Políticas

14/5/2009|1083

EXCLUSIVO DE INTERNET | Tele(k)om en un una disputa de buitres

Telecom “argentina” estaba controlada originalmente por capitales franceses e italianos. En 2003, los franceses se retiraron y su participación accionaria la compró el grupo Werthein, amigo de los K. Los propios italianos financiaron la compra con un crédito y con una condición: poder optar por la recompra de las acciones en 2008. Un año antes, sin embargo, la Telecom italiana fue comprada por la Telefónica española, dueña, a su vez, de la respectiva filial argentina. Werthein, entonces, desconoció los “pactos preexistentes” y denunció que sus competidores locales le habían metido un caballo de Troya en su propio negocio. El gobierno amigo agregó lo suyo: alegando que se presentaba la posibilidad de un monopolio único en el negocio de los teléfonos, prohibió -en enero último- que los representantes de los nuevos propietarios de la Telecom italiana, en manos de Telefónica, pudieran votar en el directorio de la empresa argentina. Los nuevos dueños pusieron el grito en el cielo y luego de haber planteado que se trataba de una confiscación de hecho, están “negociando” una salida con el gobierno.

El negocio es verdaderamente fenomenal porque es a tres bandas. No están en juego sólo los teléfonos y los servicios vinculados a Internet, sino también el codiciado tesoro de la televisión por cable que quedaría habilitado para las empresas telefónicas por la nueva ley de radiodifusión “nacional y popular”. Acá entra en juego el grupo Clarín, porque si Telefónica se queda con Telecom su negocio con el monopolio del cable quedaría liquidado. “Pero si Telecom Italia es obligada a desprenderse de Telecom Argentina y logran poner un pie ahí la situación experimentaría un giro de 180 grados” (Página/12, 6/4). En este caso, el diario de los Noble podría descubrir las virtudes del periodismo oficialista.

En las gateras de este negociado se anotó también Telmex, del multimillonario mexicano Carlos Slim, que quiere salir a pelearle el mercado a Telefónica. Ni qué decir que esta última tiene como lobista al amigo de los K, Rodríguez Zapatero. Pero también a la burocracia de Foetra, que respalda en esto los negocios de la patronal en lugar de pedir que se investiguen los chanchullos, se abran los libros y se nacionalice el lucrativo monopolio telefónico, cuya privatización es una de las mayores estafas de la historia nacional. Menem lo hizo, Kirchner la preservó.

Las trapisondas se desenvuelven ahora en un marco sigiloso. Es mucho lo que hay en juego en medio de la crisis política y la carta del arbitraje entre los capitales enfrentados la usarán los K para medrar en la “gobernabilidad” post-electoral. Gobierno y negocios a costa del pueblo son sinónimos en una administración “nacional y popular”, ahora en completa decadencia.

Pablo Rieznik