Políticas

17/8/2000|677

La agricultura y los transgénicos

La descomunal dependencia de la agricultura argentina respecto de los pulpos que dominan la industria química mundial acaba de ser puesta en evidencia por un hecho que, aunque no trascendió a la opinión pública, alcanzó para despertar las protestas de las cámaras patronales rurales: el aumento de precio de los principales herbicidas utilizados para el cultivo de maíz y soja.


En el caso del herbicida que se usa para el maíz, los precios respecto del año pasado se incrementaron un 80%; el de la soja, más módico, ‘sólo’ el 20%. Según los cálculos de Clarín (5/8), los monopolios agroquímicos embolsarán un adicional de 55 millones de dólares por esto, lo cual, con precios internacionales de los cereales en baja, llevará a numerosos pequeños productores a la quiebra.


La industria agroquímica ha hecho sentir su ‘peso’. Son pocas las empresas que concentran la oferta: Monsanto y Atanor (ésta recién comienza a fabricarlo en Argentina) para el herbicida del maíz; Dow, Novartis y otras grandes compañías para el de la soja. Como estas empresas, con excepción de Atanor, dominan el mercado mundial, no hay ‘escapatoria’. “Hace 30 días que estoy tratando de importar y no consigo que nadie me venda”, declara un productor rural (ídem).


Monsanto, Novartis y Dow, que dominan el mercado argentino de herbicidas, son también las que monopolizan la oferta de semillas transgénicas. Con la expansión del cultivo transgénico, “en cuatro o cinco años el consumo de fertilizantes se quintuplicó. El de agroquímicos se multiplicó por tres” (ídem). Dominando el mercado de las semillas y el de los herbicidas, estas empresas tienen en sus manos el conjunto del proceso agrícola. Si a esto se le agrega que la comercialización de los granos corre por cuenta de pulpos como Cargill, salta a la vista que la dependencia de las patronales rurales argentinas respecto del capital financiero internacional es total.