Políticas

30/4/2003|798

Izquierda Unida, no logramos una diferenciación política

IU ha hecho una mejor elección que el Partido Obrero, si es que se puede hacer esta comparación frente a los bajísimos guarismos obtenidos. IU triplicó su votación de 1999, en tanto que el PO la aumentó en un 25%; pero comparado con los progresos realizados en las parlamentarias del 2001, el retroceso de IU ha sido más acentuado (una caída del 40% y 200.000 votos menos). Lo esencial no es, sin embargo, esto. Lo esencial es que nuestro partido no ha logrado (y no es la primera vez) dejar establecida ante el electorado la diferencia política entre el PO e IU; la comprensión de estas diferencias políticas está circunscripta a la vanguardia que lucha en el movimiento popular. Para el electorado, en cambio, la existencia separada de unos y otros responde a razones no políticas o programáticas – todos somos de “izquierda” – . IU y Patricia Walsh en particular se han empeñado en insistir en este prejuicio, asegurando de paso que el PO es “sectario”.


El primer fracaso en producir esta diferenciación política ha sido que no pudimos dejar establecida la responsabilidad absoluta de IU por la no concreción de un frente de izquierda. La mayor parte de la opinión pública progresista, obrera o de izquierda no llegó a conocer las provocaciones y proscripciones montadas por la dirección de IU para impedir que se concretara el frente electoral. De modo que en un aspecto que fue considerado decisivo por los observadores electorales – la des-unión de la izquierda – , no logramos clarificar las responsabilidades respectivas.


El otro aspecto del confusionismo reinante es la caracterización simplista que existe de IU. Por de pronto, casi todo el mundo desconoce el papel que los diputados del Mst y del Partido Comunista están jugando en Brasil, es decir su voto sistemático favorable a las medidas más reaccionarias de Lula (un reciente editorial de O Estado de Sao Paulo atribuyó la caída del riesgo-país de Brasil, no a la política fondomonetarista del gobierno sino al apoyo parlamentario que le ha dado la izquierda petista a proyectos como la autonomía del Banco Central, que está presidido por un hombre del Banco de Boston designado por Lula; en esta izquierda capituladora se destaca el diputado “Baba”, máximo dirigente del Mst) (ver nota). Esto pone de manifiesto la profundidad de las tendencias proimperialistas que se esconden detrás del democratismo de izquierda o del izquierdismo socializante de IU.


En esta misma línea de confusión, muchos caracterizan a IU como un frente cuasi revolucionario que estaría reducido al PC y el Mst, o sea que se escamotea el peso enorme que tiene en IU y en la dirección del PC el Banco Credicoop y los representantes argentinos de Attac (Julio Gambina, Claudia Korol), una asociación internacional que propugna la reforma impositiva del capitalismo y un nacionalismo a la De Gaulle. No debe ser una casualidad que en los emprendimientos previsionales del Credicoop participen pulpos franceses del seguro. No fue solamente la dirección del Mst la que bloqueó furiosamente el frente IU-PO, siguiendo estrechos intereses de aparato, sino que también lo hizo el sector de los banqueros, que presionan para que IU “se abra al centro”. El presidente del Credicoop, Carlos Heller, ha defendido intransigentemente los intereses del conjunto de la banca durante toda la crisis, incluso cuando integraba el triunvirato del Frenapo con la Cta. Este sector impulsa un frente con sectores centroizquierdistas e inclusive con Ibarra, a partir de sus negocios comunes con el Banco Ciudad. La dirección de IU oculta celosamente estas relaciones con los banqueros y nunca se ha dado por aludida frente a las denuncias que hemos hecho desde Prensa Obrera.


Por último, en IU están desarrollados los aspectos más negativos, e incluso reaccionarios, del frentismo de izquierda. En primer lugar, porque éste es visto como una construcción estratégica que debe reemplazar la construcción de un partido revolucionario. Es decir que plantea el movimientismo, en el cual lo que importa no es el contenido programático sino el “pluralismo” ideológico más extendido. El ejemplo más claro de este planteo es el Frente Amplio de Uruguay, que sostiene a los ojos de todo el mundo al moribundo gobierno de Batlle. Cuando IU acusa al PO de sectario no se refiere a que nos opongamos al frentismo como instrumento político concreto sino a que siempre y en toda circunstancia destacamos nuestro propósito de construir el partido revolucionario y a que relacionamos toda nuestra política a este objetivo.


En oposición a nuestra caracterización dialéctica, contradictoria, entre partido y frente, IU ha hecho una construcción frentista burocrática que está asentada en sucesivos pactos de repartos electorales. Como instrumento para la unidad de acción virtualmente no existe; es más, sus integrantes chocan entre sí con impasible regularidad. Dadas estas limitaciones, IU enfrenta la perspectiva de la disolución, como ya ocurriera en 1992, cuando se combinó con la desintegración del Mas. Frente a estas limitaciones, nuestra posición es reclamar la formación de un frente revolucionario, lo que significa romper con los banqueros y servir como instrumento de acción para la lucha contra el capital en la que están empeñados el movimiento piquetero, las fábricas bajo gestión obrera, las asambleas que se ligan a la lucha de clases, los sindicatos combativos.


La campaña electoral ha puesto de manifiesto una gran confusión respecto a la izquierda, lo que nos proponemos superar por medio de una firme campaña de propaganda.