Políticas

29/5/1998|586

La crisis política en Córdoba

Durante el fin de semana ‘largo’ la planta de la Cervecería Córdoba tuvo dos protagonistas: los ocupantes y los vecinos de los barrios de Alberdi, un cordón humano que renovó constantemente su apoyo y su solidaridad a la toma durante estos casi treinta días.


Esta movilización es la expresión de un fenómeno popular mucho más extendido: para las masas Mestre no va más. El gobierno de la rebaja salarial, del despido de miles de empleados públicos, del desmantelamiento de los hospitales y de la flexibilidad laboral, está agotado. Mestre pretendió asentar su proyecto reeleccionista sobre el ‘boom’ económico que provocarían la radicación de automotrices y autopartistas, ‘atraídas’ por convenios superexplotadores como el de FIAT, y el desarrollo de un centro financiero mediterráneo, para lo que anudó lazos profundos con el Banco Galicia y con la banca extranjera.


Pero hasta ahora esta política no ha dado ningún resultado; la desocupación continúa en su pico más alto, hay una fuga de capitales de corto plazo; la crisis financiera del Estado se ha acentuado. La alianza de Mestre con Menem no le significó al estado provincial ningún alivio financiero. Esto explica que los editores de Ambito Financiero adviertan que “la administración de Ramón Mestre enfrenta por estos días una situación política y social complicada … se escuchan definiciones de estrechos colaboradores del gobernador como ésta: ‘el costo político de una transformación hecha a destiempo puede poner en riesgo el sueño mayor… que es su reelección’…” (La Mañana de Córdoba, 25/5).


Del lado ‘opositor’ (patronal) también campea la parálisis. El peronismo está afectado por el derrumbe de Menem y el Frepaso está partido en tres.


Por el lado de la burocracia sindical (MOAS, CGT, CTA), aunque “desde la CGT, Eduardo Nieva, ratificó la jornada de protesta del 29… coincidió con las autoridades provinciales en señalar la existencia de grupos de infiltrados que no tienen nada que ver con el movimiento obrero”, es decir, que la CGT no está en la lucha sino echando lastre, para desviar la presión de las masas y rescatar al gobierno radical. Por eso, luego del paro activo del 21, sigue sin un plan de lucha.


En estas circunstancias cobra toda su vigencia la declaración político-reivindicativa que acordaron varias agrupaciones políticas y sindicales el pasado 1º de Mayo: un plan de lucha, echar a Mestre, acabar con los convenios flexibles, arrancar el seguro al parado, reestatizar la banca de la provincia y la empresa de energía bajo control de los trabajadores, reabrir las escuelas y los hospitales cerrados.