EXCLUSIVO DE INTERNET | La cobardía de los Goloboff

Compañeros de LuchArte, compañero Altamira, compañeros de la SEA:

He leído la nota de Jorge Altamira sobre la cobardía de escritores como Goloboff y estoy totalmente de acuerdo. Al mismo tiempo, me doy cuenta de que conceptos como “sionismo” o “judaísmo” me resultan difíciles de entender, por mi ascendencia completamente argentina de varias generaciones (más algún aborigen). En cierto modo, vergonzosamente debo reconocer que puede haber algo de lo humano que yo sienta como ajeno. Sin embargo, durante los días de la masacre en Gaza, escuché muchas opiniones que justificaban la terrible invasión israelí por el hecho de que Hamas es “terrorista”. En otros términos, para eliminar a ese puñado de presuntos terroristas, no importa cuántos inocentes murieren.

Bien, el caso es que esas opiniones me hicieron recordar un caso nacional ocurrido en el siglo XIX y es el de la Guerra contra el Paraguay que, eufemísticamente, se etiqueta como de “la Triple Alianza”. Con el cuento de que Paraguay estaba regido por una dictadura, los argentinos aliados a uruguayos y brasileros nos despachamos la friolera de 800.000 víctimas -equivalente al sesenta por ciento del total de la población y el noventa de la masculina- en un país aledaño al nuestro, con vínculos históricos comunes, etcétera. En aquel caso, por razones económicas, pues Paraguay se había desarrollado floreciente e independiente, a diferencia del Río de la Plata, atrasado industrialmente y con millones de hectáreas para contemplar el horizonte movido por los trigales. En Gaza, por razones territoriales, pues Israel tiene industria pero también económicas, porque necesita el gas, por ejemplo, que está en Gaza.

Aquí viene mi pregunta a los Goloboff: ¿Alguien puede creer que 800.000 era el número de partidarios de Solano López o de Rodríguez de Francia, el dictador nacionalista ilustrado? No, tres veces no, como tampoco ahora estamos siquiera seguros de que la población que resiste en Gaza sea completamente adepta a Hamas. Es decir, lo más seguro es que es que los niños, ancianos y viejos son inocentes de cualquier “acto terrorista”, si es que por ello entendemos la resistencia nacional contra el sojuzgamiento de un país extranjero, pero vecino de varias vecindades (lingüísticas, históricas, étnicas). ¿Hubiéramos los escritores argentinos debido justificar o minimizar el genocidio de los paraguayos por parte de nuestro ejército nacional, superior al de Paraguay, más preocupado por su desarrollo intelectual e industrial? De hacerlo, nos hubiéramos inscripto en la escuela literaria de Bartolomé Mitre, gran inventor del eufemismo en la política argentina.

Porque hay otro ejemplo por estos pagos en aquella época: los malones aborígenes. Con ese “relato”, por unos cuantas maloqueadas de los dueños de la tierra contra el usurpador blanco, el Zorro del desierto, el General Roca, se llevó una suma aproximada de uno o dos millones de aborígenes y les confiscó sus tierras, para después “marchantearlas” al voleo (al decir del coronel Prado).

En síntesis: ¿de qué lado se habrían enrolado estos escritores si, haciendo una hipótesis de fantasía histórica, les hubiera tocado vivir en aquella época?

¿Del lado de Bartolomé Mitre, de Sarmiento?

Y una última pregunta: ¿no se parece la deslegitimación de Hamas a la que pretenden hacer los blancos de Santa Cruz, Beni y Pando del gobierno de Evo Morales y del indigenismo boliviano? Porque los kollas también atacan con piedras y dinamita minera, así como Hamas con misiles caseros. Y la burguesía santacruceña también es secesionista, defiende su territorio (donde están sus empresas). Yo, a pesar de todo, sigo estando al lado de Evo y de los indígenas, que son trabajadores pobres y largamente oprimidos, y no apruebo ninguna partición de Bolivia, sino la unidad de todos los trabajadores bolivianos, blancos, negros o kollas, católicos o de cualquier credo. No me gustaría hacer como Vargas Llosa.

Eugenia Cabral (Publicada en PO Digital, 29/enero)