Políticas

2/3/2006|935

Kirchner engaña y se engaña


El discurso de Kirchner al Congreso fue una gran impostura. Se atribuyó nada menos que la ‘recuperación económica’, cuando en realidad está gestionando una fase del ciclo económico internacional.


 


¿Y para quién gestiona?


 


No para los docentes, que tienen básicos de 300 a 500 pesos, ni para jubilados de 390 pesos, ni para ocho millones de trabajadores que ganan menos de mil pesos.


 


Sí para Repsol, que acaba de anunciar ganancias record, o para Telefónica, o Techint, o los especuladores con los bonos indexados, que llevan ganado un 12% en los dos primeros meses del año.


 


O para el FMI, que se cobró de una vez lo que había reclamado: diez mil millones de dólares.


 


El Presidente prometió, además, más de lo mismo: dijo que la continuación de la prosperidad depende de seguir con los superávits fiscales y del comercio.


 


O sea del congelamiento de sueldos del Estado y de las jubilaciones y de mano de obra barata para los exportadores.


 


Kirchner reivindicó también haber reconstruido la autoridad política, a partir de una votación del 22%.


 


Pero no le podía decir a la audiencia que es una ‘reconstrucción’ política muy singular, a fuerza de ‘borocotazos’, como lo demostró la votación sobre el Consejo de la Magistratura.


 


El superávit fiscal es más conveniente que nunca cuando se trata de comprar a los ‘representantes del pueblo’.


 


Kirchner procuró mostrar una cara de estadista, por lo que le pidió a Tabaré Vázquez una interrupción de la construcción de las contaminadoras por noventa días.


 


Lo que quiere es acabar con los cortes entrerrianos, porque no ha ofrecido ningún plan para impedir la contaminación.


 


Con motivo del 30° aniversario del golpe militar, el presidente invitó a “homenajear a la República”.


 


Se le olvidó, sin embargo, que a lo Videla, tiene militarizado el norte de Santa Cruz, donde los ‘servicios’ golpean, reprimen e infiltran a las organizaciones populares, para defender a los monopolios petroleros.


 


Los políticos se le rinden en soquetes y calzoncillos, pero los trabajadores le pelean sus reivindicaciones y derechos.


 


En todo reclamo siguen vigentes los métodos de la rebelión popular.


 


Cuando el ciclo festivo de los negocios concluya, como ya ocurriera con Martínez de Hoz, Sourrouille y Cavallo, el que quedará en calzoncillos (con suerte) será el Presidente.


 


Los trabajadores argentinos nos tenemos que preparar para celebrar un bicentenario muy diferente al que tienen en mente los capitalistas y sus políticos.