Políticas

5/6/2003|803

Gatopardo

En los últimos días, Kirchner “la rompió”. ¿O no?


El domingo, su ministro de Trabajo ratificó el congelamiento de los salarios, que han caído un 50% desde el 2001.


El hombre le dijo a Clarín que no habría aumentos de salarios y que la incorporación al básico de los 200 pesos, por un año, que había dado Duhalde estaba sujeta a lo “que decidan empresarios y trabajadores”.


Es decir, que va para largo y que estará condicionado a nuevas normas de flexibilida d laboral.


No solamente esto.


El “jefe de la cartera laboral” también aprovechó la ocasión para informar que de ningún modo reestatizaría las AFJP sino todo lo contrario: que continuaría con un proyecto de la Camaño para poner fin a la llamada jubilación de reparto y destinar los fondos públicos al pago de las jubilaciones de subsistencia que cobrarán en el futuro millones de personas que en la actualidad trabajan en negro o se encuentran desocupadas.


Estos anuncios no deberían sorprender porque el ministro Tomada es un funcionario de los Daer, Cavalieri y Gerardo Martínez.


Por esta misma razón no sorprende que el jefe de Gabinete sea el ex cavallista Alberto Fernández, que organizó la privatización previsional cuando obedecía a sus anteriores amos.


Según el Cronista, las AFJP “grandes” saludaron los planes del gobierno.


¿Estamos o no ante un gobierno capitalista que representa a los mismos grandes intereses que defendieron los Menem, los De la Rúa y los Duhalde?


¡Claro que el gobierno de Kirchner anunció la re-licitación de los peajes!


¿Pero no es esto, acaso, la continuidad de la privatización caminera? “Las empresas no cuestionan la decisión”, informa Ambito, “porque se mantendrá el sistema”.


Juan Ordóñez, el vocero del grupo Roggio, dijo “que está muy satisfecho con la decisión porque implica reconocer que el peaje es un sistema idóneo para el mantenimiento del sistema vial”.


Para el Cronista, “el gobierno abre una puerta para la llegada de nuevos inversores”.


Los “setentistas” de Kirchner se parecen como dos gotas de agua a los “setentistas” del menemismo y de la Alianza.


Kirchner, por supuesto, tumbó a 18 generales, pero a renglón seguido, junto al “progre” y “setentista” Bielsa, anunció el envío de tropas argentinas a Irak.


Esto ocurre luego de que Kirchner anunciara, en el discurso de asunción, que Argentina participaría en “la lucha contra el terrorismo” y en el mismo momento en que el G8 decide formar, en Francia, un Grupo de Acción, “una autoridad mundial”, dice El País, para la lucha contra el terrorismo, “tanto en materia de servicios de información, como de justicia y otros”.


La “lucha contra el terrorismo” no es otra cosa que el retorno a la represión del “enemigo interno”. En Estados Unidos ha significado ya una anulación de las libertades democráticas y hasta largas detenciones sin órdenes de la justicia.


Kirchner miente, entonces, cuando le dice a las Madres que las fuerzas armadas no se dedicarán al espionaje y la represión internas.


El Congreso acaba de aprobar una “ley antisecuestros” que, a través de la legitimación del testimonio de los “arrepentidos”, consagra la completa arbitrariedad para la acción policial.


El equipo metropolitano que acaban de formar Beliz, Ibarra y Solá incluye a la SIDE, o sea que establece el espionaje contra los ciudadanos argentinos.


Los políticos capitalistas no son todos iguales, por supuesto.


Los gobiernos capitalistas no son una simple continuidad entre unos y otros.


Pero todos los políticos y los gobiernos capitalistas tienen en común un determinado contenido de clase y también tienen en común limitaciones insuperables cuando se trata de las libertades ciudadanas.


Señalamos nuestro completo desacuerdo con el apoyo brindado a Kirchner por Hebe Bonafini.


Este apoyo demuestra las limitaciones igualmente insuperables de aquellos que pretenden actuar políticamente sin un programa y sin una organización revolucionaria basada en un programa.


La historia de las innumerables derrotas que han sufrido los explotados de América Latina está jalonada de ilusiones en el nacionalismo y en el democratismo de contenido burgués.