Políticas

21/1/1999|615

La crisis mundial en Brasil y Argentina

AI momento de escribir este editorial, los cables informan que el real brasileño cerró su cotización del día a 1,80 el dólar, o sea que se desvalorizó en una semana en más de un 50%. Esto ocurre al día siguiente de que los diputados brasileños dieran media sanción a un impuesto a los jubilados, el cual fue caracterizado por la prensa de todo el mundo como un fortalecimiento político del gobierno de Cardoso y como un paso hacia la estabilización financiera de Brasil. También ocurre tres días después de que se aprobara un llamado impuesto al cheque que debería contribuir decisivamente a disminuir el espectacular déficit fiscal. Ocurre, además, en una semana en que toda la prensa especializada estuvo asegurando que Brasil no era Corea, ni Indonesia, ni México, ni Rusia, y que la devaluación del real se encontraba perfectamente controlada. 

Colapso 

Si se tiene presente que la nueva desvalorización del real está indicando una continua salida de dólares del país, se da la posibilidad de que Brasil se quede sin las reservas necesarias para sostener la cotización de su moneda. Aunque los diarios aseguran que esas reservas aún ascienden a 30.000 millones de dólares, la verdad se encuentra por debajo de la mitad de esa cifra, esto porque el Banco Central tiene contratos de ventas de dólares para las próximas semanas que oscilan entre los 15 mil y los 20 mil millones de dólares. Con una reserva líquida, entonces, que sería de 10-15 mil millones de dólares, Brasil enfrenta el próximo lunes un comienzo de semana con la perspectiva de una hiperinflación. La devaluación ininterrumpida del real desnudaría la quiebra fiscal del gobierno y colocaría en bancarrota al conjunto del sistema banca- rio en Brasil. No debe olvidarse que los especialistas ponderaban la fortaleza de los bancos en Brasil porque tenían buena parte de sus activos en títulos del gobierno con vencimiento diario, en lugar de tenerlos en créditos a la producción. Esa fortaleza quedaría transformada en trampa mortal en el caso de una hiperinflación, debido a la brutal desvalorización que sufrirían esos títulos y a que provocarían una masiva salida de depósitos. 

Otro dato a tener en cuenta es que la deuda externa privada de Brasil, o sea en dólares, principalmente contraída por los bancos, es de 160.000 millones de dólares, con fuertes vencimiento a corto plazo, además de los intereses correspondientes (la deuda pública externa es de 280.000 millones de dólares). Esta deuda se incrementó aceleradamente en los últimos dos años y, en parte, en los últimos meses, debido a que el crédito interior era muy caro, pues cobraba intereses del orden del 40 al 50% anual a las empresas de primera línea. Esa deuda privada ha crecido ahora en reales en un 50% y crecerá aún más con la hiperdevaluación. Los tres principales bancos nacionales, Bradesco, Unibanco e Itaú se encontrarían en ese caso en una situa¬ción insostenible, mientras que dos extranjeros, el Citi y el BankBoston sufrirían pérdidas enormes. 

Conspiración 

Todo esto significa que el rescate financiero de 41.000 millones de dólares montado por Estados Unidos y el FMI ha entrado en un colapso. Concebido, no para salvar al real sino para permitir el retiro ordenado del capital extranjero, no fue capaz de impedir que las reservas del país cayeran desde los 80 mil millones de dólares que había en julio del ‘98, pero al menos había logrado que no se derrumbara la cotización de la moneda, permitiendo un escape sin pérdidas del capital internacional. En noviembre pasado, informamos desde estas páginas (ver “Brasil: Ahora peor”) que el FMI estaba planificando una devaluación ‘ordenada’ del real del 15 al 25%. Pero ahora que el real se ha derrumbado, el FMI deberá intervenir nuevamente para salvar a los capitales que no han sido retirados, pero ya no usando la zanahoria de un nuevo crédito internacional sino el garrote de una confiscación directa aún mayor de los ingresos de la población trabajadora y de una parte importante de la propia burguesía nacional. El gobierno de Cardoso conspiró con el FMI el saqueo metódico de las reservas en divisas de Brasil en beneficio del capital internacional, mientras lograba al mismo tiempo el voto de la mayoría del electorado. Pocas veces se ha visto una estafa político-económica mayor de parte de la democracia capitalista, aunque se puede apostar sobre se¬guro que veremos muchas más todavía más graves. 

