Políticas

19/2/2009|1072

EXCLUSIVO DE INTERNET | Los verdaderos milagros

Han salido a la luz (y no divina), ciertas divergencias que la iglesia tiene dentro de su seno. Algunos ya hablan de un cisma encubierto, entre un ala menos conservadora y otra ultraconservadora. La primera, oficialista, respeta lo acordado en el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965 a instancias del papa Juan XXIII, que pretendió modernizar la doctrina cristiana con claros objetivos de no perder popularidad como venía sucediendo entonces; y los cismáticos (o lefebvristas, por Marcel Lefebvre) que adhieren a una versión más corroída y tradicional de la iglesia, a aquella encíclica del Rerum Novarum de 1891, destinada fundamentalmente a combatir al movimiento obrero organizado y en especial, a las doctrinas socialistas y anarquistas que se propagaban peligrosamente por aquellos años. Estos últimos, rechazaron (y rechazan) lo establecido en el Concilio Vaticano II, cuestión que les valió allá por los ’80, la excomunión de Juan Pablo II a algunos de sus obispos, y que Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) no tuvo mejor idea que dejarla sin efecto.

Hasta aquí, una historia conocida. Pero un día, como chancho en su chiquero, un facho más asoma en nuestro país, en este caso un humilde obispo y director del seminario de La Reja, llamado Richard Williamson, que apareció por la televisión europea con gran repercusión mundial, adhiriendo a lo que se suele llamar teorías negacionistas (las cuales tienden a negar o atenuar los crímenes nazis). Como si esto fuera poco, dejando atrás las polémicas sobre si Ratzinger fue o no nazi, el papa Benedicto XVI le pide la rectificación a Williamson, y entonces ocurre lo inaudito…

Las bocanadas del infierno amenazan a la cúpula de San Pedro. El humilde seminarista de La Reja (Williamson), a través de la televisión alemana desafió al Vaticano respondiendo: “Si encuentro pruebas, entonces me rectificaré”. Resulta curioso que, nada menos que un director de una escuela de curas, no esté enterado de los numerosos documentos fílmicos y fotográficos, pruebas de diverso tipo, e incluso testimonios, que existen acerca de los campos de concentración y de los asesinatos en masa allí cometidos. Para ponerlo en palabras de un reconocido historiador, un auténtico servicio público criminal, del que un alto cargo eclesiástico y director de una institución de formación de sacerdotes en Argentina, aún no se enteró.

Por otro lado, volviendo sobre la sonora frase del obispo Williamson, “si encuentro pruebas, entonces me rectificaré”, qué extrañas suenan estas palabras en boca de un hombre de fe. ¿Acaso necesita pruebas? ¿Solicitará pruebas también a la hora de profesar su religión? Más aún, y de acuerdo con su postura de corroboración empírica ¿será solidario con sus fieles y le ofrendará las pruebas para que éstos también fundamenten lógica y científicamente su creencia?

Tal vez la humanidad se encuentre ante un increíble suceso histórico. Quizás un milagro esclarecedor, liberador. Los principales ministros y predicadores de la popular institución cristiana, con sus propios ejemplos, a través de los cuales omiten, mienten, someten y violan a menores, justifican el uso de la tortura, etc. nos exhiben una iglesia puramente terrenal.

Sería un verdadero milagro, que la iglesia revelara a sus fieles y seguidores, el secreto mejor guardado: la fe no necesita de instituciones. Mucho más si éstas son corruptas, mentirosas, negadoras, inquisidoras…

Miguel Angel Abramzón