Políticas

9/11/2000|687

Hugo Moyano: del PT a Ruckauf

En La Plata acaba de realizarse el Encuentro Bonaerense por el Jubileo 2000, con las presencias centrales de Carlos Ruckauf, el arzobispo de La Plata –Héctor Aguer– y Hugo Moyano. El Jubileo es la indulgencia que el clero le pide a los explotadores con la extrema superexplotación de las masas.


En el Encuentro, Moyano convocó a “luchar para poner un gobierno peronista lo antes posible”. Luego de decir que no tenía “muchas esperanzas en el gobierno nacional, ya que está subordinado a lo que le dicen; eso sólo es posible si tenemos un gobierno peronista” (El Día, 26/10).


Obviamente, Hugo Moyano se revuelca en las contradicciones de la burocracia sindical.


El 19 y 20 de marzo de 1997, el Congreso del MTA (con Moyano como una de sus cabezas) había resuelto, frente a las elecciones de ese año, “no convalidar con sus votos a ningún candidato que apoye el modelo socioeconómico y cultural (menemista)”. Al Congreso fueron invitados, por eso, Chacho Alvarez, Freddy Storani y Antonio Cafiero.


En agosto de 1997, el MTA (junto al CTA) había sido activo gestor de la Alianza, incluso cuando José Luis Machinea ya había sido nombrado ministro de Economía del “gabinete en las sombras” y se había pronunciado de entrada por el programa de las grandes patronales, comenzando por la reducción de las indemnizaciones por despidos y la derogación unilateral de los convenios.


Un año después, Juan Manuel Palacios planteaba una reflexión amarga sobre esta decisión: “Nos sentimos engañados por el Frepaso, que dijo ser amigo de este sector, e incluso llegó a respaldar la huelga del 14 de agosto de 1997 y nos acompañó en nuestro reclamo. Nos asombra que ahora respalde la flexibilización laboral, lo que demuestra que quiere cerrar con el establishment económico y no asumir ningún compromiso con los trabajadores” (La Razón, 22/4/98).


El 2 de setiembre de 1998, luego de que Diputados votara la negrera ley laboral de ese año, Hugo Moyano, incorregible, le decía a la concurrencia reunida en Congreso que “esto lo van a pagar en las urnas”.


El Partido Obrero, en una carta abierta, le advirtió a Moyano que “la Alianza es, en lo que respecta al movimiento obrero, lo mismo o peor que Menem” y que “seremos los trabajadores los que recibiremos una gran paliza si, como en el ‘89 y en el ‘95, volvemos a votar por nuestros verdugos” (Prensa Obrera, 11/9/98).


Pero en junio del 2000, luego de que los senadores peronistas votaran la reforma laboral, Moyano le decía a una multitud congregada en Congreso que el peronismo había dejado de representar a los trabajadores. Aunque esta declaración la hizo para ‘envaselinar’ un llamado a desconcentrar lo más rápidamente posible y abrir una tregua con el gobierno de la Alianza, había dejado establecido un dato histórico irreversible, del cual no se podrá deshacer. Ningún Ruckauf le devolverá al peronismo el relativo rol progresista que tuvo hace 60 años.


El nuevo viraje de Moyano en favor de un nuevo gobierno peronista revela el vertiginoso agotamiento de su corriente. No podrá frenar la evolución de la clase obrera.


Las nuevas afirmaciones de Moyano significan que abandonó su fugaz coqueteo con la idea de formar un partido de trabajadores. Es lógico que actúe así, porque un partido de trabajadores sólo puede nacer de una lucha de clases vigorosa.


Por esto mismo, no se debe excluir que con el desarrollo de acciones más amplias y profundas de las masas, Moyano retorne a su corto idilio con el PT, pero para contener a los explotados y apartarlos de la lucha por el poder.