Políticas

17/6/2015|1368

La crisis de la fruticultura. El cuento de la “reconversión tecnológica”


Los productores (chacareros), nucleados en las distintas cámaras empresarias del Alto Valle de Río Negro y en las de Neuquén, protagonizan una protesta sobre las rutas, que incluye, desde hace una semana, el corte de las mismas y de los puentes que unen las dos provincias, por tiempo indeterminado.


 


Reclaman a los gobiernos provincial y nacional una “ayuda”, bajo la forma de subsidios al sector, que ronda los 1.000 millones de pesos y denuncian el incumplimiento de un acta firmada en enero con Nación (en plena crisis de la paritaria del sector), por un aporte de 190 millones de pesos del Estado y 300 del Banco Nación.


 


La crisis mundial está en el centro del conflicto. La exportación ha caído un 40% respecto al año anterior. Brasil ha cerrado las importaciones a las peras y manzanas de la zona por causas de sanidad vegetal. Europa ha bajado el consumo en forma abrupta. La caída de estos dos principales destinos de la exportación ha dejado miles de toneladas sin cosechar y otros miles en los frigoríficos. Sin embargo, aún en la zona de producción, el precio en las góndolas es diez veces superior al que los pulpos exportadores pagan al chacarero.


 


Sin embargo, en la protesta de éstos, no figura el punto. No hay ningún planteo contra los grandes pools financieros que hoy acaparan la compra de la producción a precio vil, expoliando al productor. Más bien, todo lo contrario: los chacareros se suman a los grandes exportadores en el reclamo de un subsidio que terminan pagando, por vía indirecta, los consumidores, además de la baja de sus “costos laborales”. A su vez, los chacareros se anotan en las exigencias de devaluación que levantan la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (Cafi) y la patria exportadora, para ‘recuperar competitividad' en el mercado internacional bajando los costos de producción.


 


Los llamados costos laborales son irrisorios ante semejante expoliación. Los sindicatos Uatre y del empaque, empujados por la base fueron a un conflicto salarial en la paritaria durante enero y febrero, y tras rechazar la conciliación obligatoria, finalmente aceptaron que el Ministerio de Trabajo impusiera por decreto un mísero 12,5% para el primer semestre (Disposición D.R.A. 001/2015). Pero ni aún este abaratamiento de los costos laborales para grandes y pequeñas patronales pudo evitar que la crisis capitalista haga su trabajo.


 


 


Del menemato al kristinato


 


Durante la década “menemista”, la solución que los gobiernos y los expertos proponían para salir de la crisis del sector era la llamada “reconversión productiva”. Una serie de medidas de acento “técnico” al servicio de ocultar el violento proceso de concentración monopólica que vivía la fruticultura y la concurrente liquidación del pequeño productor y la superexplotación obrera (ver En Defensa del Marxismo números 14 y 26).


 


Con la devaluación posterior al Argentinazo, en la década siguiente, ese proceso se acentuó al máximo. Actualmente, cinco empresas exportan el 70% de la producción, por el puerto de San Antonio Este, concesionado a las propias exportadoras.


 


Hoy las empresas son, en realidad, pools financieros, con capitales de dudoso origen. Es que a partir del manejo del puerto, el narcotráfico se ha incorporado como parte del negocio. Han estallado dos grandes escándalos, denominados Manzanas Blancas I y II, que involucran a cargamentos hacia Europa de toneladas de droga en los containers de fruta. Definitivamente, el lavado de dinero es parte de la cadena del negocio frutihortícola.


 


Los pequeños productores sólo tienen salida en una lucha común con los trabajadores, contra los grandes monopolios frutícolas, los pools financieros que los expolian y el Estado que los apaña. De otra manera, tarde o temprano terminarán en la quiebra.


 


La nacionalización del comercio exterior, empezando por el puerto de SAE, y de los grandes pulpos, bajo control de los trabajadores, la constitución de un consorcio único de producción y comercialización dirigido por los trabajadores rurales y los pequeños productores, el salario igual a la canasta familiar para todos los trabajadores afectados al sector, son medidas que sentarían las bases para revertir la crisis que arrastra a toda una región a la pauperización y la involución productiva, es decir, la barbarie en las relaciones sociales.