Políticas

19/11/2009|1109

Fuera Macri

"Fino" Palacios, agente del Mossad


La confirmación de que “Fino” Palacios, el comisario Chamorro y Ciro James integraban una red privada de espionaje ha dejado a Macri en la picota. En la noche del martes, su ministro de “seguridad”, Montenegro, declaró que el trío de espías conformaba “una pyme que vendía sus servicios al mejor postor”. Lo que no dijo es que, al menos en los últimos tiempos, ese postor no fue otro que el gobierno de Macri. A cuenta de éste, el tándem de “Fino” Palacios espiaba a dirigentes docentes, opositores políticos e incluso a sus propios familiares, como se demostró en el caso del cuñado de Macri. La base de operaciones de esta red era la Consultora Strategic Security. Parece que el armado de una red de represión y espionaje en la Ciudad –la “policía metropolitana”– no les impedía a Palacios y a los suyos continuar espiando para otros dignos clientes. Por caso, la familia Mitre, o los laboratorios Abbot. De todos modos, el centro de su “actividad” estaba colocado en el Estado porteño, sin excluir a la propia interna del macrismo. El espiado Rodríguez Larreta está enfrentado a Montenegro pero, sobre todo, a Gabriela Michetti, quien, además de apoyar al ministro de “seguridad”, encabeza a la facción del PRO que no quiere encolumnarse con el peronismo disidente. La oposición patronal está dirimiendo su propia interna por medio de “servicios”.


“La Mossad y el FBI no pueden equivocarse”


Pero Montenegro también distorsiona las cosas cuando presenta a la red de espías como una sociedad de libreemprendedores. Cuando arreciaban los cuestionamientos a “Fino” Palacios, la ultrasionista radio Jai difundía en su página web una entrevista al ex jefe de la Metropolitana, quien se defendía del siguiente modo: “No creo que la gente del Mossad o el FBI sean unos tontos para no saber quién soy” (27/7). Palacios aludía a las condecoraciones que había recibido por parte del Estado de Israel, en uno de sus viajes de “capacitación”.


Palacios, en fin, era “el superpolicía de confianza del FBI y de la DEA en la Argentina” (La Nación, 16/11). Y también de la familia Macri, a quien prestó servicios en la “seguridad” de Boca Juniors.


La página web de su “consultora”, Strategic Security, destaca su rubro principal:


“investigaciones complejas y lucha contra el terrorismo”. Es el término con el que encubren al espionaje y la infiltración contra los movimientos populares. En definitiva, la creación de la policía metropolitana disimuló un gran operativo de espionaje politico. La orientación social y política de esta “pyme” parapolicial ya se había puesto de manifiesto en los asesinatos del 20 diciembre de 2001, cuando Palacios fue procesado por haber ejercido “funciones fuera de horario y de zona”. Entre las principales referencias internacionales de su “consultora”, Palacios cita al “Estado de Israel”. La comunidad judía oficial todavía debe explicar cómo uno de los principales socios locales de la Mossad está siendo juzgado, al mismo tiempo, por encubridor en la causa Amia.



Kirchnerismo



De todos modos, Macri no es el precursor en la contratación de esta clase de “servicios”. En Tucumán, el ultrakirchnerista Alperovich contrató a una “consultora” similar a la de “Fino”, integrada por reconocidos agentes de la Mossad. Ha sido denunciado que ese grupo de tareas espía a dirigentes sociales y políticos, y que, incluso, dirige “grupos especiales” de represión.

Los diarios no dejan de lamentarse por la “impericia” o “imprevisión” de Macri. Pero Palacios-Chamorro, del riñón de la Policía Federal, prometían un reparto ordenado de los negocios de la “administración” del delito en la Ciudad, entre la vieja y la “nueva” fuerza represiva. A este pacto político, el kirchnerismo le estampó todas sus huellas digitales. La ley de creación de la policía metropolitana, votada por los legisladores K, estuvo atada al nombramiento de Palacios y su grupo. Incluso cuando los cuestionamientos a Palacios arreciaban, Aníbal Fernández nunca dejó de reunirse con los funcionarios macristas para acordar una “política común de seguridad”, es decir, la preservación de un orden represivo en el centro político del país.


La tarea planteada


La tercerización de la seguridad de la Ciudad a manos de una banda de espías debería colocar en el banquillo de los acusados a quien la contrató, o sea, al gobierno de Macri, Rodríguez Larreta y la impoluta Michetti. El gobierno PRO es incompatible con las libertades democráticas, con la seguridad ciudadana y el derecho a vivir en la ciudad. Pero aunque una centroizquierdista K admita que “estamos ante la mayor crisis institucional desde que se sancionó la autonomía porteña” (Gabriela Cerruti, en Página/12 del 16/11), el kirchnerismo, que agita todas las tribunas del país con el fantasma de la derecha, es incapaz de asestarle un golpe certero en el momento en que esa derecha exhibe toda su descomposición política. Aunque el espantajo macrista se venga abajo, los Kirchner lo necesitan en pie, para seguir extorsionando con su presencia a la clase obrera que lucha y se organiza.

La crisis de los espías plantea una gran movilización por la disolución completa de la policía metropolitana; por la expulsión de todos sus jefes y “capacitadores” del Estado porteño; por la clausura de las consultoras y agencias privadas de conspiración contra el pueblo; por la apertura de los archivos de la Side y de las comisarías de la Federal del “gatillo fácil”. Por la destitución de Macri y todo su gobierno.