Políticas

18/9/2003|817

Ibarra, con respirador artificial

Para los medios de prensa Ibarra obtuvo “el 53,5%” y Macri “el 46,5%”, pero en realidad Ibarra obtuvo el 37%; Macri el 31%, y el 32% de los empadronados porteños resolvió no votar a ninguno de los dos (abstención y votos en blanco).


La manipulación apunta a magnificar la victoria de Ibarra. En apenas quince días, el hombre que llevó adelante los desalojos más cruentos de la historia de la ciudad; el que está privatizando el hospital público; el que suscribió la más leonina de las renegociaciones de la deuda pública externa, pasó, por obra y gracia de un operativo electoral multimillonario, a ser el “paradigma de lo público” y “lo social”.


El viernes anterior a las elecciones, Página/12 publicó la friolera de ocho solicitadas en apoyo a Ibarra, con el argumento vergonzante del “mal menor”, un prurito propio del tamaño del sapo que había que deglutir.


Pero ese mismo viernes, el verdadero espaldarazo a la “reelección” venía de otro lado: La Nación proclamaba en tapa la victoria de Ibarra, después de haber coqueteado largamente con Macri. El gran capital se colocaba junto al centroizquierdista y a un gobierno “que aceptó un acuerdo con el FMI que supone el esfuerzo fiscal más importante que la Argentina haya realizado en su historia moderna” (Ambito, 12/9).


El progresismo porteño ha repetido una historia: subió de la mano del gran capital, con De la Rúa y Felgueras. Ahora, es un rehén del FMI y Bush, por medio de los Kirchner y Duhalde.


Ibarra asumirá su segunda gestión sin crédito propio y con una “Fuerza Porteña” aun más precaria que la vieja “Alianza”.