Políticas

21/8/2003|814

Kirchner, el metodo de la crisis permanente

Al cabo de tres meses de gobierno, es claro que los movimientos convulsivos que lo han caracterizado hasta ahora son un método político de sobrevivencia. Kirchner simplemente no puede gobernar si no es creando en forma constante situaciones de crisis. Asistimos a la ingobernabilidad como método de gobierno. Kirchner ejerce la “autoridad” atacando la “autoridad” de sus aliados y de las instituciones estatales. Bajo esta forma peculiar de gobierno se manifiestan la rebelión popular, la bancarrota económica, la demolición de los partidos tradicionales y la crisis política en su conjunto.


El choque de Kirchner con Scioli es típico (ya lo hizo con los “supremos” Nazareno y Moliné O’Connor). Cuando el motonauta declaró que en octubre habría aumentos de tarifas, se limitaba a repetir lo que antes había dicho Lavagna y lo que la mano derecha de Kirchner, el ministro De Vido, le había informado a la comisión respectiva del Senado. Cuando más tarde opinó que la “anulación” de las leyes del perdón era meramente declarativa, copiaba lo que habían afirmado abundantemente los diputados del PJ en las negociaciones que llevaron al mutilado proyecto que se puso a votación, y en especial lo declarado por Díaz Bancalari. Scioli, en definitiva, cometió el “error” de pinchar el globo oficial que asegura que quiere terminar con la impunidad o que se tiene el propósito de “poner límites a las corporaciones”. Por supuesto que en las vísperas de las elecciones en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires, el círculo kirchnerista teme que esas evidencias perjudiquen a sus candidatos y liquiden la política de puras maniobras que Kirchner ha venido desarrollando desde que asumió. Los dichos de Scioli sobre la “anulación” de los perdones avivaban una posible crisis en el Senado, que debe tratar la ratificación de lo aprobado en Diputados.


Basta una ojeada, sin embargo, para percibir que Kirchner está rodeado de Scioli’s. Es el caso de Lavagna, empeñado en llegar a un acuerdo a largo plazo con el FMI. Esto lo llevó a desmentir a De Vido, afirmando que no había dinero para financiar un plan de obras públicas en el año en curso. Otro Scioli, por su origen menemista y su dependencia de Duhalde, es el gobernador Solá, a quien Kirchner apoya en las elecciones de la provincia. Scioli’s son también el salteño Romero, con quien Kirchner acaba de sellar un pacto petrolero; el jujeño Fellner o el formoseño Insfrán. Kirchner fue el miércoles a la Villa 21-24 a apoyar a la mafia del barrio, denominada Flor de Ceibo consituida por los punteros de Ibarra. Pero el propio Ibarra es más sciolista que Scioli, al punto que se sometió por completo a las exigencias de las Afjp en la negociación de la deuda externa de la Ciudad; algo que no hizo ni siquiera Lavagna, que mandó la deuda del Estado con éstas al “default”. Varios diarios han previsto un choque del Presidente con Lavagna en torno al acuerdo con el FMI y al tema del gasto público. Antes de fin de año, por lo tanto, asistiremos a nuevas manifestaciones del método de la crisis permanente.


Si es cierto lo que dice el gobierno de que Scioli es un operador de Menem y de las privatizadas, la lógica de este choque debería llevarlo a una ruptura con el FMI, que es el verdadero operador, no ya de las privatizadas, sino también de los bancos. Pero Kirchner es incapaz de ir tan lejos por más roces que pueda protagonizar con el Fondo. De lo cual se desprende que los choques políticos que impulsa no responden a una estrategia sino que son un método político de sobrevivencia. Lejos de romper con el Fondo, Kirchner ha enviado un proyecto de reforma de la carta orgánica del Banco Central, que le permitiría recibir una emisión monetaria de alrededor de 10.000 millones de pesos en calidad de crédito con la única finalidad de pagar la deuda externa. La deuda más apremiante es la que vence a principios de septiembre con el propio FMI. El método de la crisis permanente refleja a un gobierno que está condicionado por el gran capital, en una situación social convul siva, pero con el cual no puede romper de ninguna manera.


Con una votación del 22% (6% propios), el gobierno no tiene representación política. Tampoco tiene un mandato claro, pues en la campaña ocultó sistemáticamente, para arrear alianzas electorales (dixit, “construir poder”), todo lo que ahora proclama. Pero tampoco esto es lo que determina la política de crisis como método de gobierno. Este método se impone al oficialismo a pesar de sí mismo, como consecuencia del conjunto de contradicciones sobre las que se asienta. Ninguna otra fracción política, por otra parte, se encuentra mejor que el propio gobierno, ni tiene la capacidad de cuestionarlo. No se debería descartar que como consecuencia de todo esto Kirchner se vea obligado a gobernar por medio de plebiscitos, los cuales serían la etapa última que precedería a un nuevo colapso del régimen que se encuentra cuestionado desde el Argentinazo. En lo inmediato, el método plebiscitario podría ser usado para zafar de la crisis que plantea el acuerdo con el FMI.


Este cuadro político de conjunto pone de manifiesto el papel crucial que juegan el centroizquierda, la izquierda y la burocracia sindical que apoyan a Kirchner. Presentan como una estrategia de “cambio” o “antiimperialista” todo el pavoneo demagógico y verbalista del gobierno, que testimonia su incapacidad incurable para superar las contradicciones vigentes. Quieren alinear al pueblo detrás del gobierno para darle la única carta de estabilidad que Kirchner podría eventualmente mostrar a los explotadores y al imperialismo. El pueblo pagaría el costo de la crisis y del método de crisis permanente del gobierno con mayores penurias y sacrificios. Denunciamos esta política sin salida y decimos que la crisis de conjunto sólo será superada por un Argentinazo definitivo, que debe ser preparado por medio de la organización independiente sistemática de los trabajadores y oprimidos. Es necesario aprovechar las campañas electorales para clarificar esta situación, y también valernos para ello de las tribunas parlamentarias.