Políticas

11/5/2000|665

La eleccion de Izquierda Unida

Izquierda Unida (en realidad Izquierda Unida Sionista) es la que hizo la mejor elección en el conjunto de la izquierda. Claro que reúne a grupos y sub-grupos políticos diversos, es decir que carece de homogeneidad política y que funciona sobre la base de compromisos electorales. Aumentó su votación en menos del doble (el PO creció, en cambio, cerca del 50%) y reunió también el doble de votos con relación a nuestro partido. Debido a que pudo beneficiarse a pleno del cociente electoral, podría meter tres diputados y no dos.


Los resultados prácticos de la elección de IUS han develado el mecanismo político tramposo de esta unidad. Mientras que los que hicieron el “gasto” de la campaña fueron los llamados “independientes”, Patricia Walsh y Herman Schiller, los beneficiarios resultaron los capitostes de los grupos políticos; Echegaray en especial, del Partido Comunista, se esforzó incluso en que no se supiera que era candidato a legislador, para no suscitar un repudio del electorado. Los que nos acusan de acaparar candidaturas resultaron ser la peor clase de aprovechadores políticos, porque ni siquiera lucharon para ganarlas. El PC y el Mst explotaron mediáticamente el apellido de Patricia Walsh (que como militante de reciente data está demostrando condiciones propias) y el reconocimiento hacia Schiller entre una parte del judaísmo sionista, para quedarse ellos con las bancas. Quienes lo votaron, aún deben seguir pensando que todo este operativo estuvo al servicio de la “unidad”.


Otro aspecto de la campaña de IUS fue el trabajo mencionado en el medio judío, pero con el agregado de una campaña que pintó al PO como antijudío. Así caracterizó Echegaray a Altamira en Página 12 (4/5). Indigna naturalmente esta canallada de parte de quienes casi saludaron el atentado a la Amia como una acción de la revolución árabe y que en todo caso sabotearon las movilizaciones que se hicieron en repudio al atentado. Más importante todavía, la identificación entre judaísmo y sionismo significa que se le ha otorgado a éste un salvoconducto en la izquierda democratizante internacional. Un aspecto de esta campaña se manifestó en la prohibición de la DAIA, una institución sionista que colaboró con la dictadura militar y con el menemismo, de que Pablo Rieznik pudiera participar de un debate entre candidatos a jefe de gobierno, mientras que a Patricia Walsh la misma DAIA le toleró un generoso escenario mediático. No será nunca ocioso insistir en que el PO no tuvo en cuenta especulaciones electorales para diferenciarse con la incorporación del sionismo en IU, es decir con una corriente opresora y antisocialista.


La otra veta que IUS explotó en su campaña electoral es que representaba a los que “se unen “, algo que es rigurosamente falso, porque son incapaces de cualquier unidad, en procesos de lucha o sindicales, y sólo recurren a ella para rescatarse mutuamente frente a una contienda electoral. El planteo de la “izquierda que se une” es rigurosamente una demagogia destinada a captar el voto más fácil del electorado, es decir el del que tiene un acercamiento reciente a la izquierda; el del que ha estado empantanado mucho tiempo en el centroizquierdismo electorero; e incluso el más distante de las luchas, en especial de las políticas e ideológicas.


El voto por la unidad en sí misma, sin contenido, incluso despreciando el programa porque sería factor de “divergencias”; este tipo de voto constituye, en un proceso de crisis política y de radicalización, un voto de transición. La agudización de la lucha de clases y política impone por si misma una exigencia de delimitación que tiende a minar la base de esta clase de voto superficial.


Naturalmente, frente al grupo legislativo de IUS y de otros sectores de izquierda, e incluso del de Irma Roy, vale la vieja fórmula revolucionaria de “golpear juntos y marchar separados”. El apresuramiento de IUS en proponer un bloque o interbloque parlamentario en la ciudad no tiene nada que ver con la eficacia política o legislativa, sino que intenta de nuevo protegerse de la diferenciación política. Ya en un artículo en 1998, el Partido Comunista presentó su política en términos de formar una “izquierda-centro”, es decir una izquierda que se adapta a la derecha. Esto lo ha reiterado Echegaray luego de las recientes elecciones, aludiendo explícitamente a los frepasistas de la Alianza, es decir sus viejos camaradas del comité central. Formar un bloque en estas condiciones significaría cubrirle la espalda a un operativo de vaciamiento político.


El objetivo estratégico del PO en la presente etapa es desarrollar la ruptura de las masas con el peronismo para formar un partido de trabajadores. En función de esta política, el Partido Obrero llama a toda la izquierda a una acción política, fuera y dentro del parlamento, para “golpear juntos” con el fin de arrancar esas reivindicaciones sin mezclar banderas ni estrategias. Estas deben ser discutidas. La unidad por la unidad es siempre una estafa política. La unidad debe tener un contenido, es decir un programa. El PO no sólo está abierto a este debate; lo promueve.