Fuera Menem
Seguir
El espionaje político-policial contra la población tiene en Argentina un carácter general, nacional, planificado, sistemático y secreto, ordenado por el Poder Ejecutivo y “seguido” por los organismos de seguridad que dependen, directa o indirectamente, de la Casa Rosada. Las excusas que se han dado en los últimos días sobre los supuestos “excesos” de algunos jefes policiales son menos que eso, pues también pretenden ocultar las enormes dimensiones del aparato estatal dedicado a la provocación política y las partidas presupuestarias destinadas al espionaje, mientras se derrumban la educación y la salud públicas.
La orden de espionaje a los estudiantes fue dada por Manzano en noviembre del año pasado y confirmada por Béliz a principios de éste, en el cuadro del llamado Consejo de Seguridad Interior. Este Consejo es un organismo cuyo funcionamiento es secreto, que integran los ministerios de Justicia, de Interior y de Defensa, los jefes de la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura, además de los gobernadores y jefes de policías provinciales. Fue creado por decreto por Alfonsín después de La Tablada bajo la presión de los militares y los organismos de inteligencia y convertido en un “organismo de la democracia” por el parlamento u principios de 1992.
El “interés” de los organismos de seguridad por los estudiantes secundarios se “reactualizó” a partir de la gran movilización educativa del año pasado, los mismos que nos pintan una juventud “despolitizada” son los primeros en investigarla, espiarla y armar provocaciones contra ella. El “ideólogo” del espionaje contra la juventud fue, naturalmente, el propio Menem quien, en medio de la movilización educativa, no tuvo empacho en declarar que “no vaya a ser cosa que volvamos a tener en la República Argentina otro contingente de Madres de Plaza de Mayo reclamando por sus hijos”. Ahora se sabe que, por aquella época, el ministro de Defensa Erman González “había dado instrucciones a todos los organismos a su cargo para que iniciaran ‘tareas de prevención’ ante una posible ‘intervención subversiva en círculos intelectuales ‘que abarcaban a estudiantes, docentes y militantes de gremios combativos” (Página 12, 30/6). Como es sabido, Erman es apenas un “chirolita”.
El Estado capitalista es una gigantesca organización conspirativa contra las masas y contra las libertades públicas. La “democracia” no ha hecho más que “perfeccionar” está máquina represiva: desde la sanción de la ley de segundad interior, a principios del año pasado, el espionaje está ‘ sometido” a “control parlamentario”…
La existencia de semejante aparato secreto de espionaje es completamente incompatible con la vigencia de las libertades democráticas más elementales e, incluso, con las normas constitucionales y legales.
La disolución inmediata de todos los organismos secretos, la publicación de todos sus archivos, informes y resoluciones y el juicio político a todos los miembros del poder ejecutivo y de todos los gobiernos provinciales directamente implicados en el espionaje, empezando por el propio Menem, es la única salida democrática de este pantano de la caza de brujas y la provocación ideológica.