Políticas

16/7/2009|1091

"Israel puede bombardear Irán"

Mientras Barak Obama negociaba
con Dmitri Medvédev, en Moscú, con la convicción de que
“sólo si convence al Kremlin doblará el espinazo” de Irán (El País, 12/7), su
vicepresidente, Joseph Biden, repitió que su gobierno “no detendrá ni obstaculizará
un ataque de Israel contra Irán” y que “Israel puede bombardear
Irán y determinar por sí misma lo que es de su interés como nación
soberana, estemos o no de acuerdo” (ABC, 5/7). Simultáneamente, el
jefe del Mossad, Meir Dagan, comunicó que Arabia Saudita “haría
la vista gorda si aviones israelíes sobrevolaban su espacio aéreo”
rumbo a Teherán y que los sauditas “estarían incluso más preocupados
que los israelíes con un Irán nuclear” (Sunday Times, 5/7).

Las palabras de Biden
“fueron entendidas como un vía libre para atacar Teherán” (EFE,
AP, 6/7) y obligaron a Obama a refutarlo en público. Respondió:
“Absolutamente no” (avalamos un ataque) y agregó: “Es muy importante
ser lo más claro posible, y nuestro gobierno es totalmente coherente
en esta cuestión. La política de EEUU consiste en tratar de resolver
el problema del potencial nuclear de Irán de modo pacífico, a través
de canales diplomáticos” (AP, 10/7). Voceros de la Casa Blanca insistieron
en que “Netanyahu había sido advertido de no emprender ninguna acción
que perjudicara los esfuerzos norteamericanos de entendimiento con Irán”
y hasta el jefe del Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, expresó su
“preocupación” porque “cualquier choque con Irán tendría consecuencias
muy desestabilizadoras” (AP, 5/7). Los iraníes, por su parte, dejaron
en claro que Estados Unidos, más aún que Israel, sería “responsable
de un ataque de la entidad sionista” y prometieron “una respuesta
decisiva y dolorosa”. Una de las razones por las que Washington “se
opone por ahora a un ataque contra Irán” son los 130.000 soldados
que mantiene en Irak, “que podrían ser blancos inmediatos de la respuesta
iraní, con consecuencias mucho más amplias” (FP, AP, 5 y 6/7).

La alternativa militar
(de Biden) “conmocionó a los analistas de la industria petrolera”, que la
catalogaron como “el preludio de una insondable pesadilla” en el
caso de que los ayatollás contestaran “hundiendo los petroleros que
surcan el estrecho de Ormuz -el 20% del petróleo mundial- y bloquearan
la ruta del petróleo del Golfo Pérsico” (Times,
7/7). “Nos
veremos en un grave, gravísimo problema. Los mercados van a enloquecer”,
opinó Leo Drollas, director del Centro de Estudios de Energía Global,
en Londres. “Biden no hizo al descuido sus comentarios, los planificó
y abrió la puerta a una reacción agresiva. La respuesta más rápida
y efectiva para Irán no es un ataque a Israel sino interrumpir el flujo
petrolero”, afirmó Cliff Kupchan, director de la consultora Eurasia
Group, en Washington. Aunque la recesión tiene las reservas globales
al punto más alto de los últimos cinco años, un ataque contra Irán “generará
el pánico, subirá el precio del barril y los mercados a futuro, se
profundizará la recesión mundial. Todavía hay que ver si al mercado le alcanza con la rectificación
de Obama”, especula el Times.

Los analistas coinciden
en que Estados Unidos, con dos frentes militares abiertos -Irak y
Afganistán- y “una creciente tensión” que abarca desde Afganistán
y Pakistán, pasando por Irán, el Golfo y el Cuerno de Africa, “necesita
imperativamente de la cooperación rusa para afrontar desafíos tan
cruciales” (NYT, 12/7). En marzo, The New York Times filtró una carta
de Obama a Medvédev en la que le proponía congelar el escudo antimisiles,
“a cambio de un mayor compromiso para paralizar el desarrollo nuclear
iraní”. La desmentida de Obama fue una confirmación: “Es algo
que he dicho públicamente: que el escudo de misiles que tratamos de
desarrollar no está dirigido a Rusia, sino a Irán. Esa ha sido siempre
nuestra preocupación (…) Lo que aclaraba en mi carta es que, obviamente,
si se redujera la voluntad de Irán de obtener armas nucleares, se reduciría
a la vez la presión por construir un sistema de defensa contra esos
misiles” (El País, 4/3).

Para The New York Times,
las declaraciones de Biden “dejan planteada una inquietante pregunta:
si Washington no se siente capaz de frenar a sus amigos, ¿qué espera
lograr con sus enemigos?”. Y ensaya una respuesta: “Estados Unidos
es mucho más fuerte que los que le recriminan, con total impunidad,
por qué acepta el desarrollo nuclear de Israel y desconoce a otros
el mismo derecho”. Para The New York Times, “la insistencia en el diálogo”
opera como un “autoconstreñimiento” que permite que “los débiles”
-Irán y Corea- “puedan parecer fuertes”. Quizá por eso, Thomas
Pickering, funcionario desde Nixon hasta Clinton, colaborador de Obama
y principal interlocutor yanqui con Irán, terció: “Hay un equilibrio
y una interrelación entre la diplomacia y el uso de la fuerza”. Aunque
Obama “haya decidido optar como primera opción por la diplomacia,
si Irán llega abiertamente a poseer armas nucleares tendremos o un
enfrentamiento militar o un conflicto militar, con la participación
de Estados Unidos, Israel y Europa”. Para Pickering, esta posibilidad
está vigente, aunque cueste “serias discrepancias con Rusia y China,
con el chiísmo, y quizá con todo el mundo islámico” (El País, 12/7).
La efectividad de la “mano extendida” de Obama luce cuestionada
hasta por sus amigos.

Olga Cristóbal