Rusificación 

La bancarrota brasileña significa que el Estado no podrá honrar ni renovar su deuda pública* ni externa, ni interna (esta última era, hasta antes de la devaluación, de 330.000 millones de dólares). Un 30% de esta deuda interna está indexada al dólar, es decir que a la cotización de cierre del jueves 22 de enero, había subido un 15% (50% de desvalorización por 30% de la porción indexada). El 70% restante, sin embargo, se estaba renovando a tasas usurarias, superiores al 50% anual. Para evitar una bancarrota bancaria, el gobierno deberá renegociar esa deuda y transformarla en títulos públicos con vencimiento a mediano y largo plazo. El problema de esta renegociación es que los bancos van a exigir el reconocimiento integral del valor en dólares de la deuda pública, lo que para el gobierno es completamente imposible. Es decir que, a fuerza de repetir que Brasil no es Rusia, lo único que se logró fue rusificarlo. 

Como consecuencia de la devaluación, el producto bruto interno de Brasil ha caído de 900.000 millones a 450.000 millones de dólares, apenas por encima del de Argentina. Ha retrocedido, por lo tanto, entre veinte y treinta años. Pero como el capital es un stock, se revalúa en una cierta proporción cuando la moneda en que está contabilizado se devalúa, el salario, en cambio, es un ingreso al que la devaluación ha depreciado en forma irreversible. El derrumbe de la moneda y del producto bruto brasileños afecta, entonces, fundamentalmente, a los asalariados, esto en una escala histórica. 

Convertibilidad sin cobertura 

La situación del peso convertible argentino, así como la de la economía argentina en su conjunto, se ha vuelto insostenible. La mega-devaluación del real, con tendencia a una hiperinflación, le propina varios golpes enormes. De un lado paraliza el comercio exterior con Brasil, equivalente al 30% del total. De otro lado, hace añicos las ganancias de las inversiones argentinas en Brasil. Paraliza además la renovación de los créditos internacionales o los encarece a tasas usurarias. Deberá provocar una caída de la cotización de los títulos públicos, los cuales, al igual que en Brasil, forman una gran parte de la cartera de los bancos. Junto al aumento de la cartera de créditos bancarios incobrables que provocará el aumento de las tasas de interés, esa caída de los títulos públicos amenazará con la bancarrota a los bancos. 

Argentina ya se encuentra en una fuerte recesión, con caídas del producto industrial del 9% en los últimos meses. Ya ha comenzado la tendencia a pasar depósitos bancarios de pesos a dólares, así como la pérdida de reservas del Banco Central. Si el gobierno no devalúa el peso, este proceso puede proseguir hasta convertir toda la masa monetaria en dólares y lo mismo con los depósitos. En este caso, el Estado se vería obligado a convertir compulsivamente los créditos bancarios y comerciales también en dólares. Pero esto significaría la desaparición de la moneda, sea peso o dólar, porque no habría efectivo para cancelar los créditos contraídos por los diferentes grupos capitalistas. Salvo que Estados Unidos ponga la diferencia… La crisis se desarrolla con una tendencia hacia estos extremos. 

Duhalde-Cavallo al rescate de Menem 

El acuerdo entre Duhalde y Cavallo, la semana pasada, y las afirmaciones de Duhalde de que hay que apoyar al gobierno para enfrentar la emergencia, están indicando la tendencia a formar una unión nacional para respaldar la devaluación y evitar la caída de Menem. Todos los reclamos de Duhalde-Cavallo: terminar con los aportes patronales a las Cajas; derogar los recientes impuestos; devolver más rápidamente el IVA a los exportadores; aumentar la capacidad prestable de los bancos; todos estos planteos van en la dirección de un aumento del déficit fiscal y de un menor respaldo al peso. Cavallo acaba de pronunciarse contra una dolarización monetaria, luego de haber sido hasta hace poco uno de sus principales promotores. La dolarización significaría el fin del Mercosur, sea porque apartaría a la Argentina y Brasil o, en el caso de una dolarización de ambos, porque pasarían a integrar el mercado norteamericano. 

