Políticas

7/10/2010|1149

El “servicio cívico voluntario”: la militarización de los jóvenes pobres

-Exclusivo de internet

El propósito del “servicio cívico voluntario” aprobado por Senadores se advierte aun antes de analizar su articulado: no fue tratado por la Comisión de Educación, sino sólo por la de Justicia y Asuntos Penales. Se trata, por lo tanto, de un intento de militarizar la represión a los jóvenes “en situación de riesgo social”, como dice el proyecto impulsado por Julio Cobos y avalado por toda la oposición derechista (incluido el “socialista” Rubén Giustiniani, quien se retiró a la hora de votar).

El proyecto de ley procura tentar a las familias de los chicos pobres para que ellas mismas lleven a sus hijos al cuartel, en cuanto les ofrece alojamiento, vestimenta, alimentación y un subsidio de 540 pesos (equivalente a tres asignaciones por hijo). Una vez adentro, los jóvenes “deberán respetar los reglamentos (de las Fuerzas Armadas), referidos a normas de convivencia” (artículo 9º). He ahí la vieja idea de la disciplina militar para “ordenar” y “corregir” conductas.

Un engendro así ya se aplicó en Mendoza cuando Cobos era gobernador y se alineaba, como se recordará, con los “radicales K”; es la que propuso el peronista Olmedo en Salta. Aquella experiencia, después de cuatro años de funcionamiento, terminó en un fracaso oscuro: los chicos dejaron de ir y, por supuesto, la inseguridad no disminuyó sino que empeoró. La policía provincial es reconocida internacionalmente como una de las más corruptas y criminales del mundo.

El oficialismo rechazó el proyecto con énfasis, con una excepción: José Pampuro, lo cual era lógico y esperable, como se verá. La ministra de Defensa, Nilda Garré, explicó que, desde el punto de vista educacional, aun el servicio militar voluntario es un fracaso, ya que la mitad de los incorporados se va de ahí sin haber terminado el secundario aunque es obligatorio. La ministra añadió: “Hay una impronta pseudo-represiva, pensando que si se les da una disciplina militar (a los jóvenes potencialmente conflictivos) van a terminar enderezándose”. Portavoces del gobierno advirtieron que si la ley es aprobada también en Diputados, la Presidenta la vetará.

La ley que ahora promueve Cobos tiene, sin embargo, origen kirchnerista. Cuando era gobernador en Mendoza, Cobos llevó a la práctica esa propuesta con el aval del gobierno nacional y Pampuro, por entonces ministro de Defensa, fue el firmante del convenio con el Ejército que hizo posible la internación cuartelaria de chicos pobres.

De “colimbas” y “niños policías”

El terrateniente sojero Alfredo Olmedo, diputado por Salta en sus ratos libres e involucrado en negociados con tierras que le fueron cedidas fraudulentamente por el gobierno provincial, ha presentado en el Parlamento un proyecto de ley para reimplantar el servicio militar obligatorio. Olmedo dice con todas las letras lo que Cobos no se atreve a decir: su “servicio militar obligatorio y comunitario” se aplicaría a “jóvenes sin recursos” o “delincuentes” (los presenta como a la misma cosa) para que reciban en los cuarteles, dice él, “orden y disciplina”, de modo “que haya un orden militar para la juventud”.

Mientras tanto, sorprende el batifondo mediático generado por el caso del cura chubutense Adrián Mari, capellán de la policía provincial, que organizaba un escuadrón policial con niños de entre 5 y 12 años, casi un calco de los “balillas” mussolinianos. Sorprende el batifondo porque lo del cura de Chubut no tiene nada de novedoso: por lo menos desde 1999 hay escuadrones de policías infantiles en Salta y en Corrientes, integrados por unos 5 mil chicos.

En esos casos, ya no sólo se quiere reprimir a la niñez y a la juventud; además, se pretende convertir a los chicos en represores de sí mismos y de sus vecinos, en delatores e infidentes, en desechos humanos. Ahora, después del escándalo, al cura lo echaron, mientras los jefes policiales de la provincia y el gobernador, Mario Das Neves, se hacen los desentendidos.

En definitiva, la cuestión de la juventud empobrecida está en debate, y detrás del debate subyace el miedo burgués a que se repita aquí aquel levantamiento enorme de los jóvenes de los suburbios de París.