Políticas

26/3/2009|1076

EXCLUSIVO DE INTERNET | Sobre el asalto a Forest 335

El sábado 14, un comando tomó el edificio de Forest 335, Capital Federal.

Su “profesionalidad” sorprendió a todos los vecinos que iban siendo tomados de rehenes mientras ellos, con las llaves de los mismos damnificados, desvalijaban los departamentos.

Con apoyo logístico de al menos un vehículo, y frente a una “ineptitud” policial asombrosa, actuaron en “zona liberada” durante cinco horas y media, entre seis y ocho personas.

Los vecinos de los departamentos vecinos no se percataron de nada hasta que comenzaron los gritos, una vez que la banda se dio a la fuga. En ese momento, uno de sus miembros exclamó: “Avisaron que ya vienen”. A los pocos minutos, había por lo menos cinco patrulleros en la puerta del edificio.

Características salientes

Según todos los testimonios, actuaron a cara descubierta. Es decir, con absoluta impunidad.

A la primera vecina que secuestraron, encañonándola en la puerta del edificio, le dijeron: “Vamos a copar el edificio”.

El trato hacia los rehenes, en todo momento, fue de “señora” o “caballero”, sin por eso dejar de amenazarlos con sus armas.

Cuando advirtieron que uno de los rehenes estaba vinculado con las fuerzas de seguridad, porque tenía un arma y en su departamento había una alarma satelital, simplemente lo amenazaron. De haber sido “tumberos”, qué duda cabe de que lo hubiesen masacrado.

Usaban ropa de marca y pelo corto. Mientras comían empanadas y bebían con una tranquilidad pasmosa, utilizaban uno de los departamentos como base de operaciones. Allí iban ingresando a los vecinos que secuestraban.

Desvalijaban los departamentos a la manera de los grupos de tareas.

Sobre el final, habría ingresado en el departamento una mujer. En ese momento, procedieron a vendar los ojos de los rehenes. Más de un vecino supone que esa mujer fue la “batidora”.

La inseguridad capitalista

El lunes 16, a pocas horas del hecho, a varios vecinos les llegó en forma telefónica una oferta de la empresa Prosegur para “brindar seguridad”.

Es sabido que estas empresas están manejadas, por lo general, por oficiales retirados de las Fuerzas Armadas o de seguridad. Muchos de ellos, personajes nefastos que participaron en los grupos de tareas del régimen del 24 de Marzo, sembrando de terror el país.

Una de las víctimas del operativo comando tenía instalado en su departamento una puerta Pentágono. Le quedaron las astillas. No obstante, estas empresas viven a costa de la espiral del miedo, que se retroalimenta con delincuentes por cierto muy funcionales a sus intereses.

Como bien tituló la revista Barcelona en su última contratapa: “24 de Marzo, Día Nacional de la Inseguridad”.

La impunidad, democracia mediante, está más vigente que nunca.

Desmantelar el aparato represivo

La masacre impune de la AMIA, la voladura de todo un pueblo por el tráfico de armas -Río Tercero-, el atentado nunca esclarecido contra la movilización del 20 de diciembre de 2003 en Plaza de Mayo, los secuestros y torturas denunciados por los trabajadores del Casino, la detención de la dirección nacional del Partido Obrero en la Casa Rosada (1989), los asesinatos de Kosteki y Santillán, los miles de casos de gatillo fácil contra niños y adolescentes abandonados a su suerte, demuestran claramente que el régimen democratizante -bajo Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde o Kirchner- no es otra cosa, tal como lo denuncia Apemia, que un taparrabos de un Estado terrorista construido a lo largo de décadas en la alternancia de gobiernos civiles y militares, cuya función principal -no la única- es disciplinar y someter a la clase obrera a la dictadura del capital.

Ese Estado terrorista se está, no obstante, “cocinando en su propia salsa”. Por eso, cada “depuración” de las fuerzas de seguridad está vinculada con hechos aberrantes.

Sólo un gobierno obrero, a través del enérgico desmantelamiento del aparato represivo y la puesta en pie de una fuerza de seguridad electa y supervisada por los propios trabajadores, podrá tener la suficiente autoridad moral y material como para terminar, de una vez por todas, con la impunidad y la podredumbre de los secuestradores, torturadores y asesinos.

Jorge Brodsky, vecino de Forest 335