EXCLUSIVO DE INTERNET | India: El capital se engrupe

La prensa burguesa internacional ha presentado las elecciones generales celebradas en India en mayo como un acontecimiento de proyección mundial. La “más grande democracia del planeta” (casi 720 millones de electores inscriptos, para 1,16 mil millones de habitantes) habría dado una clara victoria al Congreso Nacional Indio (CNI), que encabezó el proceso de independencia del país en 1947, manteniéndose casi ininterrupidamente en el poder desde entonces. Confirmaría así la “modernización” de este partido, otrora nacionalista, y ahora defensor de las privatizaciones, la penetración del capital extranjero y todo tipo de políticas antiobreras (atenuadas por “programas sociales” sectoriales). Y, sobre todo, partidario de una salida negociada (reaccionaria y proimperialista) al conflicto indo-pakistaní sobre Cachemira, al contrario de su principal rival, el BJP (Bharatiya Janata Party), hinduista (más que nacionalista), partidario de una política de fuerza y de la “limpieza étnica” (o, más bien, religiosa) en Cachemira y otras regiones fronterizas (en especial con Bangladesh). En el mismo momento, fue anunciada la victoria del gobierno de Sri Lanka contra el separatismo de los Tigres Tamil (LTTE) después de una ofensiva militar en el norte de la isla, que The Economist, de la manera cínica y púdica que le es propia, calificó como “innecesariamente brutal y descuidada con la población civil, tal vez hasta quebrando la ley humanitaria internacional” (se estiman en 16 mil los muertos civiles). La “paz” (capitalista de los cementerios) reinaría así en la península índica.

Para Fareed Zakaria, un periodista transformado en gurú en los EEUU por su capacidad de reunir en una síntesis “elegante” todas las obviedades y lugares comunes imaginables, en Newsweek, asistimos nada menos que al debut de India como gran potencia, integrada al “sistema internacional”, gracias al “advenimiento de un partido gigante” (el CNI), vencedor en “el mayor ejercicio de la democracia de toda la Historia”. The Economist dedicó su tapa al asunto, anunciando “buenas noticias de la India” (después de tantas malas del resto del mundo), con la clara victoria de un partido capaz de imponer una política por encima de las divisiones de casta, desarrollo económico, lingüísticas (22 lenguas oficiales) y, sobre todo, religiosas, del país, en una elección con más de 300 partidos (sin contar los candidatos independientes), en un país de corrupción y clientelismo electoral sin paralelos. La Bolsa de Mumbai (que The Economist todavía llama, en estilo colonial, Bombay) subió inmediatamente 17%. Los atentados de noviembre de 2008 (el “11 de setiembre” indio) parecen cosa prehistórica.

Ciertamente, el CNI ha pasado de 145 a 206 escaños (ganado 61) en relación a 2004, mientras el BJP retrocedió de 138 a 116 (el xenófobo Samajwadi Party, aliado del BJP, cayó de 36 a 23). La publicitada candidata dalit (intocable) del Bahujan Samaj Party, Mayawati, gobernadora del pobrísimo estado de Uttar Pradesh (donde hace construir estatuas de sí misma…), que llegó a ser anunciada como futura primera ministra en el Foro Social Mundial, sólo progresó de 19 a 21. El BSP representa a la “nueva burguesía” dalit, creada por el desarrollo capitalista y las políticas de “discriminación positiva” (el FSM, aliándose a una política burguesa de casta, y endiosando a “líderes providenciales”, caricaturas del populismo de otrora, demuestra que no puede ser considerado siquiera un foro de izquierda). La izquierda sufrió una derrota espectacular, el Frente de Izquierda liderado por los partidos comunistas stalinistas (CPI y CPI-M) cayó de 59 escaños a 24.

No se menciona, sin embargo, que los votantes efectivos (la elección duró… un mes) fueron 420 millones, con una abstención de casi 300 millones: una “Europa” simplemente no votó. La “victoria” del CNI es medida con relación a sus peores scores históricos (2004 y 1999), y no le ha dado mayoría en el parlamento, ni siquiera con la coalición de sus partidos aliados de la United Progressive Alliance (que cayeron de 72 a 55 escaños), dependiendo de acuerdos (léase guita, y mucha) con sus “opositores”, para gobernar. La continuidad del primer ministro, el anciano Manmohan Singh, es sólo transitoria, por razones de edad y salud, y también sirve para aplazar las feroces disputas internas en el CNI, hasta que su presidente (Sonia Gandhi) encuentre condiciones para imponer a su hijo Rahul Gandhi (agraciado con un ministerio), descendiente directo de Jawaharlal Nehru (líder del primer gobierno de la India independiente) y de todos los Nehru-Gandhi que mantuvieron el gobierno (con la excepción del mandato del BJP, 1999-2004), en las últimas seis décadas, una dinastía familiar que, según un delicioso izquierdoso-especialista citado por el Nouvel Observateur, “es un factor de estabilidad remarcable para o Congreso (CNI) y para toda India, un punto de reagrupamiento general, como ciertas familias reales europeas”. ¿Democracia?

