Políticas

2/3/2006|935

La borocotización de Luis Zamora


La renuncia del zamorista Romagnoli a la Sala Juzgadora (que, sin embargo, no se concreta) ha venido como anillo al dedo a la campaña oficial para rescatar a Ibarra y al Gobierno de la Ciudad.


 


Romagnoli argumenta en su defensa que el “juicio político” a Ibarra “encubre el papel político de la Legislatura”, pero esto no explica por qué Romagnoli se ha quedado callado en el juicio y no ha usado el ámbito legislativo para destronar a Ibarra y a la Legislatura, así como a todo el gobierno local. Fue lo que nosotros hicimos en el período de Altamira, incluso porque durante mucho tiempo la mayoría legislativa era del oficialismo. Cuando Ibarra se arrogó “superpoderes” para el manejo del presupuesto, pedimos su renuncia y también la disolución de la propia Legislatura. Romagnoli no puede combatir a Ibarra, ni tampoco a la Legislatura. No podría concebirse una capitulación mayor ante el Estado.


 


Zamora-Romagnoli justifican la renuncia a una intervención parlamentaria —de eso se trata el juicio político— con el conocido argumento de que lo importante debe “proyectarse por afuera” (del parlamento). Pero Zamora y su corriente no participan de las luchas, de los cortes, los paros o movilizaciones contra el Estado o el régimen que dicen combatir. No combaten al gobierno y a la Legislatura ni adentro ni afuera de la Legislatura, en especial en lo que respecta a la masacre de Cromañón. El Partido Obrero ha marchado junto a los familiares de Cromañón denunciando a la Iglesia, que quiere copar el movimiento. Zamora ha “preferido” abstenerse, también, en el plano de la calle. Aquí el argumento que utiliza es diferente: no “hacer política” pero Zamora no la hace en ningún lado, salvo para él mismo. Esta corrupción política es el punto de partida de cualquier otra corrupción.


 


Acusado por su ausentismo permanente, Zamora ha reivindicado haber estado “junto a Kosteki y Santillán”. Muy bien. Pero Zamora actúa en la causa Cromañón de un modo contrario es decir, capitulando al servicio de Ibarra y de Kirchner.


 


Que se queden todos


 


Romagnoli renuncia al juicio para no “convalidar un circo”. El “circo” es el escenario de una crisis política que produce movilizaciones y contramovilizaciones en la calle. Nadie ha escuchado a Romagnoli denunciar en el “circo” que el mayor de los fraudes es que una destitución de Ibarra dejaría el Gobierno de la Ciudad en manos de Telerman, es decir, del representante más directo de los intereses sociales y de la camarilla de funcionarios y capitalistas que condujo a Cromañón. Nada impedía a Romagnoli utilizar la tribuna parlamentaria para denunciar esta encerrona política, y exigir que se vayan Ibarra y su gobierno. Romagnoli se ha “privado”, también, de explotar la crisis política planteada por el juicio para “ir por más”, es decir, para señalar que debe plantearse el juicio político a Kirchner por las diecinueve muertes de Río Turbio, y el juicio político a Solá por la masacre de Magdalena. El movimiento de Cromañón sí reclama el juicio a Solá y a Kirchner. Zamora, no.


 


Romagnoli impugna el juicio en el momento de su desenlace. No es casual. “‘Si ustedes logran neutralizar a Romagnoli, nosotros trabajamos con los nuestros’, les habían dicho desde la Casa Rosada a los operadores de Ibarra” (La Nación, 19/2). La renuncia es funcional a un operativo que los días posteriores confirmaron.