Políticas

24/9/1999|643

La campaña votoblanquista es reaccionaria

No es, en definitiva, casual, que cuando se desmorona el régimen menemista y sus alternativas siamesas, aparezca un planteo dirigido a desviar las tendencias revolucionarias, que emergen de ese desmoronamiento, hacia una posición política abstracta como el voto en blanco o del ausentismo electoral. Una posición abstracta, porque carece de programa y porque no surge de ninguna lucha política precedente, lo que significa que no ha sido un factor activo, ni mucho menos consciente, en la creación de este derrumbe del menemismo y de sus congéneres que ahora se reclama como motivo de insatisfacción para plantear el voto en blanco. A partir de aquí, se puede ver que se trata de una posición reaccionaria, porque desconoce, sin molestarse en someterlo a crítica, el trabajo político, ideológico y organizativo de los partidos que han luchado contra este régimen y que, con esta lucha, han preparado y siguen preparando las condiciones para su superación. Es una posición reaccionaria porque acepta planteos provenientes de cualquier pensamiento político, con la única condición, abstracta, de que coincida con el voto en blanco o el ausentismo electoral. Es reaccionaria también porque, incluso para defender su planteamiento vacío, no propone una movilización, salvo la esotérica de retirarse al km 501, o sea que se parece más que nada a una huida.


Hablamos de ausentismo electoral, porque se trata de eso y no de un boicot electoral, el cual, por enfrentar conscientemente al Estado, requiere como mínimo un programa y una organización capaz de ir a la lucha.


El cambalache ideológico de los votoblanquistas es de antología. Luis Zamora, después de haber hecho una carrera en torno de su candidatura, propugna el voto en blanco para repudiar el ‘personalismo’que habría en los partidos de izquierda. No se dio cuenta todavía de que en la izquierda no hay, en su mayoría, ni personalidades ni verdaderos caudillos; entonces el problema de ella mal podría ser el personalismo. La crisis de la izquierda democratizante obedece al fracaso del nacionalismo pequeño burgués montonero o erpiano y al completo derrumbe del stalinismo —con sus secuelas de desmoralización—. El grupo 501 propone “el primer paso” de alejarse de los comicios, para después “pensar qué hacer”. El Ptp propone el voto en blanco o no votar, luego de haber fracasado en formar un frente de la “verdadera oposición”, o sea que, en tal caso, no despreciaba a las abominables elecciones.


Lo que los anti-electoralistas simplemente no ven es que, con su posición, no se puede aprovechar la campaña electoral para desenmascarar a las alternativas del sistema. No es suficiente con que Duhalde o De la Rúa sean menospreciados; esto no alcanza para formar una conciencia de alternativa revolucionaria. Hay que desenmascararlos sobre la base de un programa. Tampoco ven que la crisis política en curso tendrá un desenlace cierto a corto o mediano plazo y que, para que sea positivo, hay que preparar políticamente y programáticamente a las masas para intervenir en la crisis y en dicho desenlace. Otra vez, se trata de establecer un programa, entendido también como una metodología de acción política que pone en el primer plano la acción directa de las masas explotadas.


El electorado votoblanquista es enormemente heterogéneo, pero tampoco hay que compararlo con los que propugnan el voto en blanco. El primero es sujeto pasivo de la confusión, el segundo es un promotor del confusionismo. Para el régimen capitalista en descomposición, un voto obrero en blanco es siempre mejor que un voto obrero por un programa revolucionario.


Texto preparado para la revista Reunión /// reunió[email protected]