Políticas

16/1/1997|526

La definitiva privatización de Malvinas

Pocas veces como en estos días, la verdad que los periodistas buscaban tan lejos se encontraba tan cerca. Es que mientras el afán de conocer lo tratado en Londres entre la misión argentina y la cancillería inglesa se estrellaba contra los muros infranqueables de la diplomacia secreta —otra de las ‘perlitas’ de la transparencia democrática—, en la calenturienta Buenos Aires los mediocres políticos de la Argentina revelaban la llave de la bóveda. En efecto, a principios de año, el ministro Di Tella se reunió con su ‘contraparte’ radical, Alconada Sempé, de la cual el radical salió con la extraordinaria declaración de que “la bandera nacional pudiera flamear en las islas junto con otras (es algo) a lo que no se opone el radicalismo. Es mejor que nada” (La Nación, 4/1). Está fuera de cualquier duda que, con estos términos, el menemismo acababa de obtener el respaldo bi y tri-partidario para la propuesta que estaban esperando los ingleses desde que Menem la anunciara, primero en Washington, cuando se entrevistó con Clinton, y luego en Anillaco, durante el fin de año. Di Tella no habría pedido el apoyo radical si éste no hubiera sido pedido antes por los británicos, como una prueba del ‘consenso nacional’ en la materia.


No hay que pasar por alto tampoco el plural que usa Alconada Sempé cuando se refiere a la(s) otra(s) bande-ra(s), lo que supone que además de la de la reina podrían flamear la de los kelpers o la de Estados Unidos. Esto último no debe tomarse como una hipótesis descabellada, ya que fue la que hizo el norteamericano Alexander Haig, mediador de Reagan, durante la guerra de Malvinas. Lo que sí resulta impresionante es el hecho de que la prensa haya pasado por alto este acuerdo radical-peronista, que equivale ni más ni menos que a la opinión oficial del conjunto de la burguesía argentina. La aceptación de la soberanía extranjera en Malvinas no desató ni el uno por mil de las protestas que sigue provocando el asunto de los Hielos con Chile; el ‘lupín’ Kirchner y la ‘lupina’ Cristina ni se han dado por enterados. Pero a nadie con dos dedos de frente se le puede escapar que una soberanía ‘múltiple’ en Malvinas exige la aceptación de la ‘poligonal’ con Chile, ya que toda estabilidad en el cono sur plantea el acuerdo de tres y aun de cuatro (Chile, Argentina, Estados Unidos y algunas veces los ingleses).


Los juristas y politicólogos afirman que la ‘soberanía compartida’ es una contradicción en sus propios términos, lo que no les impide, claro, hablar de soberanía popular, que bajo el capitalismo se transforma en la ficción de la ‘soberanía compartida’ entre capitalistas y obreros, o sea, en la dominación exclusiva de los capitalistas. Lo mismo ocurre en Malvinas, donde la ‘soberanía compartida’ será la de los ingleses con el añadido de una bandera argentina. En Hong Kong, los ingleses están intentando con bastante éxito aplicarle la ‘soberanía compartida’ a China, pues aunque ésta no ha reconocido a la Legislatura electa bajo el régimen actual, sí ha aceptado integralmente el sistema jurídico colonial, incluida la estabilidad del ‘civil service’, o sea, de la burocracia del Estado, y el código civil, o sea, el derecho a la propiedad privada.


Como ya se dijo, la ‘soberanía compartida’ de radicales y peronistas es un invento yanqui. Pero tiene que ver con la realidad presente, porque sería una manera de destrabar la impasse que existe en los negocios pesqueros e incluso petroleros. Si estos últimos reclaman ‘seguridad jurídica’ y abrigo en los puertos continentales, los negocios pesqueros necesitan un esquema de explotación conjunta, dada la migración de las especies de una a otra de las zonas marítimas exclusivas. Un gobierno ‘compartido’ significaría la administración ‘compartida’ de las regalías de la explotación del petróleo y de la pesca. Los ingresos fiscales que generaría un negocio de tamaña envergadura, asegurarían la autofinanciación de los kelpers, razón por la cual la ‘soberanía compartida’ es lo más próximo a la autodeterminación ‘nacional’ de los actuales habitantes de Malvinas. Todo esto explica que en la reunión de Londres con Di Tella, participaran el gobernador de las ‘Falklands’ y delegados del consejo gubernamental. También explica la afirmación de un diario, de que la‘soberanía compartida’ sería poco más que la inclusión de un argentino en el concejo de las Falklands-Malvinas, como derecho de inspección sobre la percepción de los cánones que paguen las empresas licenciatarias.


La inclusión de los yanquis en la participación de la soberanía se desprende de la alianza internacional de los yanquis y los ingleses en la OTAN, cuya ampliación al Este de Europa, aun antes de que se concrete la ampliación de la Unión Europea, la transforma en un supragobierno mundial de los Estados Unidos. A esto hay que sumar la intención de Menem de lograr una ‘alianza extra-OTAN’ con Estados Unidos, como la que éstos tienen, por ejemplo, con Israel, o sea casi un protectorado. De modo que la ‘soberanía compartida’ tiene la virtud de realizar la aspiración de todo el mundo, menos, claro, la de los argentinos. La aspiración del imperialismo anglo-yanqui, la del lobby malvinero de las cámaras de los comunes y de los lores, la de la burguesía petrolera, pesquera y financiera argentina… y la de Kirchner.


Degenerada burguesía nacionalista. Ha escarbado hasta la caligrafía de los peritos andinos para reclamar para sí algunos cientos de kilómetros de hielos, pero ni se le ocurre defender la integridad nacional del país ante el imperialismo histórico. Aquí, los documentos son desplazados por el ‘realismo’ y por el bolsillo. Ni hablar del ejército, que acepta la privatización de los aeropuertos nacionales y de una parte del territorio que debería defender. Es que, en efecto, la ‘soberanía compartida’ es una privatización, o sea el derecho a cobrar una regalía por la propiedad nacional.


Pero cuando uno vende a su madre, es que ha llegado al final del camino.