Fuera "dengue" Capitanich

Negligencia, capitalismo y ocultamiento

La epidemia de dengue se extiende por todo el país. En Charata, Roque Sáenz Peña, Las Breñas, Campo Hermoso y Resistencia -en la provincia del Chaco- la expresión es imparable desde hace más de un mes. Sólo en Sáenz Peña hay más de 10.000 casos (La Nación, 30/3). Otros 10.000 hay en Charata; un tercio de la población de la localidad está infectada. Se extendió luego hacia el sur. Ya hay 45 casos en Capital, una veintena en el conurbano y en otras provincias del interior.

En las últimas horas, dos mujeres murieron en Charata por la enfermedad. Las víctimas fatales ya suman cuatro.

La epidemia viene siendo anunciada desde hace 25 años desde el ámbito científico y académico. Las autoridades sanitarias argentinas no han tomado precauciones a pesar de que el gobierno de Evo Morales declarara la emergencia sanitaria hace meses frente a la epidemia de dengue en la zona de Santa Cruz de la Sierra.

Las cifras reales son difíciles de calcular. La razón es sencilla: el gobierno oculta y adultera las cifras. Rolando Núñez, de la ONG Centro Nelson Mandela (Clarín, 30/3), denunció que el gobierno chaqueño ya manejaba la semana pasada un informe secreto que indicaba que en la provincia tenían más de 11 mil casos, el mismo día que la ‘mediática’ ministra de Salud de la provincia, Sandra Mendoza, reconocía que no eran 1.000 casos (como había sostenido 72 horas antes) sino 3.500… Dos semanas antes decía que no eran más de 10 y que se confundía con una epidemia de gripe (!).

Las adulteraciones de las actas buscan encubrir la absoluta negligencia del gobierno provincial y nacional. Al detectarse los primeros casos no se aisló a los infectados, se fumigó en forma tardía (con insecticidas vencidos hace tres años) y no se realizó campaña alguna de información ni prevención (desmalezamiento, descacharrización – eliminación de recipientes donde se acumula agua en los hogares). Ya avanzada la epidemia se detectó que los mosquitos vectores de la enfermedad -Aedes Aegypti- se reproducían incluso dentro de los hospitales… cuando el gobierno se vuelve insalubre, la salud pública se empieza a indekizar.  

Dengue y soja

La localidad chaqueña de Charata se ha transformado en la ‘capital nacional del dengue’, con 10 mil infectados sobre 30 mil habitantes. Antes de esto, era reconocida por ser el eje del desplazamiento agrario hacia la soja. Allí se produjeron los cortes más importantes de la patronal agraria. Lo mismo pasa en Bolivia: el mapa del dengue coincide con el de la soja (Santa Cruz de la Sierra). La proliferación del dengue tiene como base el incremento sustancial de la masa biológica de su vector, el mosquito de patas con rayitas, como consecuencia de la tropicalización del clima que produce la sojización.

El cambio climático producido por el desmonte y la deforestación ha llevado a la prolongación del verano o el ‘otoño tardío’ (como lo llama la prensa), al incremento del calor y por ende a la extensión del ciclo del vida del mosquito (viven más); se acelera así el período de incubación del virus dentro del mosquito, que contagia más rápido. El insecto trasmisor tiene la particularidad de alimentarse sólo de sangre humana; por ello sólo vive cerca de las casas en las ciudades. En el Chaco se ha desmontado el 40 por ciento del territorio en la última década. La sojización ha llevado a la expulsión de campesinos hacia las ciudades, que dada la alta renta agraria concita la concentración del capital en el campo y la especulación inmobiliaria en las ciudades. De esta manera, la población sobrante del campo -aborígenes y criollos- se hacina en las ciudades en construcciones precarias sin urbanizar, sin agua potable, entre zanjas y cacharros donde se reproducen los mosquitos. Si una persona recibe la picadura de un mosquito contagiado, se contagia; si recibe una segunda picadura con otra variante de dengue, muere. No hay vacuna.
     
Abajo el gobierno de la insalubridad

El gobierno de Capitanich y la ministra Ocaña son responsables de este desastre.

El dengue puso en evidencia las condiciones de enorme miseria, que se arrastra desde hace décadas, en que vive la población rural y la de las ciudades del interior de las provincias. Aunque la causa de la enfermedad es la picadura de un mosquito, “la urbanización desordenada (villas y casas precarias), la falta de agua potable, la mala recolección de residuos son razones indiscutibles. Y eso sí lo saben todos por aquí” (Clarín, 28/3).

El dengue puso al desnudo la precarización de los hospitales públicos de este país (en Charata hay un médico por turno para 600 consultas diarias). “El servicio de salud pública está colapsado. Las cinco clínicas privadas no dan abasto. No hay camas”, dice una doctora de Charata (La Nación, 30/3). Una de las mujeres muertas el 30 de marzo no pudo ser atendida en el hospital de Charata porque “no tenían lugar para internarla y tuvieron que trasladarla” (Clarín, 31/3).

“Los problemas más serios no han llegado todavía”, advierte una sanitarista (ídem).

La salida del gobierno fue mandar tres carpas sanitarias (dos a Tartagal, una a Charata) sin aislar a los infectados y ocultando a la población la gravedad del problema. Mientras el dengue hacía estragos, la ministra de salud provincial, Sandra Mendoza, la mujer de Capitanich, estaba de “licencia”. Mientras tanto, morían nueve chicos aborígenes por desnutrición en el Impenetrable, devastado por el desmonte. Al mismo tiempo, salió a la luz que los punteros de Capitanich canjeaban alimentos por sexo. Mientras tanto, las fábricas están paradas, quebró el banco provincial, las escuelas no tienen clases y la población está bien empobrecida.

El dengue había sido erradicado de Argentina en la década del ’50. Su violenta reaparición, pese a todas las advertencias de los especialistas, pone en claro que los gobiernos capitalistas llevan al país a una catástrofe. “El dengue los retrata”, dijo la tapa de la pasada edición de Prensa Obrera. No nos equivocamos.

El PO plantea: fuera Capitanich; impulsemos un congreso obrero, campesino e indígena frente al desastre que está provocando cada fracaso del gobierno provincial y la descomposición del régimen político. Por un plan obrero contra el dengue y la catástrofe capitalista. Triplicación del presupuesto de salud y educación. Prohibición del desmonte; confiscación de la gran propiedad terrateniente, el capital agrario y un plan de reforestación y reconversión agraria. Impuestos confiscatorios al gran capital para financiar la industrialización provincial y un plan de viviendas que dé salida a la precarización habitacional existente. Expropiación y control obrero de toda empresa que despida o suspenda. Nacionalizar la banca y el comercio exterior para que la crisis la paguen los capitalistas.

El problema no son los mosquitos sino los gobiernos agentes de los chupasangre capitalistas.   

Freddy Gima