Por eso, el grupo trotskista Inquilabi Communist Sangathan ha escrito un balance electoral en el que ataca las razones aducidas por el stalinismo para su debacle, responsabilizando por ella a la supuesta “ola electoral del Congreso”. El “comunismo” indio ha tenido tradicionalmente una fuerza muy desigual, concentrándose principalmente en los estados de Kerala en el sudoeste, y de Bengala Occidental en el noreste (cuya capital es Calcuta). Desde fines de los años ‘50 hubo un gobierno directo del PC (Kerala) y desde fines de los ’60, aún con algunas interrupciones, los dos estados han sido dirigidos por coaliciones de izquierda dominadas por los dos partidos “comunistas”. La relevancia del gobierno de los estados de la Unión India se considera en el cuadro del carácter federal de esta nación, con un gran peso de la legislación estatal. El ejemplo más importante es el de Bengala, un estado con 60 millones de habitantes. En 1967 ganó las elecciones el Frente Unido, una coalición de izquierda que tenía por fuerza principal al PC(M) y abarcaba al PCI y a varias organizaciones menores. Luego de un intervalo seguido a una derrota electoral en 1972, la izquierda volvió al poder a fines de los ’70 como Frente de Izquierda y desde entonces ha gobernado Bengala ininterrumpidamente.

En Bengala Occidental, en los últimos años, el CPI-M ha sido la punta de lanza de la expropiación de los campesinos (lo que creó situaciones de guerra civil en varias regiones), para la instalación de las zonas de exportación (ZPEs), basadas en las multinacionales extranjeras y en el gran capital nacional (Mittal, Tata), promoviendo un vasta represión y masacres agrarias, sin hablar del congelamiento salarial y la represión al movimiento sindical. Según una fuente periodística los campesinos decían: “El partido que nos dio la tierra quiere ahora quitarnosla”. La represión a los inmigrantes bengalíes de Bangladesh también ha sido violenta, incluyendo la construcción de un muro fronterizo. Los semiproletarios de las grandes barriadas pobres de Calcuta reciben pocos subsidios “selectivos”, en vez de una política general de trabajo y saneamiento, que no han modificado en absoluto su situación; mientras, capitalistas -“nacionales” o no- latifundistas y usureros continúan haciendo lucros monstruosos. Esas diferencias sociales y de riqueza enormes que informan vergonzosamente la realidad india valen también para el caso de Bengala. Éste es el verdadero balance de la política de los “comunistas” indios, incluidos los de la izquierda del PC(M). Durante casi todo el gobierno precedente del CNI, los partidos comunistas integraron la coalición de gobierno. El CNI, con su demagogia “social” y sus aliados provinciales, conquistó ahora 25 de los 42 escaños del estado en el parlamento nacional.

La revuelta campesina permanece latente o activa en diversas regiones de India: encuentra a veces expresión deformada en el foquismo “naxalita” (maoísta). La represión y pogroms anti-musulmanes y de otras minorías permanece en pie, y mantiene la fuerza de partidos de las minorías o regionales. En relación a Cachemira, el imperialismo está dividido entre el apoyo al ejército pakistaní contra los talibanes y la minoría pashtu, y el acuerdo con la gran burguesía india, que se opone a cualquier autonomía o separación de ese territorio. Es un panorama de crisis nacional e internacional, y no de paz capitalista, el que se diseña en el horizonte.

Las direcciones políticas (stalinistas o nacionalistas) del movimiento obrero y campesino han demostrado su total anacronismo político. Sobre sus escombros, deberá levantarse una nueva dirección revolucionaria, con un programa de independencia de clase, revolución agraria y gobierno obrero y campesino, y retomando – contra la perspectiva de la guerra fratricida (los gastos militares han aumentado espantosamente, particularmente para la adquisición de portaaviones, submarinos y aviones del extranjero, con el apoyo de los “comunistas” de todos los pelajes) – la histórica perspectiva de la unidad socialista del Indostán (las actuales India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka, Nepal) en el cuadro del laicismo estatal, contra las maquinaciones bélicas del gran capital y las potencias imperialistas.

Osvaldo Coggiola