Políticas

24/2/1994|412

Impunidad sin fronteras o la justicia sigue siendo menemista

La negativa de Menem a permitir la investigación por parte de la justicia italiana de los crímenes cometidos por la dictadura videliana contra los ciudadanos de origen de ese país constituye, de hecho, un nuevo indulto a los genocidas.


Hasta ahora, los militares condenados por la justicia argentina —es decir, los pocos que no pudieron acogerse a los “beneficios” de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida— gozaban del indulto presidencial,  válido solamente en el territorio nacional. Al negar que los jueces italianos tengan el derecho a interrogar a testigos residentes en Argentina en una causa que se sustancia en Italia contra los genocidas con el argumento de la “cosa juzgada”, Menem le ha dado al indulto una envergadura universal …  y lo ha extendido  a los 89 acusados antes no alcanzados por el indulto presidencial.                 Para prohibir las declaraciones, Menem tuvo que pasar por encima de una resolución previa de la justicia —que inicialmente las había autorizado. El hecho, ciertamente, no iba a detener al hombre que ha convertido la Corte Suprema en un “servicio personal” y gobierna por decretos de seguridad y urgencia.


Si los pedidos de ascensos de los capitanes Rolón y Pernías revelaron que la impunidad es permanente, el episodio de los jueces italianos pone de manifiesto que la impunidad no tiene fronteras.


Sin embargo, la única “cosa juzgada”  es que el pueblo no perdona a los torturadores, asesinos y violadores y que, tarde o temprano, y a pesar de todos los indultos, leyes de punto final y obediencia debida, impondrá su consigna histórica: juicio y castigo a todos los culpables, juicio y castigo a todos los indultadores.