Políticas

26/10/2017|1479

La elección del Frente de Izquierda


La votación obtenida por el Frente de Izquierda orillará, al concluir el escrutinio definitivo, el 1,2 millón de votos. Se trata de un avance algo superior a los 200.000 votos en relación con la elección de 2015, aunque está un poco por detrás de la elección de 2013, cuando consagramos tres diputados nacionales. Por la incorporación de nuevos distritos, el porcentaje de votos obtenidos sobre el total de votantes arroja también un leve retroceso si se compara esta elección con la de 2013 -del 5,19 al 4,70%.


 


El número global nacional, sin embargo, encubre realidades políticas locales de mucha significación. Mientras en 2013 los saltos más importantes estuvieron en distritos del interior, principalmente en Salta, Mendoza y en menor medida Córdoba, en esta oportunidad asistimos a un retroceso de estas provincias y un avance en la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires. En ambos distritos, el FIT logró su mejor resultado desde su presentación en 2011. En la Ciudad de Buenos Aires, en la categoría de diputado nacional obtuvimos el 5,81% contra un 5,64% en 2013 y un 5,48% en 2015. El crecimiento es mayor en la categoría de diputados de la Ciudad, donde llegamos al 6,8%. En la provincia de Buenos Aires obtuvimos en esta oportunidad un 5,33% contra el 5,01% de 2013 y el 4,46% en 2015. En este juego de sumas y restas, el FIT renovará dos de las tres bancas que ponía en juego en el Congreso, aunque incrementará su representación en la Legislatura de la Ciudad al lograr el ingreso de dos diputados y mantendrá el legislador provincial por la tercera sección en la provincia de Buenos Aires.


El valor que tiene el crecimiento en distritos centrales del país como la Ciudad y la provincia de Buenos Aires está fuera de cuestión; una es el centro político del país y la otra la provincia que concentra el destacamento más importante de la clase obrera. Pero eso no debe ocultar ni por un momento la necesidad de un balance a fondo sobre el retroceso en los distritos del interior, donde habíamos obtenido en el pasado resultados que nos permitieron conquistar diputados nacionales. Al tocar puntos muy altos y luego retroceder, aunque manteniendo porcentajes de votos por encima de la media, se puso en evidencia que nuestra votación era el resultado de la correcta explotación de crisis políticas locales, pero que no llegaba a ser la expresión de una conciencia socialista de un amplio sector de la clase obrera y de los explotados. El balance, aunque provisional, marca con seguridad la necesidad de reforzar un trabajo político de propaganda, agitación y organización socialista entre las masas explotadas, al que necesariamente debe estar subordinado el trabajo parlamentario.


 


A pesar de que las cifras de crecimiento frente a 2015 son exiguas y que incluso arrojan un leve retroceso en relación con 2013, la elección del Frente de Izquierda fue destacada en general por la prensa como positiva. Esto se debe no a la aritmética electoral sino al sentido que tiene en la situación política concreta. En momentos de ofensiva capitalista sobre el movimiento obrero, que se traduce en el campo electoral con el triunfo del macrismo en los principales distritos del país, la votación del FIT es vista como una línea de resistencia y un campo de reagrupamiento político por la independencia de clase. Esta línea de resistencia se destaca por contraste con la crisis del pejotismo y del kirchnerismo, que fue derrotado por el macrismo ampliamente, llegando a ser en algunas provincias una verdadera paliza.


 


Por otro lado, y en especial en la provincia de Buenos Aires, el Frente de Izquierda tuvo el desafío de enfrentar una campaña polarizada, en la que el kirchnerismo ya no estaba en el gobierno sino en la oposición. Este cambio le daba un margen amplio de demagogia, buscando presentarse como la única fuerza capaz de ganarle al macrismo. De decir que a su izquierda estaba la pared, el kirchnerismo y la propia Cristina Fernández buscaron de manera aviesa atraer los votos del Frente de Izquierda y no lo lograron, como lo testimonia el crecimiento operado en nuestra votación entre las Paso y las generales. Algo similar ocurrió en la Ciudad, y quedó patentado cuando Filmus le planteó a Ramal en el debate de candidatos suscribir un compromiso común de no votar leyes de ajuste. El intento de atraer al electorado del FIT fracasó en ambos distritos.


 


Aunque es sabido que los análisis contrafácticos son metodológicamente inconducentes, es innegable que la escisión interna en la campaña del Frente de Izquierda conspiró para obtener mejores resultados. Esta escisión, que no es nueva si se tiene en cuenta el historial de campañas electorales del FIT desde 2011, pegó varios saltos en relación con el pasado. Por primera vez, un punto sensible como son los spots de televisión y radio no se hicieron en común, salvo una pequeña parte del espacio que teníamos a disposición. Esta división de la propaganda electoral fue impuesta por el PTS, sin siquiera pasar primero por un debate en el que se constatara si existían posibilidades o no de hacer spots comunes. El divisionismo, guiado por la promoción de los candidatos del propio partido, terminó atentando contra una presentación homogénea del FIT en los medios masivos de comunicación.


 


Las divergencias en la campaña no se limitaron a este punto. El PO propuso luego de las Paso un plan político integral en la Mesa Nacional del FIT, que incluía una campaña de agitación común contrastando el programa del FIT con el de los partidos capitalistas; la realización de un Encuentro Obrero en apoyo a las listas del FIT; el impulso a una movilización del sindicalismo clasista y antiburocrático contra la reforma laboral, para denunciar también la tregua de la burocracia sindical pejotista. Ninguna de estas tareas fue aceptada, apelando a excusas diversas, pero la verdadera respuesta estuvo en la reunión de Cristina Kirchner con las obreras de Pepsico, una política que se ubicaba a las antípodas de impulsar un reagrupamiento consciente de los luchadores obreros en torno del Frente de Izquierda. El seguidismo al nacionalismo burgués que choca de frente con la estrategia que dio origen al Frente de Izquierda.


 


Esta orientación hubiese sido aún más dañina si el Frente de Izquierda dirimía sus candidaturas en las Paso, pues habría borrado el único aspecto de frente único que tuvo la campaña -las listas únicas. Nuestra batalla política contra esta orientación internista permitió presentar una lista única y concentrar la campaña contra los candidatos del ajuste. Sobre este punto nuestro partido viene llamando la atención al menos desde el acto de Atlanta de noviembre de 2016, cuando llamamos a una acción común del FIT, valiéndose del impulso objetivo que significaba llenar un estadio de fútbol con 20.000 personas.


 


El resultado electoral y el 1,2 millón de votos revalida al Frente de Izquierda como referencia electoral de la izquierda y de la independencia de clase, pero está lejos de ser un polo político de la clase obrera y de su vanguardia. Esta tarea pendiente requiere profundizar la acción común, a la vez que el debate estratégico de la izquierda