derrumbe de un doce por ciento de su PBI. No solamente esto: la recesión y la depresión económicas avanzan a pasos agigantados: “Exportadores como Toyota Motor Corp., Nissan Motor Co., Sony Corp. y NEC Corp. han advertido que sufrirán grandes pérdidas en el actual año fiscal que termina en marzo y han presentado planes de reestructuración que en su conjunto eliminarán decenas de miles de empleos de manufactura en los próximos meses. Esto podría limitar aún más el consumo.” (La Nación, 17/2).

“Se calcula que la producción industrial caerá cerca de 20% durante el primer trimestre, según una encuesta del gobierno. Después de desplomarse 35% en diciembre, las exportaciones se hundieron otro 46% durante los primeros 20 días de enero frente al mismo período del año anterior. En este entorno, la tasa de desempleo podría alcanzar un récord de 6% o más en los próximos meses, frente al 4,4% de diciembre, dicen los economistas.” (ídem).

Rescates y paquetes… otra vez sopa

La figura de Yosano como “superministro” tiene el sentido de erigirse en autoridad para intervenir, desde el gobierno, en esta situación catastrófica. De hecho, la respuesta que inmediatamente han lanzado para enfrentar la crisis fue la de la intervención estatal, la inyección de dinero y los paquetes económicos. “El ministro Yosano dijo que el gobierno prepararía un nuevo paquete de estímulo económico, el cual, según los medios japoneses, podría alcanzar entre 20 billones (millones de millones) y 30 billones de yenes (o entre US$ 218.000 millones y US$ 327.000 millones)” (La Nación, 17/2).

Un camino que fracasó para Estados Unidos con Bush, y que hoy ya fracasa bajo la presidencia de Obama. Japón, de todos modos, no puede abusar de los estímulos fiscales: “El país tiene la mayor deuda del mundo, equivalente al 157,5% de su PIB anual en el año fiscal que empieza en abril” (La Nación, 17/2).

Que Obama nos salve…

Queda claro, a la luz de este análisis, que el gobierno japonés se encuentra incapacitado para enfrentar una crisis económica y social cuya profundización está generada por el desarrollo imparable de la crisis mundial. Ya lo han admitido varios economistas burgueses, para quienes la superación de la contracción económica en Japón sólo se podría dar por un aumento del consumo de Estados Unidos determinado por el progreso de los planes de estímulo de Obama.

Obama, como por arte de magia, sería capaz de superar una crisis que viene atravesando a Japón las últimas décadas. Sin embargo, el capital internacional no parece creer en la magia: apenas se anunció el dato de la caída en un 12 por ciento del PBI japonés, se derrumbaron las bolsas a nivel internacional.

Es inevitable una implosión del régimen político y social de Japón, combinado con una explosión de las relaciones internacionales de este país con China (“las exportaciones de Japón a China empezaron a caer en octubre y se desplomaron 36% en diciembre. Japón era uno de los pocos países desarrollados que tenía un superávit comercial con China. Ahora que la demanda se está reduciendo tanto dentro de China como para las exportaciones japonesas, el comercio entre ambos países está acusando el impacto” (La Nación, 17/2). Las contradicciones acumuladas durante estos últimos años estallan con virulencia, y ponen en cuestión cualquier relación comercial y política “estable” entre las principales economías nacionales del mundo.

Juan M.