Políticas

15/9/2011|1194

“Habemus” Plan Estratégico Alimentario

El Plan Estratégico Agropecuario (PEA), anunciado por CFK con toda pompa desde Tecnópolis, fue presentado como el fruto de una elaboración que abarcó 53 universidades, 24 complejos productivos y 470 escuelas agrotécnicas. Se plantea allí un aumento, durante la próxima década, del 58% en la producción de granos, del 70% en la de carnes y del 100% en el monto de las exportaciones agroindustriales y agroalimentarias.

El informe no dice una palabra de cómo llegar a esas metas, aunque alude a la “revolución científica y tecnológica del agro”. Clarín (7/9) dice: “Varios exponentes de la industria de semillas no disimularon su satisfacción cuando escucharon el panegírico a la transgénesis, la clonación, la aprobación reciente de varios eventos biotecnológicos y el impulso a más de 200 (eventos) ya desregulados para investigación”, como a la producción y exportación de semillas y maquinaria agrícola. Según el editorialista de temas agropecuarios de ese diario, las palabras de la Presidenta “implican lisa y llanamente un giro copernicano” (10/9). La Nación reconoce “que hay un plan” (10/9).

Antes del PEA

El camino previo al PEA estuvo pavimentado de gestos y concesiones hacia los dos polos extremos de la cadena de valor del capital agrario: químicas y biotecnológicas, por un lado; exportadoras, por el otro.

“Brasil apretó el acelerador en la carrera biotecnológica tanto que ahora, el Ministerio de Agricultura de Argentina acaba de anunciar un nuevo marco regulatorio para la aprobación de transgénicos que tiende a acelerar los procesos en el país” (El Cronista, 6/9).

De este modo, Monsanto introducirá en el país la soja que Brasil estrenará este año (BTRR2Y), la que garantiza un mayor rendimiento y contiene un gen resistente al herbicida glifosato de su primera soja.

“Desde la compañía son optimistas de que, mediante un acuerdo con los productores y la industria semillera en general, podrán cobrar por su investigación, no como la primera vez” (ídem), cuando debieron desistir de cobrar regalías en forma compulsiva por esta tecnología. Luego de este conflicto, Monsanto se concentró en el maíz, un grano que los productores no pueden reproducir en el campo obteniendo una semilla idéntica, por lo que la patente se paga con cada compra de semillas.

Cuando le preguntan al vicepresidente de Monsanto en Latinoamérica si van a poder cobrar patentes, responde: “Falta un marco acordado para que haya control y en esto estamos avanzando con la Asociación de Semilleros Argentinos” (El Cronista, 27/6).

La ley de promoción de biocombustibles estableció la mezcla obligatoria para el gasoil y las naftas con biodiesel y bioetanol. La producción de biodiesel depende casi exclusivamente de la soja y ha tenido un crecimiento exponencial, con 18 plantas instaladas por los pulpos exportadores o aceiteros. El capital agrario, por su lado, se queja de “que el cartel comprador (exportadores) encuentre otro camino para no pagar el precio real a un importante volumen de las operaciones de la oleaginosa” (La Nación, 8/1).

La política oficial está dictada por este complejo social en el que actúan pools de siembra y fondos que agrupan, a la vez, a grupos económicos proveedores y exportadores de maquinaria agrícola y materias primas -semillas, agroquímicos, fertilizantes (industria química y biotecnológica), junto a los históricos exportadores de cereales. Son los que se llevan la parte del león de los ingresos extraordinarios generados por “el campo” quienes tuvieron asistencia perfecta en el lanzamiento del Agropecuario y han comenzado a “ir por más”.

Una plataforma de reclamos

Para Miguel Calvo, de la Asociación de la Cadena de la Soja, todo “es muy positivo”, pero las retenciones siguen siendo “un impuesto inequitativo y riesgoso, porque termina confiscando al capital”. Para Santiago del Solar, presidente de la Asociación Maíz Argentino, (Maizar) es imperioso “que se pueda exportar… acceder al desarrollo tecnológico y tener mercados transparentes y abiertos” (La Nación, 7/9). El editorialista de Clarín añade que “la presión gubernamental por el control de precios internos vía freno a las exportaciones” es el lugar en el que “se sospecha, naufragarán las ilusiones generadas por un discurso que, indudablemente, sacudió al agro”.

Desde el lugar del capital agrario, Hugo Biolcatti, de la Sociedad Rural, denunció “una concentración cada vez mayor” y Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria, como un eco, pidió definir “cuál va a ser el sujeto agrario de la próxima etapa (porque) un puñado de pools de siembra y grandes empresas se quedarán con la renta del campo” (citas de La Nación, 7/9). La producción de granos por empresas que alquilan los campos (o sea los ‘pools’) ha subido al 80%.

Quizá por esta explosión de reclamos el proyecto de extranjerización de la tierra ha entrado en un impasse que puede ser prolongado.

El Plan Agropecuario del gobierno de CFK plantea la perspectiva del gran capital financiero/industrial/exportador.