Políticas

24/9/2009|1101

Honduras: la tercera es la vencida


El dato más relevante de la aparición del presidente Zelaya en la embajada de Brasil en Tegucigalpa es el inédito respaldo que recibió de la mayoría de los bloques políticos y de los monopolios mediáticos de Brasil. No es poca cosa el respaldo que ofreció a la movida la red Globo, que es una suerte de Clarín elevado al cuadrado. Cualquiera que esté al tanto del faccionalismo de la política brasileña y de la hostilidad mediática hacia el PT no podría dejar de notar esta circunstancia. En este operativo retorno, Lula ha contado con el apoyo de esos mismos rivales que le han boicoteado hasta ahora la incorporación de Venezuela al Mercosur, o que lo acosan por su apoyo al ultracorrupto José Sarney –un líder del partido de gobierno en coalición con el PT–, o por sus relaciones con el Movimiento de Trabajadores sin Tierra (aunque en Brasil lo único que progresa es la concentración del capital agrario). Este relevamiento de datos pone al descubierto otro dato aún más importante, que es la marginación de Chávez del operativo retorno. Cuando se juntan estas puntas es inevitable sacar la conclusión de que Lula contó con el apoyo de Obama – si no desde el vamos, al menos desde que la empresa entró en su cuenta regresiva. Nada podría conformar más al yanqui que una operación democrática que deje a Chávez fuera del juego. Es una buena forma de retomar una agenda política que procura colocar en la órbita norteamericana a la mayoría de los gobiernos que coquetean todavía con el movimiento bolivariano. De cualquier manera, es necesario destacar que la operación dejó también al margen a buena parte del ‘staff’ del Departamento de Estado de Obama, que enseguida se declaró “sorprendido” por lo que había ocurrido, pues de otro modo la filtración de la movida habría desencadenado el bloqueo de los ‘halcones’ de la administración demócrata y de los republicanos. Obama, muy tempranamente, se ve obligado a gobernar con métodos conspirativos dentro de sus propias filas. El norteamericano tampoco podía seguir perdiendo tiempo: luego de haber anunciado que no reconocería las elecciones hondureñas que deberían tener lugar en noviembre, tuvo que soportar, como una señal de la alerta, la afirmación en sentido contrario de parte del presidente de Panamá – un libreempresista estilo 90. No podía correr el riesgo de que también se le descolgara su aliado militar Uribe. Había que jugar las cartas. Los brasileños, en apariencia tan reticentes a los gestos y a las acciones espectaculares (por supuesto que sólo en el campo diplomático), dejaron pagando en este caso hasta a los más extrovertidos. ¿Por qué será? Desde los acuerdos de Lula con Bush, que autorizan a las empresas brasileñas a exportar biocombustibles sin gravámenes hacia Estados Unidos desde América Central, Brasil ha jugado fuerte en la región.


Lo prueba la cuña que logró meter entre el presidente Funes, de El Salvador, y su partido, el FMLN, con tendencia al chavismo. Por esa misma razón, desde Brasil se ha apoyado a las ONGs que participan del movimiento nacional contra el golpe en Honduras. Las uñas que Lula le cortó al PT puertas adentro del país se las afiló para que sirva a su política extranjera. Zelaya ya había adelantando, hace dos semanas, al The Washington Post (6/9), que su vuelta a casa tendría lugar antes de las elecciones de noviembre. Por fin hay alguien que cumple lo que promete. Después de dos intentos fracasados, Zelaya vuelve de la mano de los gobiernos capitalistas encabezados por un afro, descendiente de ghaneses, y un emigrante de la miseria del nordeste brasileño.


El pueblo, unido


Naturalmente que un factor decisivo (el mayor) en el giro de los acontecimientos hondureños ha sido el papel de las masas. Han estado noventa días en una movilización ininterrumpida. Como consecuencia de la crisis económica se habían incorporado a la protesta nuevos sectores. La parálisis comercial es cada vez mayor, lo que ha colocado a muchos sectores de la burguesía media al borde de la ruina. Los movimientos populares anuncian una situación insurreccional en varias partes del país y en los barrios de la capital. Las elecciones iban de todos modos al fracaso, y en todo caso no delineaban una normalización del proceso político sino mayores perturbaciones. A alguien se le ocurrió que era mejor no dejar para mañana lo que se podría perder por completo incluso hoy. Lula y Obama saben bien que el compromiso propuesto por Arias y aceptado por Zelaya está muerto. Nadie logrará que el mandatario depuesto se limite a presidir las elecciones que ganarán sus adversarios. La aceptación de un interinato para Zelaya sería una forma de amortiguar la convocatoria inevitable de una Asamblea Constituyente en un plazo previsible (o sea de limar por completo cualquier tendencia revolucionaria que anide en el pueblo). El proceso normalizador lo piloterían Lula y Obama, que dejarán convenientemente afuera el asunto de las bases colombianas y el supuesto peligro que corre la Amazonía. Deberán discutir un pacto global –‘um verdadeiro sonho brasileiro’.


Es claro, sin embargo, que una crisis que obliga repetidamente a la adopción de medidas excepcionales no tendrá una salida súbita. Obama está enfrentando una crisis bastante mayor en Afganistán, donde sus militares lo han emplazado a que refuerce la intervención militar y, por lo tanto, a que encare una decidida militarización de la política y de la economía norteamericana. Por otro lado, los criminales de guerra (oficialmente declarados como tales) de Israel insisten con la necesidad de noquear con armas nucleares las instalaciones de Irán. Tampoco nadie cree en la solvencia de la recuperación de la economía, que necesitaría nuevas dosis aún de ‘estímulos’ fiscales y financieros – que ya alcanzan, sin embargo, a escala mundial, unos veinte billones de dólares. Al cabo de ocho meses de gobierno, Obama no ha logrado imponer todavía ninguna política clara. Por eso Honduras puede convertirse en un campo de pruebas entre las varias líneas que dividen al imperialismo. Hasta  Zapatero está descubriendo en España los escozores de una labor ‘destituyente’ por parte del bloque de sus adversarios, que no simpatizan tampoco con Obama.


Transición histórica


¿Qué hacer? La crisis hondureña es un nuevo peldaño en la transición política revolucionaria por la que atraviesa América Latina. Es necesario latinoamericanizar el combate hondureño con gigantescas movilizaciones de solidaridad y proceder a una clarísima delimitación de los gobiernos capitalistas democratizantes, siempre dispuestos a salvarle las papas al imperialismo. Asimismo, es necesario también convertir a Honduras en un punto de encuentro de todos los movimientos de masas de América Latina; de un lado para apoyar la revolución hondureña, del otro para conquistar, mediante la acción, una dimensión internacional. Ya no se trata de realizar Forum sociales con la rutina del reloj, sino de desarrollar un plan de acción para desembarazar a América Latina del imperialismo, desarrollar la revolución agraria, abatir a las oligarquías locales y al capital financiero, impulsar la revolución educacional y universitaria, y convertir al proletariado de la ciudad y del campo en vanguardia de una revolución social.