Yanquis en capilla 

Pero es el mercado norteamericano el que está atravesando una crisis financiera que se expresa en la constante devaluación del dólar. Esta devaluación significa que Estados Unidos no encuentra financia- miento para su déficit en la balanza de pagos, que está llegando a los 300.000 millones de dólares anuales. El alza en la Bolsa de Nueva York se concentra a tal punto en unas pocas empresas, que un índice bursátil amplio, que abarca a 2.000 empresas, está dando una caída persistente de las acciones medidas encolares de valor constante. La posibilidad de un colapso financiero y bursátil norteamericano es algo que la prensa internacional ya comenta casi todos los días. A esto se junta la tendencia al derrumbe de China y el colapso continuo de Japón. Incluso la Europa ‘unificada’ ha hecho saber que no crecerá en el ‘99. El comercio internacional del ‘98 cayó en un 2% —la primera vez en la posguerra. 

La fantasía de la globalización como factor de desarrollo capitalista se ha hecho añicos. Sólo podría resucitar luego de una gigantesca colonización económica internacional por parte de los principales monopolios y, en especial, por parte de Estados Unidos. Pero esto supondría primero un desarrollo a nivel gigantesco de la crisis mundial que precisamente ya se está desenvolviendo; es decir que debería atravesar un período de revoluciones y contrarrevoluciones, especialmente en los propios países desarrollados. Las posibilidades abiertas al capitalismo por el derrumbe de los Estados obreros burocráticos han servido para demostrar que el límite del capital es el capital mismo, que el desarrollo de las fuerzas de producción es incompatible con el sistema estrecho basado en la explotación social y el lucro privado. 

Democratizantes amortizados 

Aunque el imperialismo procura mantener en todo el mundo sus métodos de dominación de tipo democráticos, la crisis mundial le ha quitado a estos métodos toda base de sustentación, ni qué decir que puedan servir para ampliar la integración de la clase obrera al capitalismo. Por todos lados domina la desocupación en masa. Esta impasse gigantesca de los democratizantes explica la inviabilidad de las Fernández Meijide, Chávez, Jospin, D’Alema, Blair, e incluso el PT de Brasil, los trotskistas del Secretariado Unificado, los nacionalistas o los stalinistas reconvertidos a la democracia. El proceso mundial demuestra el enorme acierto del planteo dirigido a la vanguardia obrera mundial, de refundar de inmediato la IV° Internacional. 

La reacción de los trabajadores 

En las páginas de esta edición, se podrá ver que si los obreros reaccionan con desconcierto frente a la crisis, como ocurre en Ford o Fiat, en otros lugares como Diasa o los petroleros de Comodoro, Caleta, Pico Truncado y Las Heras, se impone un enérgico camino de lucha. Lo mismo ocurre en el principal Hospital de Mar del Plata, entre los desocupados de Salta o de Mercedes (en Buenos Aires), en otros centros de salud del gran Buenos Aires, en los trabajadores de América TV. Los explotados van a ir homogeneizando su lucha, haciéndola conjunta. Con ocupaciones de fábrica, cortes de ruta y manifestaciones de masa. Es el camino. 

Para imponer el retomo al trabajo de todos los desocupados y despedidos y el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario. 

El salario mínimo de 1.200 pesos (canasta familiar). 

La expropiación de la banca, bajo control obrero, para impedir el desguace nacional. 

Por la abolición de todos los impuestos al consumo y por impuestos directos, progresivos y confiscatorios a los grandes capitalistas. 

Un plan económico elaborado por delegados electos de los trabajadores. 

Que las organizaciones obreras rompan con el Estado y los partidos patronales, por una salida obrera. 

Por la organización política y sindical independiente de los trabajadores; fuera la burocracia. 

Por un gobierno de trabajadores.