Cristóbal López, socio del gobierno, se quedó con los casinos flotantes de Puerto Madero, además de otros garitos en la provincia de Buenos Aires y en Rosario.

No se puede hablar en la Argentina de un negocio multimillonario sin encontrar las uñas de la camarilla kirchnerista clavadas en él.

“El presidente argentino… se ha salido con la suya. Manuel Lao, dueño de Cirsa, uno de los grandes imperios mundiales del juego, ha perdido el control de los dos barcos casino que tenía en Buenos Aires en favor de Cristóbal López, empresario local, amigo personal del Presidente y nuevo rico desde que Kirchner entró en la Casa Rosada” (Ámbito Financiero, 15/5). Además, López se ha beneficiado con una cadena de concesiones petroleras… ¿Dónde? En Santa Cruz, por supuesto.

Se trató de una “salida negociada” entre Cirsa y López. Así, “Cirsa gestionará sus casinos flotantes en Buenos Aires con Casino Club y Hapsa, también de López, quien además tiene la concesión de casi cuatro mil tragamonedas en el Hipódromo de Palermo” (El Cronista, 31/5).

López y el catalán Lao Hernández, dueño de Cirsa, han constituido una Unión Transitoria de Empresas (UTE) para explotar los casinos flotantes. Con ese propósito, López pagó 100 millones de dólares por la mitad del negocio, para demostrar cuán redituable resulta ser amigo de la Casa Rosada. “Lao, a su vez, aportará otros 20 millones de dólares para ingresar, también al 50 por ciento, al futuro Casino de Rosario, un complejo que podría inaugurarse a mediados de 2009 y que por licitación fue adjudicado a López el año pasado” (Clarín, 31/5).

Toda esa operación, posible gracias a las “apretadas” y presiones del oficialismo para dejar la mitad del negocio en manos de un “burgués nacional” –es decir, de un allegado a la camarilla– explica la agresión en regla a los trabajadores del casino en Buenos Aires, cuya organización pretendió ser arrasada por el gobierno, la empresa y la burocracia, para luego arremeter contra sus conquistas.