Políticas

17/5/2012|1222

La Cámpora y “la puta oligarquía”, un engaño

El enfrentamiento que provocó La Cámpora contra un grupo de ruralistas que pretendía ingresar a la Legislatura bonaerense, ¿debe ser caracterizado como una acción nacional y popular contra la oligarquía o como un ataque al derecho de reclamo ante los poderes del Estado? La Cámpora no ha ofrecido al país, hasta ahora, una sola idea política propia; sin embargo, ha vuelto a ocupar las planas por los choques físicos con sus rivales -el anterior, con la Policía bonaerense que bloqueó su ingreso en la reciente inauguración de las sesiones parlamentarias.


Clarificar el punto es importante. Para ello hay que atender a la circunstancia y al método.


Desde el punto de vista de la circunstancia política concreta, el centenar de afiliados de la Carbap vino para reclamar a favor de un privilegio para los terratenientes -defender un impuesto inmobiliario sobre tierras varias veces devaluadas en términos fiscales-, algo que les aseguran las constituciones vigentes. No actuaron en condiciones propicias para un grupo de choque interesado en promover un golpe o un atentado de fuerza contra los derechos democráticos vigentes. En un país donde el gran capital complota con el gobierno que defiende La Cámpora contra el derecho de los trabajadores a ajustar el salario de acuerdo con la inflación, ejercer la prepotencia contra otro sector capitalista que defiende también su tasa de beneficio es, por lo menos, una contradicción. El problema de la gran masa de trabajadores no es, en la actualidad, una caravana de algunas 4×4 que estaciona en una Legislatura, sino un gobierno que aplica todos los torniquetes del Estado (Proyecto X, patotas, ley antiterrorista, cuatro mil obreros procesados) y la complicidad de la burocracia sindical para paralizar a millones de trabajadores.


Desde el punto de vista del método, las distinciones no son menos importantes. La prepotencia e incluso las acciones criminales de las bandas que organizan los explotadores contra los explotados y sus organizaciones deben ser enfrentadas por la movilización organizada de las masas, no de pseudo-aparatos sin ningún vínculo con ellas. Esta condición le da a las acciones directas contra la reacción una posibilidad segura de éxito. Pero, además, la distingue de una violencia que no es revolucionaria, sino desmoralizadora. La Cámpora tiene con las masas una relación clientelar: se hicieron presentes en la Legislatura como tropa de choque de Mariotto, no como vanguardia popular de la lucha contra el ajuste o la nacionalización de la tierra.


La desafortunada combinación de circunstancia y método coloca a La Cámpora mucho más cerca de convertirse en una patota 'a la Pedraza', que en una fuerza de vanguardia que defiende los intereses de las mayorías nacionales. El vacío de programa deja el paso al lumpenismo político e ideológico. Políticamente, no hay un ápice de casualidad en que Boudou se haya retratado con Favale.